Vistas de página en total

miércoles, 5 de febrero de 2014

CUT-UP

Hoy se cumple el centenario del nacimiento del escritor norteamericano William Burroughs, auténtico renovador del lenguaje literario.

Burroughs nació en San Luis (Missouri), el 5 de febrero de 1914, en el seno de una familia acomodada. Ya siendo pequeño descubrió sus inclinaciones homosexuales y su pasión por las armas de fuego, que le acompañaría toda su vida. Terminó sus estudios en la Universidad de Harvard con veintidós años. Tras un periodo terriblemente autodestructivo durante los años cincuenta, con una primera incursión en la literatura pulp (caso de su novela Yonqui, publicada con el pseudónimo de Bill Lee, en 1953), se dedicó a partir de los sesenta a escribir con bastante continuidad.


Sus primeras publicaciones se engloban dentro de la denominada Generación Beat, un grupo de intelectuales y artistas estadounidenses que definieron y dieron forma a la cultura tras la Segunda Guerra Mundial. Burroughs mantuvo importantes contactos con escritores como Allen Gingsberg, Gregory Corso, Jack Keourac y Herbert Huncke. Con el primero, del que se cree que fue amante, mantuvo una duradera amistad, de cuya correspondencia escrita se han editado recopilaciones como Las cartas de la ayahuasca. No obstante, la influencia de su literatura trascendió ampliamente este movimiento, dejándose notar a posteriori en otras manifestaciones artísticas de tipo contracultural.


La experimentación, el surrealismo y la sátira constituyen algunos de los elementos más destacados de sus novelas. Además, su obra tiene una importante carga autobiográfica, en ella se plasma su adicción a diversas sustancias, su bisexualidad, su libertad de expresión.


Estuvo casado con Joan Vollmer Adams Burroughs, con la que tuvo un hijo. En una de sus huidas de la justicia americana a México, bajo los efectos de la droga y el alcohol, la pareja imitaba uno de los pasajes míticos de Guillermo Tell, cuando, de un disparo fortuito, William acabó con la vida de ella, accidente que marcaría un antes y un después en la obra literaria del autor, tal y como explica en el prólogo de su obra Queer (1985).


En los sesenta, Burroughs se integró a la Iglesia de la Cienciología, que abandonó poco después. Consideró que las técnicas y filosofía de la Cienciología le habían ayudado, pero que sería necesario estudiarla más a fondo; era escéptico sobre la organización en sí, pues según él promovía un entorno que no aceptaba ninguna discusión crítica. De hecho, sus posteriores escritos críticos acarrearon una batalla epistolar con miembros de esta asociación.


La obra de Burroughs comenzó siendo formalmente convencional, aunque sus temáticas no lo eran. Posteriormente se entregó a la experimentación formal con mayor o menor éxito. Técnicas como el cut-up, (que aprendió de su amigo Brion Gysin) consistente en collages narrativos -se recortan textos aleatoriamente y se mezclan para formar un nuevo texto-, un intrépido esfuerzo por destruir las normas sintácticas y semánticas sin perder el sentido de lo relatado. De esta época son El almuerzo desnudo (1959), La máquina blanda (1961) Nova express (1963). Por supuesto, no se debe considerar esta experimentación como algo sin objetivo. La peculiar filosofía de Burroughs, que en definitiva es la que ha dado trascendencia a su obra, es casi mesiánica. Según Burroughs, el ser humano está alienado por el lenguaje. Considera que el lenguaje (y las normas gramaticales y sintácticas que le caracterizan) es un organismo parásito, un virus, que ha elegido nuestras mentes como hábitat. El problema se complica porque los seres humanos infectados no saben que lo están. Para Burroughs, la auténtica revolución no es de índole social, sino mental. Deshacerse del virus lenguaje es el primer paso. La guerra contra este virus establece una continuidad en gran parte de su obra, donde los protagonistas (humanos, extraterrestres, seres inorgánicos, demonios) están claramente de un bando o de otro y se enfrentan violentamente, sin reglas de ningún tipo. Los esfuerzos de este autor por trascender las reglas del lenguaje consiguen finalmente destruir esa tiranía inherente, de tal manera que Burroughs consigue expresar imágenes y mundos como nadie ha podido antes. No se puede afirmar, empero, que haya conseguido este objetivo desde el primer momento. Las obras anteriormente mencionadas en ocasiones rozan la ilegibilidad y exigen un esfuerzo considerable por parte del lector. No es sino hasta su madurez, con la trilogía Ciudades de la noche roja (1981), El lugar de los caminos muertos (1984) y Tierras del occidente (1987) cuando este autor consigue el equilibrio entre accesibilidad, experimentación y revolución. En estos tres libros la destrucción del lenguaje se lleva a cabo de manera tan sutil que en la práctica el lector no se da cuenta de que en realidad el texto está violando todas las reglas del lenguaje, logrando además que el texto se transforme en imágenes de modo fluido.


Es curioso cómo Burroughs es una de las pocas personalidades ajena al ámbito musical que más ha influido sobre el Rock. David Bowie, Bob Dylan, John Lennon y un largo etcétera han sido declarados admiradores del novelista norteamericano.


Hasta el final de sus días, en agosto de 1997, con ochenta y tres años, Barroughs fue defensor de la vanguardia. En sus últimos años, su voz sampleada apareció en discos de Jesus and Mary Chain, Laurie Anderson y Material; coescribió con Tom Waits la ópera gótica "The black rider", y apareció brevemente en el final del videoclip de U2 "Last night on Earth", de 1997, unas pocas semanas antes de morir.  


Definitivamente, uno de los autores postmodernistas más influyentes.


"Los artistas son los verdaderos arquitectos del cambio y no los políticos o legisladores, que aplican el cambio después de que este sucedió." (William Burroughs)


CDR

1 comentario:

  1. Otro icono irrepetible del siglo XX, y maestro de la literatura de toda una generación.
    Pmd.

    ResponderEliminar