La
vida es una aventura con fecha de caducidad. Eso pensaba Wislawa Szymborska (1923-2012),
que nos dejó el pasado febrero. Una poetisa de vocación que trabajaba duro
en cada poema, a pesar de la facilidad aparente de su lectura. Sin palabras
grandilocuentes y sin abstracciones, la poesía de Szymborska es fresca,
esencial, llena de amor en su más amplio sentido de la palabra. Mezcla de tragedia y humor, de sueño y realidad, de vida
y muerte, una lírica inolvidable. Fue merecedora de numerosos reconocimientos,
entre ellos el Nobel de Literatura en 1996. No se limitó a la poesía, sino que
escribió también ensayos, narrativa, y trabajó como columnista y traductora,
además de crear interesantes collages que le servían de descanso a su agotadora
labor de escritora. Desde que su familia emigró de Polonia y se instaló en
Cracovia, cuando ella tenía ocho años, permaneció allí. Pero ha llegado a todos
nosotros a través de sus poemas que, afortunadamente, están íntegramente
traducidos al español. Algunas de sus obras son Apelación al Yeti (1957), En
el puente (1986) o De la muerte sin
exagerar (1996).
Este último título puede darnos la
clave de su forma de ser. La muerte entendida como una consecuencia de la vida,
sin dramatizar. Fumadora incorregible hasta los últimos días, se tomaba la vida
con optimismo. Ella se ha ido, mas siempre nos quedará el alma de su poesía.Unos versos suyos como homenaje, para despedirla. Una enseñanza póstuma: En esta escuela del mundo / ni siendo malos alumnos / repetiremos un año / un invierno, un verano.
CDR
Afortunadamente, siempre repetimos: minutos, horas, días, semanas, meses, y años porque, pese a todo, vislumbramos con cierto optimismo.
ResponderEliminarPmd.
Cierto, la vida no se repite. Disfrutemos de los buenos momentos y de las pequeñas cosas.
ResponderEliminarBonitos versos para finalizar esta entrada.
Tati.