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jueves, 6 de febrero de 2014

NO ME LLAMES MAMÁ

En esta tarde de un febrero, una propuesta de lectura ligera, que no significa sin importancia, sino amena, de corta extensión.

Se trata de la primera novela que publicó en nuestro país la francesa Barbara Constantine, Tom, pequeño Tom, hombrecito Tom (2011), galardonada en Francia con el premio literario Prix Roman Confidentielles 2010. -Su última entrega es Al mal tiempo, mejor cara (2013, Seix Barral), que quizá sea la recomendación otro día.- Esta escritora, escultora y amante de los animales y la naturaleza se ha hecho un hueco en nuestras librerías gracias a su frescura. También, todo hay que decirlo, al tirón que actualmente está suponiendo el elenco francés de autores como Mark Levy, Katherine Pancol o Anna Gavalda.

Los principales ingredientes de esta novela corta son el humor, los sentimientos y las relaciones intergeneracionales. El protagonista es Tom, un niño de once años que debe sobrevivir junto a su jovencísima madre, Joss. A ella le encanta salir, no tiene trabajo fijo y no deja que la llame mamá. Además, ahora pretende sacarse el bachillerato y Tom, después de hacer sus propios deberes, debe ayudar a Joss. Como pasa mucho tiempo solo y la nevera y los armarios suelen estar vacíos, Tom se dedica a asaltar el huerto de los vecinos, pero únicamente coge lo necesario, no le gusta robar. Su rutinaria vida cambiará al encontrar a Madeleine, una anciana nonagenaria, tirada en el suelo de su jardín junto a sus viejos perro y gato. El sentido de la responsabilidad hace que Tom se encargue de ella y de sus animales. Cocinar, limpiar, ocuparse de un adulto son cosas a las que Tom está acostumbrado. Y hasta podrá tener su propio huerto en el jardín de la vieja, quien, entre la bruma de sus recuerdos, cree haber recuperado a su nieto. Para completar esta curiosa galería de personajes, aparece en escena Samy, un expresidiario, antiguo amigo de Joss, que se hará amigo del niño; ambos comparten un secreto sin saberlo. A medida que avanza la narración, vamos descubriendo la relación entre los personajes y al final, de una manera implícita y natural, todas las piezas encajan.

Parece una historia sencilla, pero no lo es. A lo largo de poco más de doscientas páginas, Constantine consigue crear un complejo mundo lleno de problemas, silencios y reproches, pero enfocado con optimismo y humor. Temas tan serios como la pobreza, la despreocupación por los ancianos, la madurez y las segundas oportunidades se nos muestran a través de unos personajes creíbles y humanos. Con una prosa ágil y espontánea, de frases cortas y diálogos directos que rezuman ironía, la escritora consigue que nos olvidemos de nuestros problemas sobre la importancia de las pequeñas cosas. Un rayo de ilusión en el panorama actual que vivimos, pensar que aún existe la nobleza del ser humano: Tom representa la esperanza, un futuro que quizá no se vislumbre tan malo.

¡Feliz lectura!

CDR

2 comentarios:

  1. Me llama mucho la atención, sobre todo por la importancia de esas pequeñas cosas.
    Tati

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  2. También tenemos derecho, los lectores, a divertirnos un poco. Claro.
    Pmd.

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