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miércoles, 3 de abril de 2013

UNA MARAVILLA

Siempre he admirado al uruguayo Mario Benedetti. Hoy he tropezdo con un texto suyo y me ha parecido, como siempre, una maravilla. Aquí les dejo algunos fragmentos de "Testamento ológrafo", en Buzón de tiempo (1999):

Yo, Rogelio Velasco, dejo mis anteojos o gafas o espejuelos, a mi sobrino Esteban, para que pueda ver el mundo como yo lo he visto, a veces injusto, desarticulado, confuso, y otras veces generoso, ordenado, estimulante.

(...)

Yo, Rogelio Velasco, dejo también una canción cadenciosa y pegadiza que mi madre cantaba en la cocina mientras revolvía el dulce de leche casero;
dejo un cristal con lluvia que me ponía alegremente melancólico;
dejo un insomnio con luna creciente y dos estrellas;
dejo la campanilla con la que llamaba a la esquiva buena suerte;
dejo una tijerita de acero inoxidable con la que, a través de los años, me fui cortando tres o cuatro prototipos de bigote;


(...)

dejo los gemelos de oro que me regalaron para mi segunda boda y que nunca estrené porque sólo uso camisas de manga corta;
dejo la cadenita de mi pobre perro que murió hace tres años porque no pudo soportar su viudez;

(...)

dejo mi valiosa colección de arrugadas expectativas;
dejo un cajoncito de cartas recibidas y no contestadas y otro cajoncito con copias de las cartas que no me contestaron;
dejo un termómetro enigmático y maravilloso porque siempre nos fue imposible leer en él la temperatura nuestra de cada día;
dejo la acogedora sonrisa de la preciosa pero intocable mujer de un buen amigo que es campeón de karate;
dejo el único piojo solitario, anacoreta, que ingresó hace doce años en mi geografía corporal y al que ultimé sin la menor piedad ecologista;

(...)

dejo un sueño erótico y su verdad desnuda, por cierto inalcanzable en la arropada vigilia;
dejo una bofetada femenina, injusta y perfumada;
dejo una patria sin himno ni bandera pero con cielo y suelo;
dejo la culpa que no tuve y la que tuve, ya que después de todo son mellizas;
dejo mi brújula con la advertencia de que el norte es el sur y viceversa;
dejo mi calle y su empedrado;
dejo mi esquina y su sorpresa;
dejo mi puerta con sus cuatro llaves;
dejo mi umbral con tus pisadas tenues;
dejo por fin mi dejadez.

Leanlo y disfruten. Si no conocen la obra de Benedetti, ¿a qué esperan? Si ya la conocen, verán que este es un buen ejemplo de su maestría, de una voz poética con fuerza extraordinaria y personalidad arrolladora. Extracto de uno de los cuentos que componen este volumen, escritos con su sencillez característica, muestra de un profundo conocimiento del ser humano, que dejan un regusto agridulce.

CDR

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