A estas alturas de diciembre ya es ineludible sentir la Navidad, su espíritu nos contagia. Y aunque verdaderamente la vida nos dé motivos para verlo todo negro, en el fondo sabemos que debemos -y lo necesitamos- aferrarnos a lo bueno que tenemos, valorarlo y alegrarnos por ello.
Hoy precisamente quedan trece días para que acabe este año trece. (Casualidades; sigo sin ser supersticiosa.) Es quizá un poco pronto para formular deseos, pero esta vez me adelanto porque únicamente pido uno: esperanza. Lo pido con tiempo y con todas mis fuerzas.
Es la esperanza esa cosa con plumas que se posa en el alma, y sin palabras su canción entona y nunca se calla, y más dulce se escucha en el vendaval; y poderosa ha de ser la tormenta que pueda abatir al pequeño pajarito que a tantos abrigó. Lo he escuchado las tierras más frías, y en los mares más extraños; mas nunca en la penuria me pidió una migaja.
(Emily Dickinson)
Para muchos la esperanza será algo intangible, abstracto, inservible, ¿para qué?
Al menos nos reconforta.
Al menos yo la necesito.
(Curiosamente, según el santoral, hoy es el día de Nuestra Señora de la Esperanza. Otra casualidad.)
CDR
Gracias, bloggera por volver, ya echábamos de menos tus agudas entradas y sagaces apreciaciones; sin duda, debemos tener esperanza y ganas de seguir adelante, pese a todo, pese a dificultades y malos momentos en nuestro camino; también, sin duda, vendrán otros mejores y quizá, buenos.
ResponderEliminarPmd.