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sábado, 13 de julio de 2013

UNA ENFERMEDAD RARA

Luisa siempre había oído que existen enfermedades raras, dolencias que suponen un porcentaje tan bajo en la población que nadie les hace caso, conocidas tan solo por aquellos que las sufren, bien directamente o bien en sus familias. Alusiones en alguna noticia mientras comes, música de fondo sin importancia.
 
Hasta que ella misma fue consciente de estar enferma.
 
Durante casi treinta años, Luisa había trabajado de contable en una empresa. Cuando llegaba el reconocimiento médico anual siempre se sentía orgullosa, pues en todo ese tiempo nunca le habían diagnosticado nada reseñable. Sus compañeros más jóvenes la envidiaban, ni un mal colesterol, ni tensión alta, peso ideal. Qué puñetera.
 
Pero hacía seis meses todo había cambiado. La empresa cerró y Luisa se quedó sin trabajo. En principio no se alarmó demasiado, pensando que con su experiencia no le sería difícil que la contrataran. Y en la primera entrevista, a simple vista, le diagnosticaron esa enfermedad que le impedía seguir trabajando.
 
Optimista por naturaleza, Luisa pidió una segunda opinión. Y varias más. Solo sirvieron para confirmar lo peor. No volvería a trabajar.
 
Por lo que le dijeron los especialistas, los primeros síntomas de esta enfermedad aparecen a partir de los cuarenta, se agravan especialmente en las mujeres, e incluso resulta incapacitante sobre los cincuenta. Se reconoce por un fuerte "habíamos pensado en alguien más joven".
 
Como toda enfermedad grave, esta tiene su fase de negación por parte del afectado. Así, Luisa buscó desesperadamente información, posibles remedios, algo a lo que su esperanza pudiera aferrarse. Y descubrió un medicamento para su dolencia, si bien pronto se dio cuenta de que no estaba al alcance de cualquiera. Se trataba de un tal Recomendación personal o su genérico Enchufe, un tratamiento tan efectivo que con solo una dosis la enfermedad mejora considerablemente e incluso puede curarse por completo. Por desgracia para ella, no lo cubre la Seguridad Social ni su poder adquisitivo se lo puede permitir.
 
A sus cincuenta y dos años, Luisa ha optado por no rendirse y está usando las pocas fuerzas que le quedan en ponerse en contacto con los muchos afectados que hay como ella. Ha pensado crear una plataforma de damnificados o algo así. Según parece, es una dolencia no muy frecuente pero que se convierte en epidemia en tiempos de crisis.
 
CDR

3 comentarios:

  1. Irónica y suprema constatación de una tremenda verdad...
    Pmd.

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  2. Muy bueno, reflejo y aviso para los que nos encontramos en el mundo laboral sin un trabajo para toda la vida.

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  3. Desde luego, de Luisas está el mundo lleno. Me parece estupendo que cree esa plataforma.
    Tati.

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