Que
Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) sea un escritor joven y que Intemperie sea su primera novela no resta mérito a la calidad de su
narrativa, a lo acertado de su argumento y a la originalidad de su tratamiento.
Más bien al contrario, resulta sorprendente tal debut literario. No es de
extrañar que la editorial apostara fuerte por esta novela y que, antes incluso
de llegar a nuestras librerías, sus derechos ya hubiesen sido adquiridos por
más de una decena de editoriales extranjeras.
La historia es sencilla y se podría
resumir en pocas palabras: un niño huye de su pueblo para escapar de los abusos
por parte del alguacil y es protegido por un cabrero que encuentra en el
camino. No obstante, la novela se engrandece a través del léxico y del insólito
lirismo que recorre la prosa, repleta de imágenes evocadoras que nos hacen
situarnos en el mismo escenario que el pequeño protagonista. Sentir el calor
sofocante en el secarral, el miedo que lo atenaza ante la proximidad del
explotador, el olor de las cabras… del hambre, del dolor. Y todo ello escrito
en clave de parábola, pues a su carácter universal y de enseñanza moral responde
el que no exista en toda la novela una sola denominación que nos dé idea de
dónde se desarrolla, ni un solo dato cronológico, ni siquiera el nombre de los
personajes. Como una fábula que se podría aplicar a cualquier época, a
cualquier situación en que los débiles son vejados por los poderosos. Así, Intemperie es una novela de aprendizaje,
cuyos personajes se puede decir que remiten a arquetipos: la inocencia, el
despotismo, la rectitud moral, o el egoísmo ruin son encarnados por el niño, el
alguacil, el pastor y el viejo tullido, respectivamente.Una novela en la que, más que en otras, importan las palabras, talladas y colocadas cuidadosamente para provocar el efecto deseado. Frases cortas de sintaxis sencilla y un lenguaje que resulta tan preciso y duro como la historia que se cuenta.
Una novela que plantea la bajeza
humana, la violencia, la crueldad, pero también la bondad, la confianza y que,
por encima de todo, hace resaltar la dignidad.
Una novela lineal de final abierto,
porque la vida no es más que un camino hacia delante, una lucha por sobrevivir.Se ha señalado a Jesús Carrasco como deudor del mejor Delibes, por el naturalismo de su prosa, el protagonismo del paisaje rural y el vocabulario del campo, preciso e incluso un tanto rebuscado. Y por otra parte, también se han encontrado influencias de McCarthy, atendiendo a la relación entre el niño y el cabrero, por ejemplo, o a la sencillez casi cinematográfica de la trama. Y por qué no relacionarlo igualmente con el Valle-Inclán del esperpento, pues de una de sus obras parece haber salido el grotesco lisiado, así como la realidad desgarrada que se muestra. No obstante, lo más destacable de este joven autor afincado en Sevilla es su originalidad, la posesión de una voz personal que ha sabido imprimir en una novela que tiene mucho de formación lectora, de entusiasmo literario y de talento narrativo.
¡Feliz lectura!
CDR
Estupenda novela que uno va descubriendo a medida que se va leyendo. Excelente recomendación.
ResponderEliminarPmd.
La leeremos. ¡Puf! Me falta tiempo.
ResponderEliminarTati.