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miércoles, 13 de agosto de 2014

EVENTUALIDADES

Estos días de verano son apropiados, aparte de para la lectura -vetada la playa y otras diversiones- para ver películas. De todas se podría hablar, claro, pues, como los libros, no hay ninguna tan mala de la que no se saque algo bueno. Sin embargo, no me considero entendida en cine y por ello solo comento aquellas que verdaderamente me tocan alguna fibra, como hasta ahora llevo haciendo en este blog.

Es el caso de La familia Savages (The Savages), un largometraje de 2007, protagonizado por el recientemente desaparecido Philip Seymour Hoffman, Laura Linney -nominada al Oscar a la mejor actriz- y Philip Bosco en los papeles principales.

Jon y Wendy son dos hermanos que no han tenido una infancia fácil, su madre los abandonó y hace ya mucho que tampoco se hablan con su padre. Los tres llevan vidas independientes, la distancia emocional los ha llevado también a una distancia geográfica, cada uno vive en un extremo del país y ninguno se preocupa de los otros. Hasta que un día el anciano padre empieza a enfermar, su pareja muere y la familia de ella no quiere hacerse cargo de la situación, pues legalmente no es obligación suya. Así que los hermanos deben trasladarse a Arizona, recoger a su padre, decidir y afrontar qué hacer con él. Jon es un excéntrico catedrático de filosofía, que intenta escribir el ensayo de su vida sobre Bertol Brecht. Por su parte, Wendy es una autora teatral, freelance, cuya vida sentimental deja mucho que desear, cosa que tiene en común con su hermano mayor. Ambos son almas a la deriva que se verán unidas por las circunstancias. La repentina situación de su padre Lenny les ayudará a mejorar su relación fraternal e incluso la que mantienen con los demás. Las eventualidades que se les presentan les hacen reflexionar, volver al pasado, revisar su presente y en última instancia, hacer lo correcto con su progenitor a pesar de todo.

El traslado del padre, las cavilaciones acerca de dónde ingresarlo (la opción de hacerse cargo personalmente es inviable), las fluctuaciones emocionales por las que pasan los tres personajes, pues también el padre en su demencia tiene momentos de lucidez, y finalmente la muerte de Lenny, hacen que sin duda consideremos esta película como un drama. Sin embargo, existe en el desarrollo argumental un humor irreverente que no puede asociarse más que al realismo, porque la vida en sí suele mostrarse sarcástica.

Una historia cotidiana que intenta reflejar el individualismo, pero también la familia y sobre todo los sentimientos reprimidos. La directora y guionista Tamara Jenkins consigue un perfecto retrato realista de esta familia, cuyo peso recae en los hermanos pero con el padre como verdadero catalizador de su catarsis. Los magníficos diálogos, así como también las miradas y los silencios, nos van mostrando a un Jon pragmático que maneja la situación lo mejor que puede (la residencia de ancianos está próxima a su domicilio y aloja a su hermana en casa) y a una Wendy algo neurótica, vulnerable e insegura, que se siente culpable por dejar a su padre en una residencia. Lejos de todo sentimentalismo, sin embargo, los personajes incluso se podrían tildar de fríos en ocasiones, lo cual contribuye a la sonrisa en las situaciones más dramáticas. Magistral interpretación de los dos protagonistas en una película que nos hace reflexionar sobre el individualismo de la sociedad actual y que, sin llegar a la lágrima, nos deja un regusto amargo a pesar de la mejoría vital de los hermanos al final.

CDR    

1 comentario:

  1. El cine muestra, el cine enseña como la vida misma, y en ocasiones repite esquemas.
    Pmd.

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