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sábado, 14 de junio de 2014

PARENTESCOS INSÓLITOS: ASESINO Y HACHÍS

Esta serie de parentescos insólitos es fuente siempre de sorpresas. Como es el caso de la relación que vamos a descubrir hoy entre estas dos palabras: asesino y hachís.

Empezamos por la última y no acudimos en esta ocasión a las dos lenguas clásicas para la etimología de esta droga con nombre de estornudo. El cáñamo es una planta común en España que algunos llaman cannabis, cuya resina contiene una sustancia estupefaciente conocida como marihuana, mariguana o marijuana (en América), y que los árabes llamaron ḥašīš (hierba, hierba seca, heno). Cuando se consume en una ambiente social adecuado, esta droga produce un efecto eufórico más intenso que el del alcohol. Por eso, desde muy antiguo, los pueblos árabes de Oriente medio y el África septentrional utilizaron los ápices florales y las hojas secas del cáñamo índico, mezclados con azúcar y otras sustancias aromáticas, para elaborar una bebida embriagante que recibía también el nombre de ḥašīš . Hoy, en España, el hachís conserva su nombre árabe, aunque ya no se bebe sino más habitualmente se fuma mezclado con tabaco rubio o en forma de porros.

Hasta aquí seguro que todo les suena. Pero, ¿y lo que sigue?

A finales del siglo XI, Hasán ibn al-Sabbah, más conocido como "el Viejo de la Montaña", fundó en Persia una secta islámica nizarita, rama de los chiítas ismaelitas, cuyos miembros alcanzaron triste fama por sus sangrientas venganzas políticas. Según cuenta Marco Polo en su Libro de las maravillas (1300 aprox.), los miembros de esta secta eran embriagados con una bebida elaborada con hachís y enviados a peligrosas misiones consistentes en matar a algún cabecilla enemigo de la región, ya fuera este musulmán o cristiano. Por ejemplo, lo intentaron con Saladino; y lo consiguieron con el visir del sultán Malik en el año 1092, con Raimundo de Trípoli en 1152 o con Conrado de Monferrato en 1192. En árabe, a estos individuos los llamaban ḥaššāšīn, es decir, "los bebedores de hachís", en clara referencia al uso que hacían de dicha bebida euforizante. De ellos se tuvo noticia en el mundo cristiano no solo a través de los grandes viajeros de la época, como el mencionado Marco Polo, sino también por medio de los cruzados franceses que habían acudido a Tierra Santa para rescatar los Santos Lugares en poder de los infieles, que contaban, a su regreso, de la crueldad de unos hassissis, hachichins o assassins (de todas estas formas transcribían el árabe a su romance gálico).

En cuanto a nuestro castellano, ya Alfonso X el Sabio los menciona en sus Siete Partidas (1256): "assesinos son llamados una manera de homes desesperados e malos, que matan a los homes a traición." Sin embargo, hasta el siglo XVI, no adoptaría la palabra asesino el significado que hoy le damos. Al parecer fue en Italia donde assassino comenzó a usarse como sinónimo enfático de "cruel" o "sanguinario". Tal ampliación de significado es un fenómeno frecuente, observado también con otros gentilicios como "bárbaro" o "cafre".

Así pues, del mismo modo que a estas alturas cualquiera puede cometer barbaridades o hacer el cafre, hace ya tiempo que no es necesario pertenecer a la secta del Viejo de la Montaña para ser un asesino.

CDR

2 comentarios:

  1. Jo, qué curiosidad... ni idea. Cuánto se parende cada día.
    Pmd.

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  2. ¿Nos fumamos un porrillo la noche de S. Juan?
    Tati.

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