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miércoles, 12 de marzo de 2014

NIÑA PARA SIEMPRE

Hoy hace un año que conocí a alguien muy especial, sin saber que muy pronto la perdería.

Por eso, en recuerdo suyo, quiero rendir homenaje a una niña de cuya muerte hace hoy sesenta y nueve años: Annelies Marie Frank Hollander, más conocida por Ana Frank.

Bien sabido es que se trata de una niña judía que tuvo que esconderse, junto a su familia, de los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial.

Conozcamos un poco más de su historia:

En 1925, después de casarse, Otto y Edith Frank se establecen en Fráncfort del Meno. Los hijos no tardan en llegar: Margot en 1926 y Ana en 1929. Los primeros años son felices, pero la crisis económica hace que el NSDAP de Hitler vaya ganando terreno. En 1933, Hitler asume el mando del gobierno alemán. Otto y Edith están muy preocupados. No solo por el hecho de ser judíos, sino también porque la crisis económica es causa de graves problemas para ellos.

En abril de 1934, Ana empieza a ir al jardín de infancia de la escuela Montessori -ya hemos hablado en este blog de la maravillosa labor educativa de Maria Montessori-. Otto Frank dirá luego: “Para Ana fue algo bueno ir a esta escuela, donde todos los alumnos recibían un trato muy individualizado”.

Por esa época a Otto Frank se le presenta la oportunidad de fundar una empresa en Ámsterdam. Su esposa y las dos niñas se reúnen con él en Holanda, y se instalan en una casa que da a la plaza Merwede. La familia vuelve a sentirse libre y a salvo. Las niñas van a la escuela, Otto trabaja con afán en su empresa y Edith se ocupa de la casa. Pero entonces estalla la Segunda Guerra Mundial. El 10 de mayo de 1940, Alemania invade Holanda. Así que los Frank están otra vez en peligro.

Al estar Holanda ocupada, cambian muchas cosas para los Frank. Tanto en la vida privada como en la empresa de Otto, les imponen cada vez más restricciones. La vida de Ana se ve cada vez más obstaculizada por las medidas antijudías del ocupante alemán. Por ejemplo, la obligan a ir a un colegio judío. Y la piscina pública, el cine y el tranvía se vuelven terreno prohibido. Pero ya cuando en julio de 1942 a Margot le llega una citación para viajar a un campo de trabajo en Alemania, a Otto y a Edith les parece que la situación se ha vuelto demasiado peligrosa y deciden esconderse con sus hijas.

El 6 de julio de 1942, los Frank pasan a la clandestinidad. Los Van Pels llegan al refugio una semana después. En noviembre de 1942 llegará otro refugiado: Fritz Pfeffer. Algunos empleados de confianza de Otto los ayudan y protegen. Pero serán ocho personas hacinadas en la sofocante casa de atrás del edificio de oficinas. La tensión se hace insoportable: todos los días, los escondidos temen ser descubiertos, no pueden salir nunca y siempre deben ser sigilosos. Desconocían que les quedaban por delante más de dos años de encierro.

Y Ana empieza a plasmar sus reflexiones y vivencias en el diario que su padre le había regalado al cumplir los trece años, que se había convertido en su mejor amiga (de hecho la niña lo llama "Kitty"). Además, también escribe pequeños relatos y copia frases bonitas de autores conocidos. Su ilusión es que el diario se publique a modo de novela y por ello lo reescribe varias veces.

Pero no pudo ser. El 4 de agosto de 1944 detienen a todos los escondidos en la casa de atrás; alguien los ha delatado. Son deportados a Auschwitz previo paso por el campo de tránsito de Westerbork. Luego Ana y su hermana son enviadas a Bergen-Belsen, donde Ana fallece de tifus el 12 marzo de 1945, a los 15 años de edad. Tan sólo Otto Frank sobrevive a los campos. Nunca logró esclarecerse quién fue el delator.

Tras la liberación de Auschwitz, Otto regresa a Ámsterdam. Durante el viaje se entera de la muerte de Edith. Una vez en Ámsterdam, se dirige a la casa de Miep y Jan Gies. Tiene la esperanza de que sus hijas estén aún con vida, pero luego le llega la noticia de que tampoco ellas han sobrevivido. Miep le entrega los papeles que componen el diario de Ana, los cuales encontró en la casa después de la detención y conservó hasta ese momento. El deseo de Ana de que su diario se publicase después de la Guerra por fin se cumplió.

Tras este triste episodio, el padre de Ana se dedica a luchar por los derechos humanos. Contesta miles de cartas de personas que han leído el diario de su hija. Otto Frank suele poner al final de sus cartas las siguientes palabras: “Espero que el libro de Ana pueda inspirarte cuando seas mayor, para que en tu entorno puedas luchar, en la medida de lo posible, por la paz y el acercamiento entre los hombres.”

Sin duda, la profunda mirada de Ana, su cara de niña y sus palabras nos quedarán para siempre. Nadie se va del todo mientras lo sigamos recordando.

CDR

2 comentarios:

  1. Desapariciones lamentables, pero sobrevivimos a todo... ánimo.
    Pmd.

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  2. Los recuerdos, en mayor o menor medida, siempre estarán ahí.
    Tati.

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