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sábado, 20 de septiembre de 2014

AMORES EN LA MITOLOGÍA (VII)

Mañana nublada del mes de septiembre en la frontera entre verano y otoño, buen día para recrearnos en una de esas historias mitológicas en las que el amor campa a sus anchas.

Zeus, el gran Dios, era un ser inagotable en sus correrías amorosas. Si bien su boda sagrada con Hera duró nueve días y en esta Zeus se convirtió en cuclillo para dedicar a la bella esposa deliciosas melodías, la vida conyugal de la pareja no fue precisamente feliz, pues Hera se convirtió en la mujer engañada por excelencia, compadecida por el resto de miembros del Olimpo, y su matrimonio en una historia continua de celos y despecho femeninos.

Narramos hoy la aventura divina con Semele, hija de Cadmo y Armonía, nieta de Afrodita, bellísima joven que paseaba por los caminos de Tebas cuando de pronto recordó un raro sueño que la había inquietado. En su visión onírica, una lengua de fuego descendía del cielo para abrasar un árbol convirtiéndolo en cenizas, sin embargo, el fruto del árbol quemado quedaba intacto. A continuación, en el cielo se abrían las nubes y aparecía un muslo masculino, y luego una mano que tomaba el fruto único para coserlo dentro del muslo. Finalmente, la extremidad se abría y de ella salía un hermoso hombre.

Semele intuía que el árbol la representaba a ella misma. Cuando le contó el sueño a su padre, este hizo llamar a Tiresias, el adivino, quien dijo a la joven que debía ofrecer el sacrificio de un toro, al que tendría que matar con sus propias manos.

Y cuenta el mito que:

"La muchacha obedeció al respetado adivino y mató un toro que, en sus últimos estertores, la manchó de sangre. Empapada la túnica con el líquido de la bestia, Semele corrió a bañarse al río.

Mientras todo esto sucedía, desde el Olimpo, Zeus contemplaba la escena con deleite. Sus ojos resbalaban por la piel mojada de la joven y sus deseos flotaban al lado de ella. Aunque estaba impaciente, el dios decidió esperar a la noche para desatar sus pasiones.

Cuando por fin llegó la hora deseada y la oscuridad nocturna todo lo escondía, Zeus se tendió en el lecho de Semele y,como era costumbre en él, se unió a la joven adoptando una identidad distinta. Primero lo hizo bajo la forma de un toro, aunque con miembros humanos; luego se convirtió en una pantera; después en un joven coronado con ramas de vid; finalmente, fue una serpiente.

Por todos los medios y formas, Zeus prolongaba el acto. Y por fin, fue concebido Dioniso en el preciso momento en que el padre olímpico gritó el nombre con el que durante siglos sería invocado: "¡Euoi"!

Si bien Zeus engañaba a su esposa Hera en secreto, esta solía descubrir a su marido, pergeñando luego alguna forma de hacerle pagar sus infidelidades. En esta ocasión, su plan era audaz, pero para que tuviera éxito debía comprometer a su rival. Conocedora de que Zeus le había prometido a Semele que nada le negaría, insistió engañosamente a la muchacha para que le pidiera a Zeus que se apareciera ante ella en todo su genuino esplendor, para poder admirarlo en su amplia dimensión divina. El dios, por supuesto, no pudo negarse y se presentó ante la joven rodeado de todos sus rayos, con lo cual, Semele, en avanzado estado de gestación, quedó inmediatamente fulminada. Pero Zeus se dio cuenta de que el feto seguía viviendo, entonces lo tomó y lo cosió a su muslo hasta que finalizó su desarrollo."

Bien está claro que el sueño de Semele se cumplió, a pesar de haber realizado el sacrificio del sabio Tiresias -los dioses siempre se salen con la suya-. Por su parte, Dioniso, del que también hemos hablado aquí por sus amoríos, con el paso de los años consiguió rescatar a su madre del reino de Hades. Pero eso ya es otra historia.

CDR

2 comentarios:

  1. Fabulosa, interesante y edificante mitología. Buen entrada, bloggera.
    Pmd.

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  2. Una bonita historia para esta tarde otoñal, pero calurosa.
    Tati.

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