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domingo, 28 de octubre de 2012

OTOÑO EN EL MUSEO

Iris corría por la alameda hacia la casa. Se sentía feliz y dichosa, plena. El fresco de la tarde llenaba sus pulmones y los henchía de vida. Los colores anaranjados indicaban que el sol estaba cayendo, no podía demorarse, su madre le regañaría si llegaba a deshora. Había estado jugando con sus amigos en el lago, llevaba los pies algo mojados. Vas a resfriarte, le diría mamá. Pero era imposible, ella era fuerte y ajena a cualquier enfermedad en ese momento.
 
De pronto, se encontró con alguien en el sendero. Era una mujer mayor, con un vestido largo, la cabeza cubierta, se apoyaba en un bastón. Resultaba extraño, porque no la había visto venir, era como si hubiese aparecido de repente. Buenas tardes, niña, le dijo la anciana. Hola, señora, respondió ella. ¿Podrías ayudarme? Llevo mucho tiempo encerrada en este paisaje y quisiera salir. Iris abrió mucho los ojos, sus mejillas estaban enrojecidas por el frío y la carrera. ¿Cómo dice, señora? Has venido a sacarme de aquí, ¿no? Camino y camino y nunca avanzo, miro hacia atrás y la granja siempre se encuentra en el mismo lugar. Veo a esa gente delante de mí y me pregunto por qué nadie escucha mi llamada de auxilio. Me dirijo a ellos, mas parece que no me ven. Permanezco en este octubre eterno, estoy cansada. Pues verá, confesó Iris, la verdad es que no sé cómo he llegado hasta aquí. Ahora que usted lo dice, este no es el camino de mi casa, creo que me he perdido. El rostro de la mujer se entristeció, acarició el pelo de Iris. Suspiró. Ay, niña, es tu imaginación, ella te ha traído hasta aquí. ¿Y usted no podría salir de la misma manera? Yo no existo, sólo soy el producto de un pincel, unos óleos y una mano creadora. Este es mi destino, aunque trate de cambiarlo. Hacía tanto que no me visitaba nadie que al verte pensé que quizá había llegado mi momento. Pero no, sólo la fantasía de algunos niños me puede hacer vagamente rozar el mundo exterior...  
 
Iris notó una mano cogiéndola del brazo con cierta brusquedad. Venga, vamos, no debes separarte del grupo. Mientras la profesora casi la arrastraba, Iris no podía dejar de mirar el cuadro, le pareció que la anciana se despedía afligida. Recordó entonces que estaba en el Museo vang Gogh, que había estado jugando con sus compañeros en el exterior mientras comían el bocadillo antes de entrar, que se había mojado en la fuente, que se había quedado embelesada contemplando el cuadro lleno de otoño en aquella pared.
 
Siguieron recorriendo estancias. Cuando se paraban delante de una obra, Iris se esforzaba en imaginarse dentro del cuadro. Hubiera querido estar en la habitación del pintor, tocar con sus dedos los girasoles, respirar bajo el impresionista cielo estrellado, conocer a otros personajes. Pero el hechizo se había roto. Todo permanecía inmóvil en los lienzos.
 
                                                              "Alameda en otoño", Vincent van Gogh
CDR  

4 comentarios:

  1. Bonita forma de describirnos el cuadro. Yo quiero ser Iris, aunque la viejecita tiene su encanto.
    Tati.

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  2. Profunda imaginación, se ha sacado un buen partido a un cuadro para este relato, y a la imaginación, y a la fantasía infantil, perfecta combinación para un buen relato.
    Y van Gogh es genial y muy literario.
    Pmd.

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  3. Quizás ya te lo he preguntado antes, si es así, te lo repito: ¿has pensado publicar estos relatos? Hasta ahora todos los que he leído me han dejado con la miel en los labios, si fuera una novela me engancharía desde la primera línea. Me he quedado dentro del cuadro.

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    1. Gracias, Lucía. Todo llegará. Con lectores como tú se ve más fácil.

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