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miércoles, 9 de julio de 2014

ANIMALES

Animal es todo ser orgánico que vive, siente y se mueve por impulso propio. El ser humano, encajando perfectamente en esta definición, parece haberse posicionado por encima al considerarse, por supuesto, un ser racional y por tanto, superior. De manera que si a una persona se le dice "animal" es a modo de insulto, eres un ignorante, un grosero.

Pero no por estas cuestiones semánticas, el hombre y la mujer somos menos animales desde el punto de vista biológico.

Centrándonos en los animales que no pertenecen a la especie humana, se distinguen muchas subclases dentro del reino animal y ciertamente no es esta mi especialidad. Así que vamos a ocuparnos hoy de los animales domésticos, de los que más o menos todos sabemos lo básico. En especial me refiero a los gatos, perros y otras mascotas que el ser humano ha reducido y acostumbrado a estar con él. Porque en su naturaleza, ningún animal hay de compañía.

Y siendo pues cierto que los animales domésticos no han pedido ser nuestros compañeros, sino que les hemos obligado a ello a lo largo de los siglos, parece nuestra responsabilidad ahora tratarlos como los seres en que en realidad los hemos convertido, cariñosos, dependientes, indefensos.

Por eso me sorprende que haya gente que se escandalice de que la mayoría de los que tenemos mascota sintamos por estas aprecio, las cuidemos y las tratemos, según ellos, "como personas". Por supuesto que no hay que caer en el fanatismo -ni en este ni en ningún ámbito- ni perder la cabeza, un perro no es un hijo, ni un hermano, ni un padre, ni un esposo (pero sí es en verdad un amigo, un compañero). Además, en general, cuando se utilizan estos términos se suele hacer de forma figurada, claro, en un registro coloquial del lenguaje. Y cuando dejamos que nuestro perro o nuestro gato se suba a la cama o al sofá, no estamos tan alejados de aquellos hombres de hace no demasiados años que convivían con sus animales, compartían lecho, intercambiaban calor e incluso trabajaban juntos. Solo que ahora lo hacemos por gusto y antes era una forma de vida. Eso sí. Pero a nadie se le obliga a tener mascota. Por tanto, a quien no le guste que no la tenga, pero que respete a los que la tenemos y la cuidamos.

Porque los siguientes argumentos son para mí absurdos:

¿Es necesario para un animal tanto cuidado, tantas comodidades? Por supuesto que no. Igual que para nosotros no es vital todo lo que poseemos. No necesitamos el aire acondicionado en verano ni la calefacción en invierno, no necesitamos un televisor y mil aparatos más en casa que simplemente sirven para facilitarnos la vida, que disfrutemos de ella, pero no son imprescindibles. Igual que un perro puede dormir en el suelo también puede hacerlo una persona -y desgraciadamente hay demasiados casos-. Sin embargo, porque mi perro no tenga una cama, o no sea vacunado, o no sea lavado, o no le dé de comer tres veces al día, no voy a solucionar el problema de la pobreza en el mundo. Ojalá fuera tan sencillo. Ojalá no hubiera injusticias y no existieran animales que viven mejor que muchas personas. Ojalá el equilibrio del mundo dependiera de que los animales domésticos volvieran a su estado salvaje y los recursos y medios que en ellos invertimos se destinaran a cosas más "humanas". Y más aún, ojalá seres humanos y animales (domésticos y salvajes) pudiéramos vivir en armonía en esta Tierra que es de todos, aunque no lo parezca.

Las mascotas están malcriadas. Claro, como la mayoría de niños y adolescentes -y muchísimos adultos- de esta sociedad actual. Con la diferencia de que las repercusiones son bastante diferentes en ambos casos. Mientras que mi perro me toma el pelo cuando lo llamo y hace oídos sordos porque está oliendo algo interesante, y esto no tiene importancia alguna, puede que mi hijo se haya convertido en un auténtico tirano que no valora nada de lo que tiene y su relación conmigo sea más bien interesada que afectiva, ya que no he podido dedicarle suficiente tiempo en su más tierna infancia debido a mi ajetreada vida, y después llene ese vacío irrecuperable con cosas materiales. Esto sí es grave. Resulta, además, que cuando regaño a mi perro por algo que ha hecho mal, me mira con ojos culpables y se retira a un rincón, para volver a mis pies cuando nota que lo peor ha pasado. Mientras que mi hijo amenaza con denunciarme si le toco un pelo y transgrede las normas, ahora de la casa, en el futuro... quién sabe.

Me dirán que exagero. Es cierto. Para explicar algo no pocas veces hay que recurrir a los extremos y a la generalización, siempre injusta. Pero creo que cuando los detractores de las mascotas dicen que es impensable comprar un diamante para el collar del gatito, hacerle la permanente y la manicura, llevar el perro al dentista, ponerle calefacción en la caseta, sentarlo a la mesa a comer... también están exagerando. La mayoría de nosotros simplemente nos limitamos a darles cariño a nuestros animales, destinarles una exigua parte de nuestros ingresos -menos, seguro, que los sibaritas a sus caprichos- y tratarlos de una manera digna, como todo ser viviente se merece.

CDR

2 comentarios:

  1. Estupendos argumentos, cada cual que piense, opine o dejer de terner animales... aunque. ¡a veces!
    Buena entrada, bloggera.
    Pmd.

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  2. A veces, me gustaría convertirme en uno de esos animales/mascotas por unos momentos. Me pregunto: ¿hasta qué punto se diferencian de nosotros en lo que puedan sentir?
    Tati.

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