Quizá todavía no estén de vacaciones, pero hoy es sábado. Y qué mejor que una larga tarde perezosa de verano para leer. Hoy una propuesta divertida, ácida, ambientada precisamente en el estío, cuyo título no debe desanimar a nadie.
Es inevitable mencionar que la autora de esta novela, Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) es la esposa del reputadísimo escritor Paul Auster. Aunque basta con leer unas líneas para saber que su posición literaria es por méritos
propios.
Tras varias novelas (Todo cuanto
amé o Elegía para un americano),
poesía e incluso ensayo (La mujer
temblorosa), Hustvedt entrega El verano sin hombres (2012), una “comedia feminista”, como ella misma ha
calificado este relato sobre una mujer que enloquece cuando, tras treinta años
de matrimonio, su marido decide tomarse una pausa. Lo peor es que para Mia, la
protagonista, se trata de una caída repentina al abismo, porque no ha mediado
un conflicto, ha sido algo súbito, su relación iba bien hasta que su marido
decidió sin más irse con otra.
El
proceso de curación de esta mujer de cincuenta y cinco años va desde el ingreso
en una clínica para trastornos neurológicos hasta la estancia estival en su
pueblo oriundo. Allí se produce la catarsis. La convivencia con el grupo de
amigas octogenarias de su madre, el curso de poesía que imparte a unas
adolescentes y la relación con la vecina hacen que Mia tome distancia de su
drama. Así, visto con perspectiva y compartiendo otras experiencias en
femenino, su tragedia se va convirtiendo en algo incluso absurdo.
Hustvedt crea
una galería de personajes exclusivamente femeninos, de lo cual da buena cuenta
el título. Y en estas mujeres quedan representadas todas: la anciana Abigail,
que expresa su represión a través de bordados subversivos; la vecina Lola,
víctima de un marido celoso y violento; las chicas adolescentes con sus
rencores e inseguridades; e incluso Flora, una niña feliz con sus juegos. Y en
medio de todas ellas, Mia, la esposa abandonada, madre de Daisy, que representa
a la mujer moderna, sin complejos ni ataduras.
El personaje masculino omnipresente,
aunque ausente, es Boris, un científico sesentón. Con este pretexto, la
escritora norteamericana teoriza, de una manera muy amena e irónica -y tras
labor de documentación- sobre la ciencia, sobre los trastornos nerviosos, sobre
las diferencias entre hombre y mujer, no sólo sexuales sino también biológicas,
como la edad. Descubrir el punto de vista femenino ha proporcionado a la
narrativa de Siri Hustvedt una interesante mezcla de sentido del humor y
profundidad. El resultado es una novela en primera persona, con fragmentos de
diario personal, con digresiones teóricas, poemas, cartas, correos electrónicos
y continuos guiños al lector. Se atreve incluso la autora a ilustrar la historia
con unos dibujos propios que simbolizan la liberación de la protagonista.
Cuando se le pregunta a Siri Husvedt sobre la parte de autobiografía que hay en esta novela, aludiendo a que Mia es escritora, como ella, a que su hija es actriz, como Sophie Auster, a las supuestas crisis conyugales, a sus problemas nerviosos, Husvedt zanja el tema afirmando que todos los escritores trabajan con material autobiográfico pero, ¿acaso se le acusa de no tener imaginación? y por cierto, ¿se le hacen estas mismas preguntas a los hombres?
¡Feliz lectura!
CDR
¡Me encantan sus libros! Buena recomendación.,.
ResponderEliminarPmd.
Este verano con mucho tiempo por delante para leer. Adelante.
ResponderEliminarTati.