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martes, 16 de septiembre de 2014

MUJERES: LA BAZÁN

Tal día como hoy, en 1851, nació en La Coruña Emilia Pardo Bazán, considerada la mejor novelista del siglo XIX y una de las mejores escritoras de nuestras letras, por mucho que en realidad se vea eclipsada por sus coetáneos masculinos, Galdós y Clarín.

Hija única de don José Pardo Bazán y Mosquera y de doña Amalia de la Rúa Figueroa y Somoza, la niña recibió una educación esmerada. Emilia fue una lectora infatigable desde los ocho años, a los nueve compuso sus primeros versos, y a los quince su primer cuento, "Un matrimonio del siglo XIX", que envió al Almanaque de La Soberanía Nacional, y que sería el primero de los numerosísimos -cerca de seiscientos- que publicaría a lo largo de su vida. Su formación se completó en Madrid, donde solía pasar los inviernos la familia, debido a las actividades políticas de su padre, militante en el partido liberal progresista.

El año 1868 supone un hito en la vida de Emilia, como ella misma expresa: "Tres acontecimientos importantes en mi vida se siguieron muy de cerca: me vestí de largo, me casé y estalló la Revolución de septiembre de 1868". Emilia tenía dieciséis años, y su marido, José Quiroga, estudiante de Derecho, veinte. La boda se celebró el 10 de julio en la capilla de la granja de Meirás, propiedad de los padres de la novia.

En 1873 la familia Pardo Bazán -también la joven pareja- abandona temporalmente España. El viaje se prolonga por varios países de Europa, lo que despierta en Emilia la inquietud por los idiomas, con el deseo de leer a los grandes autores de cada país en su lengua original. Su inquietud intelectual va en aumento y, al regresar a España, entra en contacto con el krausismo a través de Francisco Giner de los Ríos, con quien le uniría una gran amistad. El influjo de los krausistas la empuja a la lectura de los místicos y de Kant, y éstos, a su vez, la conducen hasta Descartes, Santo Tomás, Aristóteles y Platón.

En 1876, año del nacimiento de su primer hijo, Jaime, se da a conocer como escritora al ganar 
-derrotando a la mismísima Concepción Arenal- el concurso de ensayo convocado en Orense para celebrar el centenario de Feijoo. Son años en que todavía no ha abandonado totalmente la poesía. Gracias a Giner de los Ríos se edita en 1881 el libro de poemas de doña Emilia, titulado Jaime (la escritora adoraba a su hijo).

La afición al género novelesco no es temprana en Emilia, que consideraba la novela un género menor, de mero pasatiempo, prefiriendo completar, siguiendo un orden, su formación intelectual, en la que encontraba muchas lagunas. Sin embargo, el conocimiento de las obras de sus contemporáneos la anima a escribir su primera novela, Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina, poco antes de aceptar la dirección de la Revista de Galicia, en 1880.

En 1881 publica Un viaje de novios, novela para la que utilizó las experiencias de un viaje a Francia, y ese verano, en Meirás, acaba la hagiografía San Francisco de Asís: siglo XIII, ya embarazada de su segunda hija, Carmen. En cuanto a la serie de artículos que publica entre 1882 y 1883 bajo el título de La cuestión palpitante, es importantísima para comprender lo que significa el naturalismo en la obra de Emilia Pardo Bazán. Este ensayo, prologado por Clarín, fue criticado por todos excepto por Galdós.

En esta línea naturalista se inscribe la tercera novela de doña Emilia, La Tribuna (1883), su primera novela redonda, todo un pregón feminista a través de su protagonista, la cigarrera Amparo, personaje delicado y complejo, arrollador. Así también las magníficas obras posteriores, Los pazos de Ulloa (1886) y La madre naturaleza (1887), 
en las que escribe el gran fresco rural, recreando a su gusto un campo gallego violento, sensual, lleno de contrastes sociales y culturales. Y La piedra angular, publicada casi un lustro después.

Entre La Tribuna y Los pazos de Ulloa escribe Emilia Pardo Bazán una novela en la que se aparta de la técnica naturalista. Se trata de El cisne de Vilamorta (1885), donde se conjuga la observación realista con ciertos elementos románticos. Además, entre La madre naturaleza y La piedra angular publica cuatro novelas que tampoco pueden denominarse naturalistas: Insolación (obra nítida  de técnica actualísima, que supuso un auténtico escándalo) y Morriña (narración de un amor fatal, con tintes adúlteros y de intriga), ambas de 1889 y ambientadas en Madrid, han sido consideradas por la crítica dentro de las coordenadas del realismo. Y Una cristiana y La prueba, las dos de 1890, como participantes de cierto idealismo (traba polémica a través de la ficción con algunos de sus detractores morales) , tendencia que se observa también -con el paréntesis de La piedra angular-, en el ciclo de Adán y Eva, formado por Doña Milagros (1894) y Memorias de un solterón (1896).

En 1891 emprende una nueva aventura periodística con Nuevo Teatro Crítico, revista fundada y escrita completamente por ella, que tanto en su título como en su planteamiento misceláneo, cultural en sentido amplio, y divulgativo quiere rendir homenaje a su admirado Feijoo, y en 1892 funda y comienza a dirigir la Biblioteca de la Mujer.

Desde tiempo atrás doña Emilia venía colaborando en numerosas revistas y periódicos, con crónicas de viajes, artículos, ensayos y numerosísismos cuentos que agruparía en varias colecciones: Cuentos de Marineda, Cuentos de amor, Cuentos sacroprofanos, En tranvía (Cuentos dramáticos), Cuentos de Navidad y Reyes,Cuentos de la patria, Cuentos antiguos... Y también en la prensa, en La Lectura, empieza a salir en 1903 su novela La Quimera (retrato del Madrid polvoriento de la época), que dos años después vería la luz como libro. Confirmando su criterio de que la novela debe reflejar el momento en que es escrita, pueden apreciarse en La Quimera ciertos ecos modernistas y simbolistas.

En 1908 publica La sirena negra cuyo tema central es el de la muerte, que escribió en el Ateneo de Madrid, donde fue nombrada Presidenta de la Sección de Literatura en 1906.

Viajera infatigable, continúa además consignando sus impresiones en artículos de prensa y en libros. En 1900 van apareciendo en El Imparcial sus artículos sobre la Exposición universal de París, que cuajarán en el libro Cuarenta días en la Exposición. En 1902 se edita Por la Europa católica, fruto de un viaje por los Países Bajos.

Todavía no había intentado llevar a la escena sus obras de teatro, y en 1906 estrena en Madrid, sin éxito, Verdad y Cuesta abajo.

Es doña Emilia una figura reconocida en la vida literaria, cultural y social de la época -también blanco de todas las controversias-. En 1908 comienza a utilizar el título de Condesa de Pardo Bazán, que le otorga Alfonso XIII en reconocimiento a su importancia en el mundo literario. Desde 1910 fue consejera de Instrucción Pública; socio de número de la Sociedad Matritense de Amigos del País desde 1912. Dos años después se le impondría la Banda de la Orden de María Luisa, y recibiría del Papa Benedicto XV la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice. En 1916 el ministro de Instrucción Pública la nombra catedrática de Literatura Contemporánea de Lenguas Neolatinas en la Universidad Central.

Es de destacar, en el plano personal, que su matrimonio no tardó mucho en romperse, si bien de un modo amistoso, acordando los cónyuges la separación como pareja pero la continuidad familiar. Uno de los romances más sonados de la escritora fue el que mantuvo con Benito Pérez Galdós, pasión crepuscular y relativa que ambos aderezaban con otros amantes más jóvenes. Emilia nunca fue guapa, pero Galdós escribe en unas simpáticas cartas que esa mujer era una fuerza de la naturaleza y que en sus coloquios tenía una gracia chamberilera impensable en una gallega de sus años y sus arrobas. Era irresistible, pues.

El 12 de mayo de 1921, una complicación con la diabetes que padecía le provoca la muerte. Al día siguiente, toda la prensa hablaba de la escritora fallecida, que fue enterrada en la cripta de la iglesia de la Concepción de Madrid.


Lo cierto es que doña Emilia Pardo Bazán fue una genio, no existe en nuestra cultura española moderna tal fenómeno de personalidad, creatividad, libertad y hondura. Además, se trata de la primera gran periodista española, fue la primera corresponsal en el extranjero. Sus artículos feministas están reunidos en La mujer española, posiblemente el libro más importante y menos conocido del feminismo español. Ella representó el ejemplo de lo que suponía la igualdad de sexos en libertad, lo que le trajo no pocos sinsabores que supo lidiar con la cabeza bien alta.

La Bazán, en fin, supo conquistar un territorio propio en las letras, a pesar de ser mujer y sin dejar de serlo, y su dilatada obra, de la que aquí solo hemos hecho un esbozo, constituye una perpetua novedad; una obra que ojalá a lo largo del siglo XXI sea recuperada de las esferas académicas y se reconozca en toda su magnitud.

CDR

2 comentarios:

  1. Siempre reivindicativa Pardo Bazán, cuyas novelas no dejan de asombrar a las jóvenes generaciones, por la profundidad de sus personajes y de su paisaje.
    Pmd.

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  2. Seguirá reconociéndose, sin duda, por su trayectoria como escritora y como mujer.
    Tati.

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