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viernes, 10 de agosto de 2012

MUJERES: VIAJERA Y ESCRITORA DE PRIMERA

Como la Historia está contada por hombres, no se conoce a las grandes mujeres que con sus hazañas ayudaron a escribir una buena parte de ella. Si hablamos de aventuras, recordamos a Marco Polo, Colón, Magallanes, Admunsen, pero ya es más complicado citar un nombre femenino. Sin embargo, a lo largo de los siglos, en todas las épocas, ha habido mujeres extraordinarias que se negaron a vivir la vida que les estaba estipulada y se lanzaron a la aventura, dejando además por escrito su testimonio en muchos casos. Como es el que hoy nos ocupa.

He elegido a Egeria por su antigüedad, para que nos hagamos una idea de la osadía de la fémina allá por el siglo IV. Cuando las tierras de España aún formaban parte del Imperio Romano, esta monja gallega, probablemente superiora de un convento, viajó entre el año 381 y el 384 a los Santos Lugares, visitando todos los parajes bíblicos (Constantinopla, Mesopotamia, Jerusalén, el Sinaí, y hasta se aventuró por Egipto.) La posibilidad de viajar a través de la red de calzadas romanas -que cubría unos 80.000 kilómetros- se la brindó sin duda su posición acomodada, por la que consiguió un salvoconducto que aseguraba su seguridad. Egeria era una mujer culta, que tenía amplias nociones geográficas y literarias. No han sido pocas las mujeres que, negadas a vivir de espaldas al conocimiento sin otro horizonte que el de llevar una casa y criar a sus hijos, eligieron hacerse religiosas como manera de acercarse a los libros y poder desarrollar facetas vedadas a las demás.

En su peregrinación a Tierra Santa, Egeria escribía cartas en un moderno latín a las hermanas del convento, contándoles sus vivencias. La recopilación de esas misivas conforma lo que podría considerarse el primer libro de viajes de nuestra literatura. Itinerario es un diario, de estilo espontáneo y directo, de abundantes detalles y descripciones, sobre las aventuras vividas por la monja en su largo viaje. Con este libro podemos conocer de primera mano las costumbres y ritos del Oriente Próximo en el siglo IV. Además del significado religioso de su periplo, Egeria demuestra su curiosidad y tenacidad, relatando anécdotas y explicando sus expediciones como una auténtica exploradora. Ella no va a los lugares sólo para rezar, sino para aprender, para edificarse como persona. Por todo ello, no es descabellado afirmar que esta religiosa gallega se adelantó muchos siglos al espíritu viajero de los descubridores medievales, renancentistas, ilustrados y románticos.

Quizás hoy sentados delante de nuestro ordenador, con el que podemos "viajar" a cualquier parte en unos segundos, en la época de la velocidad y la inmediatez, nos cueste un poco entender las dificultades de una marcha tan larga como la que emprendió Egeria hasta Oriente. En aquella época no existían muchas comodidades para los viajeros, que además de los trayectos en barco, a caballo o a camello, debían también realizar penosos tramos a pie, superando grandes distancias e incluso ascensiones -como describe Egeria sobre la escalada al monte Sinaí.- Además, había que contar también con el peligro que suponían los enemigos del Imperio, que podían atacar en cualquier momento del camino. Por no hablar también de las presiones sociales que debían soportar tanto nuestra Egeria como las que, igual que ella, decidieron viajar. En algunas enciclopedias biográficas se describe a Egeria como parte de ese grupo de "mujeres viriles" que desafiaron los papeles de su género. Esto significa que era necesario tener mucha fortaleza física y moral para aventurarse a llevar esta vida. De todas formas, en los últimos días del Imperio muchas mujeres nobles decidieron invertir su patrimonio en viajes de este tipo, abandonando sus obligaciones familiares. Pero la llegada de los pueblos bárbaros y la creciente autoridad religiosa cortaron muy pronto esta tímida muestra de emancipación femenina.

Tras el testimonio de Egeria, habrán de pasar más de mil años hasta que, en el siglo XV, aparezca algún otro escrito firmado en femenino. Para entonces, el latín de Egeria era ya una lengua sólo conocida por las élites cultas. Y no es hasta 1884 cuando el investigador italiano Gian Francesco Gamurrini encuentra el polvoriento manuscrito de Egeria en la Biblioteca Della Confraternitá dei Laici, en Arezzo. ¿Es de suponer que entre estas cartas y las memorias y diarios encontrados de las damas del siglo XV algunas otras mujeres españolas escribieran? Claro que sí. Pero como siempre, nos encontramos con que el papel cultural femenino en este país no ha sido investigado con demasiado interés. Seguro que muchas monjas escribieron en los conventos, además de copiar y miniar textos; seguro que había trovadoras exquisitas y divertidas juglaresas; seguro que las mujeres se inventaban poemas en el campo que contribuyeron al amplio corpus anónimo medieval. Porque eso es lo que ocurría en otros lugares de Europa. Porque sabemos que las mujeres nunca se han conformado con su papel de inferioridad y han desarrollado sus inquietudes, curiosidad e inteligencia, aunque no se las haya tenido en cuenta.

CDR

2 comentarios:

  1. Seguro que grandes mujeres quedaron en el camino olvidadas. Ánimo para seguir recordándolas.
    Tati.

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  2. Curioso ejemplo de aventurera a quien no conocía, la verdad. Acabo de leer hace un rato que las mujeres/escritoras avanzan a los hombres/escritores en derechos de autor. ¿no habría que replantear ese concepto de machismo/feminismo? Poco importa porque soy un convencido de que mujeres y hombres han tenido su lugar en el mundo y si "escarbamos" podríamos añadir bastantes nombres de mujeres, así que empecemos a olvidar tópicos y si no que se lo pregunten al medallero de las Olimpiadas Londres 2012.

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