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martes, 30 de septiembre de 2014

MECIDOS POR EL VIENTO

Como seres superiores que somos, orgullosos, creemos que lo controlamos todo, pero un hecho fortuito, una decisión no suficientemente meditada o una simple casualidad, pueden cambiar nuestras vidas. Incluso, ¿de verdad controlamos lo que pensamos y decidimos?

Si hacemos un repaso mental a nuestro pasado, ¿no les parece que, en cierto modo, nuestra vida está sujeta a los caprichos del destino? Piensen en por qué viven donde viven o en por qué se dedican a su trabajo... Al menos en mi caso, aunque yo me engañe diciendo que es lo que siempre he querido y fue planeado conscientemente -en cierta medida sí-, lo cierto es que ambas cosas han dependido mucho del azar. Y así, cualquiera de nuestras acciones, por pequeñas que sean, acarrean consecuencias insospechadas que solo más tarde podemos analizar.

Y, ¿qué me dicen de las desgracias? Cuando nos sucede algo malo empezamos a imaginar qué hubiese pasado si hubiésemos hecho esto o lo otro, si hubiésemos estado o no estado... Lo mismo sucede con cualquier enfermedad. ¿Nos habremos cuidado suficiente? Quizá si hubiera comido más de esto y menos de aquello, si caminara diariamente, etc. En definitiva, nos sentimos culpables, aunque en el fondo sabemos que el destino está regido por combinaciones de factores que ni conocemos ni por supuesto controlamos.

Así pues, nada depende enteramente de nosotros, por más que sea muy buen consejo tomar las riendas de nuestra vida. Pero no olviden, como dijo Francis Thompson, que "todas las cosas están unidas entre sí, de tal modo que no puedes agitar una flor sin trastornar una estrella". Seguro que muchos han oído hablar del efecto mariposa.


Científicamente está demostrado que cuando pensamos hacer algo, nuestro cerebro va por delante, es decir, las decisiones se materializan unos 300 milisegundos después de que el cerebro mande el impulso de hacerlo. Esto es, en realidad las decisiones las toma nuestra parte inconsciente. A este respecto otra cita, esta vez de Freud, quien aseguró que esta evidencia era un atentado contra nuestro amor propio, pues "nuestra mente consciente no controla nuestra forma de actuar, sino que simplemente nos cuenta un cuento sobre nuestras acciones".

Por último, siendo así, ¿cuántas justificaciones nos sacamos del bolsillo? Como si todo dependiera exclusivamente de nosotros, nos sentimos culpables por infortunios producidos por fuerzas ingobernables, nos desilusionamos cuando no se cumplen nuestras desmesuradas expectativas, nos rompemos la cabeza indagando sobre porqués sin respuesta... Sin entender que sufriríamos menos si hiciésemos un ejercicio de humildad sobre nuestra capacidad de control, si nos entendiéramos como seres influenciados por cosas tan sencillas tales que un encuentro casual, el color del cielo una mañana, un perfume o una canción que nos trae recuerdos, unos versos recitados en un momento concreto, etc.

Seres mecidos por el viento.

Según Oscar Wilde, "la vida no la gobiernan ni la voluntad ni la intención."

CDR

jueves, 25 de septiembre de 2014

SUEÑO Y REALIDAD

En esta tarde lluviosa de otoño, cuando ya la luz es gris y van quedando atrás los calores del estío, recomendamos una interesante lectura.

Con este verso de Salvatore Cuasimodo, “oscura monótona sangre”, titula el periodista argentino Sergio Olguín (Buenos Aires, 1967) su novela. Una historia que conquistó al jurado del V Premio Tusquets Editores de Novela.

Se trata de un relato vibrante que atrapa desde el primer momento, con un estilo inconfundiblemente periodístico por su sencillez, sobriedad y concisión, a la vez que de una rotunda calidad literaria.

Oscura monótona sangre (2010) está ambientada en Buenos Aires, con un vocabulario porteño auténtico que no hace a esta novela, sin embargo, localista, ya que puede ser entendida por cualquier lector y lo que aquí ocurre podría pasar en cualquier ciudad del mundo. El contraste entre la riqueza y la pobreza es algo tristemente universal, así como la lucha del ser humano consigo mismo.

La trama se nutre, como en anteriores novelas de Olguín (El equipo de los sueños, 2005, Lanús, reeditada en 2008), del propio medio de la ciudad, desde la corrupción hasta las drogas, pasando por la marginalidad y la violencia. Pero no se trata de un thriller al uso, sino que se narra la historia de una obsesión erótica, que lleva al personaje a una paulatina e inevitable degradación. Huyendo, además, de cualquier tipo de enjuiciamiento moral, el lector se sitúa en esa misma postura neutra. En este sentido, como el propio autor confiesa, es evidente la influencia de Simenon, maestro en relatos de intriga con incremento emocional, normalmente de base sexual amorosa.

Julio Andrada es un empresario boyante y ejemplar que somete su vida a una rigurosa rutina, lo que le permite tenerlo todo bajo control. De origen humilde, Andrada ha ido escalando posiciones en la sociedad hasta convertirse en un vecino respetable. No obstante un día, por el azar de una conversación, algo instintivo y superior a su voluntad lo arrastra a “la villa”, un barrio miseria de las afueras. Allí conoce a Daiana, una joven prostituta de quince años, que será el motor de su desgracia. A partir de aquí, el protagonista se debatirá entre lo que siente y lo que es correcto, entre lo que ha sido y lo que cree ser, entre la apariencia y la verdad. Dispuesto a traspasar todas las fronteras, Andrada se encontrará cayendo en un abismo mientras él creía subir al cielo. 

Efectivamente, este relato lineal y sin ostentaciones, nos muestra la progresión del personaje desde “la villa” hasta “el cielo”, donde finalmente éste se pregunta sobre la posibilidad de acariciar un sueño. Lo que se desea se convierte en real con sólo desearlo, pero las ilusiones, las fantasías, están hechas de ese material onírico que se nos escapa de las manos; la realidad se impone con dureza.

Las últimas novelas de Olguín, La fragilidad de los cuerpos (2013) y Las extranjeras (2014), que tampoco tienen desperdicio, las dejaremos para más adelante.

¡Feliz lectura!

CDR

martes, 23 de septiembre de 2014

PÉRDIDAS

Del latín tardío perdĭta, todos saben qué significa: carencia, privación de lo que se poseía.

Quién no tiene en su haber una historia de pérdidas.

Además, dícese del daño o menoscabo que se recibe en algo. ¿Les suena? Muchas pérdidas hemos sufrido en los últimos años, de sueldo, de derechos, de servicios, de bienestar...

Y también la cantidad o cosa perdida. Algo que se cae del bolsillo, aquello que no aparece por ningún cajón de la casa, agendas completas que desaparecen en las entrañas de los smart phones... Pérdidas en la bolsa, pérdidas en la gota fría de septiembre, pérdidas de amistades que no eran tales.

Pérdidas humanas en tantos conflictos absurdos.

La pérdida de la inocencia. ¿Cada vez más temprano?

No nos olvidemos, ya puestos, de las pérdidas de orina, problema exclusivamente femenino, a juzgar por los anuncios de televisión. 

Más graves son las pérdidas personales, las de los seres queridos, irreparables, que nos dejan una huella indeleble. Ley de vida, pero duelen.

Por otra parte, ir a pérdidas y ganancias es exponer en compañía de otros una cantidad de dinero, llevando parte en el menoscabo o utilidad que resulte. A veces se gana, otras veces se pierde.

Si decimos de algo que no tiene pérdida significa que es fácil de hallar, expresión muy usada sobre todo cuando damos indicaciones.

Y hasta en el billar hay pérdidas, la billa limpia, jugada que consiste en meter una bola en la tronera después de haber chocado con otra bola. No confundir con las carambolas del destino, culpables en gran parte de algunas pérdidas.

Pero hoy no podemos terminar esta serie sin nombrar la grandísima pérdida que supone para la política nacional la dimisión a gran escala de Alberto Ruíz Gallardón, ministro de Justicia injusto y cerril. Rectificar es de sabios, pero él prefiere abandonar porque "no ha sido capaz de cumplir su tarea". Claro, no es fácil el papel de Mesías. Nada, nada, aceptamos la dimisión. Váyase usted a su casa, no tiene pérdida. Seguro que sus muchos años de dedicación a la política no le ha supuesto la pérdida del puesto de trabajo, ni le va a suponer la pérdida de poder adquisitivo. Y piense tranquilamente en la pérdida de libertad que acarreaba la dichosa ley que por fin se han atrevido a retirar.

CDR

sábado, 20 de septiembre de 2014

AMORES EN LA MITOLOGÍA (VII)

Mañana nublada del mes de septiembre en la frontera entre verano y otoño, buen día para recrearnos en una de esas historias mitológicas en las que el amor campa a sus anchas.

Zeus, el gran Dios, era un ser inagotable en sus correrías amorosas. Si bien su boda sagrada con Hera duró nueve días y en esta Zeus se convirtió en cuclillo para dedicar a la bella esposa deliciosas melodías, la vida conyugal de la pareja no fue precisamente feliz, pues Hera se convirtió en la mujer engañada por excelencia, compadecida por el resto de miembros del Olimpo, y su matrimonio en una historia continua de celos y despecho femeninos.

Narramos hoy la aventura divina con Semele, hija de Cadmo y Armonía, nieta de Afrodita, bellísima joven que paseaba por los caminos de Tebas cuando de pronto recordó un raro sueño que la había inquietado. En su visión onírica, una lengua de fuego descendía del cielo para abrasar un árbol convirtiéndolo en cenizas, sin embargo, el fruto del árbol quemado quedaba intacto. A continuación, en el cielo se abrían las nubes y aparecía un muslo masculino, y luego una mano que tomaba el fruto único para coserlo dentro del muslo. Finalmente, la extremidad se abría y de ella salía un hermoso hombre.

Semele intuía que el árbol la representaba a ella misma. Cuando le contó el sueño a su padre, este hizo llamar a Tiresias, el adivino, quien dijo a la joven que debía ofrecer el sacrificio de un toro, al que tendría que matar con sus propias manos.

Y cuenta el mito que:

"La muchacha obedeció al respetado adivino y mató un toro que, en sus últimos estertores, la manchó de sangre. Empapada la túnica con el líquido de la bestia, Semele corrió a bañarse al río.

Mientras todo esto sucedía, desde el Olimpo, Zeus contemplaba la escena con deleite. Sus ojos resbalaban por la piel mojada de la joven y sus deseos flotaban al lado de ella. Aunque estaba impaciente, el dios decidió esperar a la noche para desatar sus pasiones.

Cuando por fin llegó la hora deseada y la oscuridad nocturna todo lo escondía, Zeus se tendió en el lecho de Semele y,como era costumbre en él, se unió a la joven adoptando una identidad distinta. Primero lo hizo bajo la forma de un toro, aunque con miembros humanos; luego se convirtió en una pantera; después en un joven coronado con ramas de vid; finalmente, fue una serpiente.

Por todos los medios y formas, Zeus prolongaba el acto. Y por fin, fue concebido Dioniso en el preciso momento en que el padre olímpico gritó el nombre con el que durante siglos sería invocado: "¡Euoi"!

Si bien Zeus engañaba a su esposa Hera en secreto, esta solía descubrir a su marido, pergeñando luego alguna forma de hacerle pagar sus infidelidades. En esta ocasión, su plan era audaz, pero para que tuviera éxito debía comprometer a su rival. Conocedora de que Zeus le había prometido a Semele que nada le negaría, insistió engañosamente a la muchacha para que le pidiera a Zeus que se apareciera ante ella en todo su genuino esplendor, para poder admirarlo en su amplia dimensión divina. El dios, por supuesto, no pudo negarse y se presentó ante la joven rodeado de todos sus rayos, con lo cual, Semele, en avanzado estado de gestación, quedó inmediatamente fulminada. Pero Zeus se dio cuenta de que el feto seguía viviendo, entonces lo tomó y lo cosió a su muslo hasta que finalizó su desarrollo."

Bien está claro que el sueño de Semele se cumplió, a pesar de haber realizado el sacrificio del sabio Tiresias -los dioses siempre se salen con la suya-. Por su parte, Dioniso, del que también hemos hablado aquí por sus amoríos, con el paso de los años consiguió rescatar a su madre del reino de Hades. Pero eso ya es otra historia.

CDR

jueves, 18 de septiembre de 2014

SER MUJER

Perséfone bajó a las profundidades y ofreció a sus habitantes el fruto del árbol de la vida: la granada.

Se convirtió en reina y sacerdotisa.

Su estancia en ese oscuro lugar la mitad del año genera las estaciones y da a los seres vivos la oportunidad de despojarse de lo viejo para acoger lo nuevo.

La diosa nos invita así a retirar nuestra energía del mundo de las apariencias para mirar hacia adentro, bajar a nuestras profundidades y encontrarnos con lo que realmente somos.


¿Qué quieres?

¿Qué necesitas?

¿Eres fiel a ti misma?
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Dentro de cada una de nosotras hay una mujer primitiva, orgánica, salvaje...

Una mujer libre, espontánea, intrépida, desinhibida, que goza la vitalidad de la naturaleza.

La vida recorre su cuerpo como un río subterráneo.

La mujer orgánica habita en su vientre, toma su fuerza de esas raíces que la vinculan a la tierra y sus ciclos.

Se alimenta de ellas, absorbe su savia y se llenan de vida sus caderas.


¿Cuánto hace que no sientes la tierra, la hierba, bajo tus pies desnudos?

¿Cuánto tiempo hace que no te dejas llevar por tu instinto?
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Inmenso poder creador en su útero. Portadoras de vida. Hijos físicos.

Pero también obras de arte, artesanía.

O actos simples de amor, cuidado y respeto.

Feminidad cambiante con cada luna.

Regeneración. Renacer como la primavera.

Danza alocada, corre por los bosques, se baña en las aguas vivas la mujer orgánica.

Gestos salvajes para conectar con su propio cuerpo y huir de la domesticación a que ha sido sometida.


¿Registras tus sensaciones en cada ciclo?

¿Contemplas tu cuerpo desnudo sin juicios?

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Si desconectamos de la realidad orgánica, quedamos a merced de los estereotipos sociales que nos empequeñecen, nos restan valor y empañan nuestro brillo femenino.

Cultivar el propio deseo y no quedar a la espera del deseo del otro.

No volvernos prisioneras de la autoexigencia, la adición a ser perfectas, la tiranía del nunca es suficiente.

Cansadas, asustadas, en pos de una belleza artificial.










¿Es esto lo que quieres?
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Afirmar: esa soy yo, soy mujer.

Que la vida deje de ser una penosa obligación para convertirse en una elección libre y creativa.



CDR

miércoles, 17 de septiembre de 2014

UN AÑO EN SUBJUNTIVO

El subjuntivo es el modo de las potencialidades, de lo que deseamos que pase pero no hay garantías de que ocurra, de los ojalá, de los tal vez, de los quizá.

Además, suele venir combinado con el condicional, las condiciones imposibles que nunca se darán.

Y así ha pasado un año ya.

Salir de cuentas
sin tener nada que contar.

Contar un año,
y ya para siempre,
sin haber nada que celebrar.

Ojalá no hubiera pasado,
ojalá estuvieras aquí.
Si pudiera cambiar las cosas...

Tal vez si hubiese hecho esto
o lo otro.
Si pudiera dejar de pensar...

Quizá estés en un lugar mejor,
o no.
Si pudiera tener la certeza...

Un año en subjuntivo por lo que pudo ser y no fue.

Y por lo que está a punto de ser.

Ojalá salga todo bien.

Tal vez sea hoy, mañana, ya queda poco.

Quizá pronto vivamos plenamente en el indicativo.

Y usaremos el subjuntivo para hacer planes, para expresar deseos, para fundar esperanzas.
Un tiempo en que las condiciones se cumplirán. Y el futuro se hará realidad.

Aunque nunca te olvidemos.

CDR

martes, 16 de septiembre de 2014

MUJERES: LA BAZÁN

Tal día como hoy, en 1851, nació en La Coruña Emilia Pardo Bazán, considerada la mejor novelista del siglo XIX y una de las mejores escritoras de nuestras letras, por mucho que en realidad se vea eclipsada por sus coetáneos masculinos, Galdós y Clarín.

Hija única de don José Pardo Bazán y Mosquera y de doña Amalia de la Rúa Figueroa y Somoza, la niña recibió una educación esmerada. Emilia fue una lectora infatigable desde los ocho años, a los nueve compuso sus primeros versos, y a los quince su primer cuento, "Un matrimonio del siglo XIX", que envió al Almanaque de La Soberanía Nacional, y que sería el primero de los numerosísimos -cerca de seiscientos- que publicaría a lo largo de su vida. Su formación se completó en Madrid, donde solía pasar los inviernos la familia, debido a las actividades políticas de su padre, militante en el partido liberal progresista.

El año 1868 supone un hito en la vida de Emilia, como ella misma expresa: "Tres acontecimientos importantes en mi vida se siguieron muy de cerca: me vestí de largo, me casé y estalló la Revolución de septiembre de 1868". Emilia tenía dieciséis años, y su marido, José Quiroga, estudiante de Derecho, veinte. La boda se celebró el 10 de julio en la capilla de la granja de Meirás, propiedad de los padres de la novia.

En 1873 la familia Pardo Bazán -también la joven pareja- abandona temporalmente España. El viaje se prolonga por varios países de Europa, lo que despierta en Emilia la inquietud por los idiomas, con el deseo de leer a los grandes autores de cada país en su lengua original. Su inquietud intelectual va en aumento y, al regresar a España, entra en contacto con el krausismo a través de Francisco Giner de los Ríos, con quien le uniría una gran amistad. El influjo de los krausistas la empuja a la lectura de los místicos y de Kant, y éstos, a su vez, la conducen hasta Descartes, Santo Tomás, Aristóteles y Platón.

En 1876, año del nacimiento de su primer hijo, Jaime, se da a conocer como escritora al ganar 
-derrotando a la mismísima Concepción Arenal- el concurso de ensayo convocado en Orense para celebrar el centenario de Feijoo. Son años en que todavía no ha abandonado totalmente la poesía. Gracias a Giner de los Ríos se edita en 1881 el libro de poemas de doña Emilia, titulado Jaime (la escritora adoraba a su hijo).

La afición al género novelesco no es temprana en Emilia, que consideraba la novela un género menor, de mero pasatiempo, prefiriendo completar, siguiendo un orden, su formación intelectual, en la que encontraba muchas lagunas. Sin embargo, el conocimiento de las obras de sus contemporáneos la anima a escribir su primera novela, Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina, poco antes de aceptar la dirección de la Revista de Galicia, en 1880.

En 1881 publica Un viaje de novios, novela para la que utilizó las experiencias de un viaje a Francia, y ese verano, en Meirás, acaba la hagiografía San Francisco de Asís: siglo XIII, ya embarazada de su segunda hija, Carmen. En cuanto a la serie de artículos que publica entre 1882 y 1883 bajo el título de La cuestión palpitante, es importantísima para comprender lo que significa el naturalismo en la obra de Emilia Pardo Bazán. Este ensayo, prologado por Clarín, fue criticado por todos excepto por Galdós.

En esta línea naturalista se inscribe la tercera novela de doña Emilia, La Tribuna (1883), su primera novela redonda, todo un pregón feminista a través de su protagonista, la cigarrera Amparo, personaje delicado y complejo, arrollador. Así también las magníficas obras posteriores, Los pazos de Ulloa (1886) y La madre naturaleza (1887), 
en las que escribe el gran fresco rural, recreando a su gusto un campo gallego violento, sensual, lleno de contrastes sociales y culturales. Y La piedra angular, publicada casi un lustro después.

Entre La Tribuna y Los pazos de Ulloa escribe Emilia Pardo Bazán una novela en la que se aparta de la técnica naturalista. Se trata de El cisne de Vilamorta (1885), donde se conjuga la observación realista con ciertos elementos románticos. Además, entre La madre naturaleza y La piedra angular publica cuatro novelas que tampoco pueden denominarse naturalistas: Insolación (obra nítida  de técnica actualísima, que supuso un auténtico escándalo) y Morriña (narración de un amor fatal, con tintes adúlteros y de intriga), ambas de 1889 y ambientadas en Madrid, han sido consideradas por la crítica dentro de las coordenadas del realismo. Y Una cristiana y La prueba, las dos de 1890, como participantes de cierto idealismo (traba polémica a través de la ficción con algunos de sus detractores morales) , tendencia que se observa también -con el paréntesis de La piedra angular-, en el ciclo de Adán y Eva, formado por Doña Milagros (1894) y Memorias de un solterón (1896).

En 1891 emprende una nueva aventura periodística con Nuevo Teatro Crítico, revista fundada y escrita completamente por ella, que tanto en su título como en su planteamiento misceláneo, cultural en sentido amplio, y divulgativo quiere rendir homenaje a su admirado Feijoo, y en 1892 funda y comienza a dirigir la Biblioteca de la Mujer.

Desde tiempo atrás doña Emilia venía colaborando en numerosas revistas y periódicos, con crónicas de viajes, artículos, ensayos y numerosísismos cuentos que agruparía en varias colecciones: Cuentos de Marineda, Cuentos de amor, Cuentos sacroprofanos, En tranvía (Cuentos dramáticos), Cuentos de Navidad y Reyes,Cuentos de la patria, Cuentos antiguos... Y también en la prensa, en La Lectura, empieza a salir en 1903 su novela La Quimera (retrato del Madrid polvoriento de la época), que dos años después vería la luz como libro. Confirmando su criterio de que la novela debe reflejar el momento en que es escrita, pueden apreciarse en La Quimera ciertos ecos modernistas y simbolistas.

En 1908 publica La sirena negra cuyo tema central es el de la muerte, que escribió en el Ateneo de Madrid, donde fue nombrada Presidenta de la Sección de Literatura en 1906.

Viajera infatigable, continúa además consignando sus impresiones en artículos de prensa y en libros. En 1900 van apareciendo en El Imparcial sus artículos sobre la Exposición universal de París, que cuajarán en el libro Cuarenta días en la Exposición. En 1902 se edita Por la Europa católica, fruto de un viaje por los Países Bajos.

Todavía no había intentado llevar a la escena sus obras de teatro, y en 1906 estrena en Madrid, sin éxito, Verdad y Cuesta abajo.

Es doña Emilia una figura reconocida en la vida literaria, cultural y social de la época -también blanco de todas las controversias-. En 1908 comienza a utilizar el título de Condesa de Pardo Bazán, que le otorga Alfonso XIII en reconocimiento a su importancia en el mundo literario. Desde 1910 fue consejera de Instrucción Pública; socio de número de la Sociedad Matritense de Amigos del País desde 1912. Dos años después se le impondría la Banda de la Orden de María Luisa, y recibiría del Papa Benedicto XV la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice. En 1916 el ministro de Instrucción Pública la nombra catedrática de Literatura Contemporánea de Lenguas Neolatinas en la Universidad Central.

Es de destacar, en el plano personal, que su matrimonio no tardó mucho en romperse, si bien de un modo amistoso, acordando los cónyuges la separación como pareja pero la continuidad familiar. Uno de los romances más sonados de la escritora fue el que mantuvo con Benito Pérez Galdós, pasión crepuscular y relativa que ambos aderezaban con otros amantes más jóvenes. Emilia nunca fue guapa, pero Galdós escribe en unas simpáticas cartas que esa mujer era una fuerza de la naturaleza y que en sus coloquios tenía una gracia chamberilera impensable en una gallega de sus años y sus arrobas. Era irresistible, pues.

El 12 de mayo de 1921, una complicación con la diabetes que padecía le provoca la muerte. Al día siguiente, toda la prensa hablaba de la escritora fallecida, que fue enterrada en la cripta de la iglesia de la Concepción de Madrid.


Lo cierto es que doña Emilia Pardo Bazán fue una genio, no existe en nuestra cultura española moderna tal fenómeno de personalidad, creatividad, libertad y hondura. Además, se trata de la primera gran periodista española, fue la primera corresponsal en el extranjero. Sus artículos feministas están reunidos en La mujer española, posiblemente el libro más importante y menos conocido del feminismo español. Ella representó el ejemplo de lo que suponía la igualdad de sexos en libertad, lo que le trajo no pocos sinsabores que supo lidiar con la cabeza bien alta.

La Bazán, en fin, supo conquistar un territorio propio en las letras, a pesar de ser mujer y sin dejar de serlo, y su dilatada obra, de la que aquí solo hemos hecho un esbozo, constituye una perpetua novedad; una obra que ojalá a lo largo del siglo XXI sea recuperada de las esferas académicas y se reconozca en toda su magnitud.

CDR

viernes, 12 de septiembre de 2014

GENTE TÓXICA

Todos conocemos a alguna persona que nos resulta tóxica. Esto quiere decir que les hace a ustedes preguntarse, tras un encuentro o conversación, ¿qué necesidad tengo yo de esto? Bien sea por mal humor, tristeza, miedo, envidia, egoísmo o cualquier otra emoción negativa, es como si les inoculara una toxina que se expande y les deja contaminados.

No se trata de no escuchar los problemas de familiares y amigos en un momento dado, por supuesto. Estamos hablando de personas que no representan gran cosa en nuestra vida pero que ahí están y que tienen una actitud tóxica continua, no como resultado de un problema o situación concretos, sino como una característica de su personalidad.

Por un lado, tenemos a esos individuos victimistas, que echan la culpa de todo lo que les pasa a otros. Ustedes se sentirán mal por no sufrir los mismos males, pues eso es lo que ellos quieren, hacernos sentir culpables a través de esta forma suya de llamar la atención.

Por otro lado, están los interesados, que les pedirán favores sin entregar nada a cambio. Su relación es unidireccional, no entregan cuanto reciben. Tirarán de ustedes sin tener en cuenta sus necesidades, sin preguntarles si les viene bien prestarles su ayuda en ese momento. Y en caso de que se la nieguen, comenzarán las críticas y el chantaje emocional.

Además, no me negarán conocer a aquellos que viven de la vida de lo demás, como si no les bastara con la suya. Su vida debe de ser tan aburrida, gris y frustrante, que destrozan la de quienes les rodean. Nunca tienen palabras de reconocimiento para los demás ni hablan positivamente de nadie, porque no soportan que a los otros les vaya bien, no saben competir si no es destruyendo a los rivales.

También hay que mantener lejos a los resentidos, bien porque no les ha ido bien en la vida o simplemente porque no creen tener la suerte que se merecen. Estos piensan que ustedes son unos interesados y no esperan nada bueno de nadie, pues a todo le ven una mala intención. Igual que los primeros, viven airados constantemente, como si el mundo les debiera algo, y no soportan el éxito ajeno.

Por último -me parece suficiente con estas categorías-, podríamos hablar de los cínicos, que hacen el mal a los demás sin ningún tipo de remordimiento ni culpa. Si a ustedes les humillan, les faltan al respeto, los menosprecian y se cargan su autoestima, en definitiva, salgan corriendo, porque estos individuos son los más tóxicos de todos.

Una de las formas de deshacerse de esta gente tóxica es expresarles desde el primer momento muy claramente que estamos dispuestos a ayudar, pero no a ser muro de lamentaciones ni a estar disponibles veinticuatro horas.

En caso de que la actitud persista, lo mejor es alejarse a costa incluso de quedar mal, porque no vale la pena dejarse intoxicar por una persona que malgasta su energía quejándose, criticando, odiando... en vez de tomar las riendas de su vida y acabar resultando una buena compañía para ustedes y para ellos mismos.

Todos tenemos problemas, no somos perfectos y quizá en algún momento puntual hasta puede que nos hayamos identificado con esta lista de tóxicos, pero en el fondo somos buenas personas, queremos a quienes nos rodean y nos sentimos felices la mayor parte del tiempo. En eso deben consistir las relaciones de cualquier tipo, en el respeto, la reciprocidad y la empatía.

Nada de tóxicos, porque esta vida, a pesar de todo, está para disfrutar... y no para asfixiarse.

CDR

miércoles, 10 de septiembre de 2014

TEJIDO DE CUENTOS

El libro que hoy recomiendo no es actual, teniendo en cuenta que hace ya un lustro que se publicó; una buena lectura en cualquier caso para acercarse a la narrativa breve actual, una antología de autores contemporáneos que no tiene desperdicio. Recuperado quizá por casualidad entre los muchos volúmenes de las estanterías, les propongo este pequeño libro lleno de grandes relatos.


La esencia siempre viene en frascos pequeños. Y en eso pensamos al terminar este libro, en algo menudo que encierra una maravillosa fragancia. Tan injustamente tildado de género menor, el cuento se presenta aquí con maestría, demostrando que la concisión no implica liviandad. Al menos las modas sirven para algo si proliferan cuentos y cuentistas como los que en Atmósferas (2009) se recogen. Cortázar afirma que no hay leyes para escribir cuentos, y así estos veintitrés son diferentes unos de otros, impregnados del estilo personal de su autor, creados cada uno con su propio clima. Extensión diversa, descripción, diálogo, lenguaje más o menos coloquial, artificiosidad en distinta medida y temática variada. Sin embargo, hay algo que los aúna: su capacidad de aglutinar una realidad, mucho más allá de la anécdota elegida para el relato. Estas historias parten de situaciones concretas para hablarnos de temas universales. La superstición, el otro yo interior, el cansancio vital, la ambición, la especie en peligro, la admiración, el futuro y el pasado conforman un panorama apto para todos los gustos.

En “Golpe de sol sobre tapete de hule azul”, Busutil describe, a pinceladas, todos los matices de la monotonía y la decepción. Ese bodegón que contemplamos es el cuadro de naturalezas muertas en que se convierte la vida de muchas personas cuyas ilusiones ha ido devorando la rutina. Otro tema recurrente es el de la muerte. Ese miedo vehemente a un destino fatal, temiendo el momento en que los “dados negros” caigan en nuestra parte del tablero. Negra guadaña o sombra sobre nuestras cabezas, la Muerte siempre acaba alcanzándonos. Y detrás quizá algo insólito, como encontramos en “Vida después”. En ocasiones intuimos que Dios debe estar demasiado ocupado para nuestras insignificancias, realmente estamos solos. La posibilidad de un paraíso hecho a medida es el consuelo que le queda a Javier tras la muerte de su tío, quien no se lleva consigo la bella manía de leer las nubes; así nos recuerda José Castillejo Valero la pervivencia del Calendario Zaragozano, fuente de precisas predicciones. Dentro de esta línea, destaca “Taxidermia”, de Francisco Antonio Carrasco, donde sentimos la turbación de un hombre que no acepta el alivio del más allá, necesita el contacto directo, la conversación aquí y ahora. Con un lenguaje sencillo y cercano, y tratando hábilmente casi con humor un asunto tan crudo, se muestra la imposibilidad de atrapar la calidez humana en una cabeza muerta y vacía, por muy lograda que esté.

Los tiempos, las circunstancias cambian, nunca la esencia del individuo. Así lo plasma Miguel Ángel Muñoz en “Pronto seré bueno”: el niño de ayer, de hoy y de siempre, que encuentra placer en la maldad, pospone eternamente dicha consigna. Además surge lo relativo del valor de las cosas, como en “Argentina 78” y “Con Senel en la Habana”. Un alto precio pagó Silvita poniendo en práctica un truco a medias con quien más deseaba que se esfumara, para después pasar toda la vida echando de menos; un cuento sorprendente de Ana María Shua, que nos deja un sabor agridulce por su contundencia. Sobre todo cuando la vida es un agujero, el hombre es su peor enemigo, según la “Teoría del hueco”, original relato con mucho de reflexión.

Y esto es sólo una muestra de lo que el lector encontrará en este libro, donde se reúne una notable nómina de autores: Salvador Compán, Manuel Moyano, Iban Zaldua, Teresa Morales Rodríguez, Óscar Esquivias, Juan Pérez Cubillo, entre otros. En Atmósferas, con hilos de tradición clásica, fantasía borgiana, retazos de realismo mágico, misterio y cotidianeidad se teje este universo de ambientes que nos envuelve y no nos deja indiferentes.


¡Feliz lectura!

CDR

miércoles, 3 de septiembre de 2014

EL MAR Y EL CEREBRO

Existe una relación apasionante entre el mar y nuestro cerebro. Al menos eso es lo que afirman los expertos. Y si no fuera así, ¿por qué contemplarlo puede hacernos sentir más seguros?, ¿por qué su sonido puede relajarnos, o alterarnos, es decir, nos afecta? Según algunos estudiosos, los sonidos tienen el potencial de modificar el ánimo y el del mar es uno de los más evocadores que existen. No hay música de relajación que se precie que no tenga de fondo el tranquilizador vaivén de las olas. Si es que no podemos disfrutar de él en directo. Así, el oído se rinde ante el mar.

Por otra parte, ¿no es cierto que pagamos más por comer a la orilla de la playa, por un apartamento en primera línea?, ¿no es cierto que el mar ejerce una potente atracción sobre nosotros cuando contemplamos su inmensidad y su poder?, ¿no es cierto que nos quedamos absortos mirando el horizonte azul? Porque también se ha demostrado que el color azul nos produce sensaciones de bienestar, como la calma, la expansión, la liberación y la protección. Parece ser que las vistas al océano crean una ilusión de posibilidades infinitas que van más allá de lo que el ojo puede ver. Como si nos liberásemos de los límites de nuestra vida. Así, la vista se rinde ante el mar

Todavía no hay evidencias científicas que demuestren estos datos, pero algunos estudios se encargan ya de averiguar los cambios que se producen en los neurotransmisores del cerebro cuando contemplamos la línea del horizonte. ¿Merecería, entonces, este hecho ser considerado en sí mismo una terapia antiestrés?

El mar compone las tres cuartas partes de nuestro planeta y sin embargo la neurociencia nunca se ha ocupado hasta ahora de pensar seriamente en este. Si se encontraran pruebas irrefutables de que el mar cura, de que la cercanía al océano reduce la ansiedad, existiría otro poderoso argumento para cuidar de las aguas marinas, lo cual sería muy importante para la causa ecológica, además de lo que supondría para la salud. Por eso es necesario el trabajo conjunto de neurocientíficos, pescadores, biólogos marinos, expertos en mariscos, surferos... todos aquellos que tengan relación directa con el mar.

Un proyecto que nace en la Academia de Ciencias de San Francisco y que tiene mucho camino por recorrer, pero sin duda ambicioso en su objetivo de descifrar y demostrar el impacto del mar en la mente humana.

La verdad es que todos sabemos que cambiamos cuando nos acercamos al mar. La mayoría nos sentimos mejor, algunos menos puede que sientan peor. Pero, definitivamente, el mar no nos deja indiferentes. 

CDR