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lunes, 9 de febrero de 2015

PARENTESCOS INSÓLITOS: TURBANTE Y TULIPÁN

Rebuscamos hoy en las raíces etimológicas de estas dos palabras a simple vista tan diferentes, para sorprendernos, una vez más, al descubrir la insólita relación que las une.

De buenas a primeras podríamos pensar que "turbante" es un adjetivo formado a partir del verbo "turbar", como "cantante" de "cantar", "ayudante" de "ayudar", etc. De hecho, los etimólogos españoles estuvieron durante años pergeñando posibles orígenes de esa palabra que designa el tocado típico de musulmanes e hindúes, a partir de una faja de tela enrollada en la cabeza. Por ejemplo, Covarrubias dice de éste que es "cobertura de cabeça de la qual usan los africanos y los demás moros y turcos; es una toca que va dando bueltas a la cabeça y se remata en punta; y assí se dixo a turbine, que es el remolino o el trompo, por tener la mesma figura." Casi ciento treinta años después, en 1739, Lope Hurtado de Mendoza anda ya tras la pista acertada cuando, en el tomo VI del Diccionario de Autoridades, afirma que "turbante viene de la palabra Dulbent o Tulbent,que en lengua turquesa significa según Menage la tela de algodón, que es de lo que se hacen."

Efectivamente, en turco moderno el turbante sigue llamándose tülbend, si bien están documentadas otras variantes como tülbant, tülbent o tulband, más próximas al nombre persa original dolband o dulband. Esta palabra llegó a nuestra lengua en el siglo XV a través del italiano turbante, que lo había tomado poco antes del turco durante los enfrentamientos bélicos con el Imperio Otomano en pleno auge.

Como acabamos de ver, el italiano nos dio la forma rb, pero en las fuentes de la época se documentan con facilidad las variantes más directas del turco, con sonido lb. Así, durante el siglo XVI hallamos en francés las formas turban (que se impondrá a la larga), turbant y tourbelon alternando con otras como toliban, tolliban, tulban y tolopan. Y algo parecido sucedió en alemán, donde Turbantas, Tarbentesi, Turbat y Turbant alternaron con Duliban, Tulbant y Tolopa; la principal diferencia es que en el caso del alemán ninguna de ellas se impuso, ya que a finales del siglo XVII, en plena influencia creciente del francés, el alemán importó de este idioma el vocablo Turban, que ha seguido usándose hasta hoy.

Por otra parte, y he aquí la curiosidad, también en turco parece haber existido otra variante tuliband o tupilant que dio nombre, por comparación de su forma con la de un turbante, a la flor que llamamos tulipán. El tulipán no sólo es el símbolo nacional de Holanda, sino también uno de los productos esenciales de su economía, puesto que ese pequeño país europeo exporta anualmente unos dos mil millones de bulbos de tulipán. Sin embargo, es poco conocido que esta flor no es originaria de Holanda y, aún más, que incluso llevó al borde de la ruina a la nación a mediados del siglo XVII.

Cien años antes, el tulipán se había difundido por Europa gracias al naturalista austríaco Conrad Gesner, pero fue en Holanda donde su cultivo causó auténtico furor, una verdadera "tulipanmanía" que describió muy bien Charles Mackay en su obra Memoirs of extraordinary popular desilusions and the madness of crowds" (1841): "La demanda de tulipanes de especies raras aumentó tanto en el año 1636 que se crearon mercados para su compraventa en la Bolsa de Amsterdam, así como en Rotterdam, Haarlem, Leiden, Alkmar, Hoorn y otras ciudades [...] Al principio, como en todas estas manías de juego, la confianza estaba en su punto culminante, y todo el mundo ganaba. Los traficantes de tulipanes especulaban con el alza y la caída de las existencias, y obtenían cuantiosos beneficios comprando cuando los precios bajaban y vendiendo cuando aumentaban. Muchas personas se hicieron ricas súbitamente. Un cebo de oro pendía tentador ante los ojos de los hombres que,uno tras otro, corrían hacia los mercados de tulipanes como las moscas a un panal de rica miel [...] Nobles, burgueses, granjeros, peones, marinos, lacayos, sirvientas e incluso deshollinadores y traperas especulaban con tulipanes. Personas de toda condición liquidaban sus propiedades e invertían el producto en flores. Se ofrecían a la venta casas y campos a precios ruinosamente bajos, o bien se entregaban como pago en las transacciones efectuadas en el mercado de tulipanes."

En los documentos de la época hallamos ejemplos increíbles de las cifras astronómicas que llegaron a pagarse por los bulbos de tulipán. La especulación "tulipánica" alcanzó su momento culminante  en enero de 1637. Al parecer, en el transcurso de dicho mes los precios se multiplicaron por veinte. Los especuladores más espabilados empezaron a vender, y un sentimiento de pánico se apoderó de la sociedad holandesa. De repente, los antiguos propietarios se encontraron sin sus propiedades anteriores y en posesión tan solo de un producto carente de todo valor intrínseco, que nadie quería comprar. La economía holandesa, una de las más prósperas y estables del mundo hasta ese momento, quedó destrozada por la inflación y la posterior depresión, que duró años.

En fin, no es que nos interesen ahora las repercusiones económicas del tulipán; toda esta historia es para aclarar más bien sus repercusiones léxicas. Así, es interesante destacar que el latín botánico usó equivocadamente el sustantivo Tulipa para dar nombre al género de estas plantas, pues los sabios de la época interpretaron por error el nombre tulipan como si fuera un acusativo latino, y asumieron que el nominativo era tulipa. Ello explica el nombre actual del tulipán en francés, tulipe, y, lo que tiene aún mayor trascendencia para nosotros, que en español llamemos tulipas, a imitación del francés, a las pantallas de vidrio de algunas lámparas, con forma parecida a la de un tulipán.

La lengua nunca deja de sorprendernos.

CDR