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domingo, 30 de junio de 2013

VERANO

Estío.

Del latín vulgar veranum (tempus).

En el Ecuador, donde las estaciones no son sensibles, temporada de sequía, que dura aproximadamente unos seis meses, con algunas intermitencias y alteraciones.

Época más calurosa del año, que en el hemisferio septentrional comprende los meses de junio, julio y agosto. En el hemisferio austral corresponde a los meses de diciembre, enero y febrero.


Respecto a la iconología, en las representaciones más antiguas de las cuatro estaciones como diosas, el Estío suele aparecer corriendo con una antorcha encendida en cada mano o bien con una hoja de trébol en la mano. También se encuentran pinturas en que el Verano aparece como una figura vestida de amarillo con una azada de muchas puntas. Sobre la urna cineraria que representa las bodas de Tetis y Peleo, se le representa más gallardamente vestido (provisto de una corona) que al Invierno y al Otoño. Se le designaba también por la caza del león. Se le pintaba además con una túnica amarilla, con un manto azul celeste, color que indica la constante serenidad del cielo durante esta estación, sobre todo en los países cálidos. El amarillo indica la madurez de las mieses. En épocas posteriores, lo simbolizan ya como una joven vestida de amarillo coronada de espigas y portando una antorcha encendida, o casi desnuda, coronada de espigas, sosteniendo en una mano el cuerno de la abundancia, rebosante de toda clase de granos y frutas, y en la otra una hoz.


No es por desentenderme de nada, pero ya estoy de verano. Y voy a disfrutarlo, a pesar del tiempo inusitadamente fresco, el tijeretazo en la paga extra (que no es un regalo, sino lo que nos corresponde y nos vienen robando últimamente) e incluso la penalización por estar de baja.

Disturbios, disgustos pasajeros que, como nubes de verano, se presentan con lluvia fuerte y repentina pero que pasarán pronto, dejando de nuevo que brille el sol.

Baños en el mar, temperatura agradable y días largos. Merecido descanso. Olvidarse de lo malo. Ese va a ser mi verano.

CDR

lunes, 24 de junio de 2013

UN SUCULENTO MENÚ

No, no voy a recomendarles un buen restaurante, sino una buena lectura. Ahora que llega el tiempo estival, perezoso, de largas tardes e incluso noches insomnes, este libro es un buen comienzo para no dejarse vencer por el letargo veraniego.
 
Tras su  exitoso debut con Y punto (2008) y la fuerza arrolladora del personaje de la policía Clara Deza, que se abre camino en un mundo de hombres, de nuevo una mujer protagoniza Mantis (Alfaguara, 2010), la última novela de Mercedes Castro (Ferrol, A Coruña). Es difícil no dejarse arrastrar por esta absorbente historia desde la primera a la última página, como también lo es no percibir la gruesa ironía que se despliega en ellas. Dotada de un humor negro, que la propia autora prefiere denominar “gallego”, esta novela feminista expone una serie de defectos masculinos, que son castigados por Teresa Sinde, cocinera profesional con todos los atributos de una femme fatale. Los exquisitos platos que ofrece en su prestigioso restaurante están elaborados según lo que cada presa le inspira, desde el joven admirador gótico, hasta el pretencioso artista bohemio, pasando por un consejero delegado o un librero con pasado anarquista. Solo Germán, paparazzi interesado por su misteriosa vida, será capaz de reconducir el destino de Teté, apodo infantil que aborrece por los dolorosos recuerdos que éste le trae. Esta glamurosa chef es una mujer hecha a sí misma, renacida de sus propias cenizas tras una infancia desgraciada, marcada por el desamor de su madre, la muerte de su padre y una funesta relación con Agustín, jefe de la revista donde trabajaba. El personaje de Teresa eclipsa totalmente al resto de figurantes; dura a la vez que apasionada, fría, cautivadora y letal, la dueña de “Barbantesa” representa todas las cualidades de una heroína vengadora que nos inspira cariño y comprensión, más allá de sus actos.
 
Mercedes Castro ha logrado perfectamente hilar un argumento cuya intriga nos engancha desde el principio, aderezado en su justa medida con pensamientos de la protagonsita, alusión a canciones conocidas, cotidianeidad, glamur, alta cocina y pasajes que van desde lo poético a lo gore. Un suculento menú que no se indigesta, porque está bien elaborado, documentado y presentado como una parodia de los males que se ciernen sobre la sociedad. A partir de las anotaciones de la protagonista en un cuaderno rojo a modo de confesión íntima, con un estilo fluido y ligero, y un lenguaje sin excesos, esta impresionante novela nos deja al final una sensación agridulce, confusa. Y es que la autora va hasta las últimas consecuencias en su postura; no siempre los malos son tan malos y puede ser justo lo que convencionalmente parece ilícito.
 
Hombre o mujer, Mantis atrapará al lector en sus redes.
 
 
 
¡Feliz lectura!
 
CDR

domingo, 23 de junio de 2013

BESOS

Besos hay de muchos tipos, seguro que no les descubro nada nuevo. Y sin embargo, una sola palabra para nombrarlos a todos. Porque a ver quién es el que hoy conoce (y menos usa) el vocablo ósculo, que más que un sinónimo, se refiere a un beso concreto, de respeto o afecto.

Lo cierto es que nuestros antepasados romanos sí usaban tres palabras distintas para designar el beso: saevium (beso amoroso), osculum (beso de amistad y religioso -de ahí nuestro cultismo-) y basium (beso entre amantes o como saludo.) Explicado por Servio, el osculum pertenece a lo sagrado, puede dársele a los niños sin mesura, el saevium se utiliza para el placer, y el basium queda reservado para la esposa. Los matices son importantes.

Como explica Ramón de Campoamor en la siguiente definición:
En la mejilla es bondad,
en los ojos ilusión,
en la frente majestad,
y entre los labios pasión.

O, como dice la célebre canción: "Le puede dar usted un beso en la mano, o puede darle un beso de hermano, así la besará cuanto quiera, pero un beso de amor no se lo da a cualquiera."

En cuanto al origen del beso, ¿se lo han preguntado alguna vez? Algunos antropólogos sostienen que el hombre primitivo, a imitación de los animales, lamía la cara de sus congéneres en señal de cariño. Otros estudiosos afirman que se trata de la transformación de un acto materno, tal como lo hacen los pájaros con sus crías. En diversas especies de primates se desarrolló el beso como una vía de alimentación en la que la madre premasticaba el alimento para depositarlo en la boca de la cría, ya que esta era incapaz de masticar lo sólido por ausencia de piezas dentales.

Por contra, también hay quien se aferra a que lo que nos distingue de los animales, precisamente, es la capacidad de los besos (y las caricias).

Históricamente, el beso entre humanos representa un elemento fundamental en el estudio de los patrones en las relaciones sexuales de la actualidad. La evidencia más antigua que describe la práctica de la unión de labios como componente imprescindible en las relaciones extrapersonales de carácter sexual se remonta a la cultura india hacia 1500 a.C.

Más recientemente, Sigmund Freud, en una de sus teorías sobre la sexualidad exponía: "Individuos que besan con pasión los labios de una bella muchacha no podrían emplear sin repugnancia su cepillo de dientes, aun no teniendo razón alguna para suponer que su propia cavidad bucal, que no les produce asco, esté más limpia que la de la muchacha."

Se sabe, por otra parte, que en algunas civilizaciones orientales, como la japonesa, el beso se desconocía hasta que descubrieron las películas norteamericanas. Sin embargo, entre los musulmanes el beso sí era cosa deseada y apreciada. Leemos en unos versos del andalusí Ibn Quzman (1078-1160): "Boca pequeñita y dulce saliva, cielo garantizado para quien la besa."

Sea como sea, el beso es un acto maravilloso que quizá hoy en día se prodiga en exceso. Al menos eso pensaría Bécquer, quien escribió: por un beso... ¡yo no sé / qué te diera por un beso!

CDR

sábado, 22 de junio de 2013

LA CORAZA

El estado ideal es la felicidad, por supuesto. Sin embargo, en muchas ocasiones, aun teniendo numerosos motivos para ser feliz, la tristeza y el desánimo se instalan en algún lugar recóndito de nuestro ser. Y es entonces cuando la mejor solución pasa por colocarse la coraza, esa capa de protección que, como a algunos animales, nos sirve para defendernos, para recluirnos en nosotros mismos, mientras que mostramos nuestra mejor cara al exterior. No estoy hablando de hipocresía, sino de un mecanismo de protección tanto para nosotros como para aquellos que nos rodean, quienes nos quieren y a quienes tanto estimamos.

Es insoportable estar junto a alguien que está triste, porque nos duele, nos sentimos impotentes si nuestras palabras de ánimo no surten efecto, e incluso llegamos a pensar que parte de esa insatisfacción es culpa nuestra. Si la situación se alarga, además, consideraremos que esa persona no es suficientemente fuerte, que hay cosas peores, que no tiene tantos motivos para quejarse... y eso aun queriéndola con todo el corazón.

Por otra parte, si somos nosotros quienes estamos mal y nos piden cuentas continuamente de qué nos pasa, qué significado tiene cada lágrima que derramamos, o se nos exige una sonrisa perpetua como muestra de nuestro bienestar, acabamos agobiados y dolidos, víctimas de incomprensión.

Cuando nos hundimos, nuestros seres queridos nos ayudan. Pero el consuelo es limitado. Quiero decir que no se puede estar consolando a alguien permanentemente. Después de las palabras, los gestos, queda simplemente estar ahí, que ya es mucho.

Todo pasa. El tiempo todo lo cura. Uno tiene que apañárselas consigo mismo.

Hago míos estos versos de Borges, sacados de contexto, para expresar lo que siento:

Dime por favor en qué rincón,
nadie podrá ver mi tristeza.

Además de proteger como ya he explicado, otra de las ventajas de la coraza es que, por costumbre de llevarla, consigue que llegues a estar bien. Poco a poco la tristeza se va amortiguando, la coraza se va haciendo prescindible y un buen día, de verdad vuelves a ser feliz.

CDR

lunes, 17 de junio de 2013

MUCHO OJO (I)

Sabido es que al órgano de la vista se le llama ojo. Tenemos un par. Los cíclopes solo uno.

Tan valiosos son que podemos usarlos como expresión del gran cariño que sentimos hacia alguien. Mis ojos. Más literalmente lo hará quien, efectivamente, no vea bien y otra persona sea sus ojos.

Puede que no estemos muy bien de la vista, pero aún así nos dirán que tenemos buen ojo si poseemos una aptitud singular para apreciar certera y fácilmente las circunstancias que concurren en algún caso o para calcular magnitudes. Si lo que calculamos son aspectos más intangibles, entonces lo nuestro es ojo clínico. El que precisamente deben tener los médicos para diagnosticar lo que nos ocurre a partir de una sintomatología dada. Que no es lo mismo que ojo de boticario, lugar seguro en las boticas para guardar estupefacientes y ciertos medicamentos.

Algo de eso podemos necesitar si nos encontramos con un ojo a la funerala. Hemos recibido un buen golpe.

Esperemos que no haya sido nada y no quedemos con ojos de bitoque, de mirar atravesado.

¡Ojo!, interjección que se pone como señal al margen de manuscritos o impresos para llamar la atención hacia algo.

Por un mecanismo semántico de metáfora antropomórfica, al agujero que tiene la aguja para que pase el hilo también se le conoce como ojo. Lo mismo ocurre con el espacio entre dos estribos o pilas de un puente. O con cada uno de los anillos de la tijera en los que entran los dedos. Son solo algunos ejemplos. Es evidente la semejanza.

Y otros tipos de ojo son los inspirados en los animales: ojo de buey, por donde entra la luz del exterior; ojo de besugo, medio vuelto; ojo de gallo (o de pollo), dolorosa dureza entre los dedos de los pies; ojo de gato, piedra de color amarillo con una veta negra; ojo de tigre, ágata similar a la anterior pero más valiosa; ojo de perdiz, complicada labor de pasamanería; ojos de carnero degollado...

Mucho ojo, esta entrada acaba aquí, pero da para más.

CDR

jueves, 13 de junio de 2013

UN MOMENTO DE DESCANSO

Con la mesa abarrotada, hasta arriba de exámenes por corregir, notas medias que sacar, decisiones que tomar, documentos que rellenar, papeles que entregar... bajo el peso del reloj acuciante, me tomo un momento para relajarme con los siguientes pensamientos:

"No sabe lo que es el descanso quien no sabe lo que es el trabajo." (Refrán popular)

"El etcétera es el descanso de los sabios y la excusa de los ignorantes." (Enrique Jardiel Poncela)

¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso! (Miguel de Cervantes)

"Gran descanso es estar libre de culpa." (Cicerón)

¡Y tanto, tanto te amo
que mis palabras mueren
en un rumor de besos sin descanso!
(Gabriel Celaya)

Escribe sin descanso, con fe, cólera, envidia,
amor, ilusionadamente, sin esperanza.
Escribe como quien cierra una puerta
de una a otra nada.
(Antonio Brañas)

"Después de cumplido el deber, el descanso es un placer." (Refrán popular)


CDR

martes, 11 de junio de 2013

VIVIR EL MOMENTO

El paso del tiempo es una preocupación constante para el ser humano en todas las épocas. Ante este hecho inevitable, son diversas las actitudes y posturas a lo largo de la Historia. Una de las más conocidas, por haberse impuesto ya en nuestra sociedad, es la de aprovechar el momento, o como decían los latinos, carpe diem. Disfrutar del día por si no hay un mañana. No malgastar el tiempo dado en espera del que vendrá.


Así, como las palabras escritas en la arena, son los instantes que se encadenan, formando nuestra vida. Exprimir cada uno de ellos antes de que venga la próxima ola y no quede nada.

Preocuparse por el futuro no tiene sentido, pues aún no existe. Lo único que existe verdaderamente es el momento presente, en el que nos encontramos, el que respiramos ahora mismo. Tendemos a planificar, a prever, y está muy bien, pero en ocasiones no nos sirve de nada, nosotros vamos por un camino y la vida nos lleva por otro distinto, nuestras expectativas no siempre se ven cumplidas.

Jóvenes o viejos, ricos o pobres, guapos o feos... ninguno tenemos asegurado el porvenir. Aprovechar el hoy, lo que de verdad tenemos, lo que se nos presenta en un instante determinado y quizá no volverá. Porque el día de hoy no se repetirá jamás. El tiempo es el único bien que todos poseemos y este se materializa en el presente inmediato.

Esto no significa vivir alocadamente, sino cuidar cada detalle, no malgastar inútilmente nuestra capacidad de amar, de cumplir los sueños, de vivir... en aras de un trabajo absorbente, un éxito efímero, un futuro incierto.

En este sentido, vivir a corto plazo, ponerse metas cercanas, andar el camino paso a paso, sin adelantarse a lo que vendrá más adelante, saltando los obstáculos cuando se presentan y disfrutando del terreno cuando se presenta llano.

Y para expresarlo mejor, este bello soneto de Horacio:

No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
 
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
 
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
 
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana.

CDR

domingo, 9 de junio de 2013

GANAS

Deseos, apetitos, voluntad de hacer algo, eso son ganas.

Tan recurrentes en poesía, tengo ganas de ti.

Tan socorridas cuando suena el despertador, no tengo ganas de levantarme.

Se nos excita el apetito cuando llega la hora de comer y nos entran ganas. Lo mismo, si el deseo es de cualquier otra cosa.

Si algo es mucho o en exceso, como esta primavera lluviosa, es que lo es con ganas.

Si alguien hace algo con razón o sin ella, sin contar con los demás, como el Gobierno ahora mismo, es que hace lo que le da la real gana.

Y así mucha gente se ve provocada a tenerle ganas a alguien, vamos, lo que se dice aversión.

Poner buena cara y hacer las cosas de buena gana para bregar con las dificultades.

Por contra, la indisposición, molestia o desazón ante algo es mala gana.

Cuando no ganas, es que pierdes.

CDR

sábado, 8 de junio de 2013

LA MELODÍA DEL FRACASO

Una interesante propuesta de lectura para este fin de semana luminoso de junio... o para cuando les apetezca, claro.



Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970) firma su cuarta obra de ficción, su segunda novela, con La canción de Brenda Lee. Una historia que tiene la música como hilo conductor, si bien su trasfondo es mucho más profundo. Se trata del encuentro en un delicado momento vital del músico de jazz Leonardo Venenori con una diosa del sadomasoquismo llamada Mariam. Por qué un personaje como Leonardo cae absurdamente en las redes de una mujer así tiene que ver con la ficción que el autor ha querido crear para su novela, de manera que el sentido de pequeñez del músico, eclipsado por la figura de su exitoso padre –llamado como él, apodado el Grande-, encuentra una vía de escape y de realce en esa relación de sometimiento. Ya que ni siquiera su ambicioso proyecto musical con el Veneroni´s Quartet parece dar el fruto esperado. En esencia, esto es La canción de Brenda Lee.

Sin embargo, una buena novela necesita de muchos ingredientes para serlo. Y esta contiene desde un recorrido pormenorizado por la historia del jazz y del pop del siglo pasado (Los Ángeles, Simon and Garfunkel, Billie Holliday, Pablo Abraira, Los Canarios, Frank Sinatra, y tantos otros), hasta un estudio puntual de algunos cuadros del Prado, pasando por un crimen pasional y una vida de estrella venida a menos, con un pasado tormentoso y un presente en declive. Miguel Ángel Muñoz, además de moverse en un terreno conocido y trabajado, consigue dar unidad narrativa a una historia en que varias son las puertas que se abren a lo largo del argumento. Al final, en un último capítulo se nos aclara el destino de cada uno de los personajes, y se cierran todas ellas adecuadamente.

Dotado del don de la escritura, el autor almeriense logra, además de una prosa fluida y cuidada en general, pasajes concretos de una belleza próxima a la lírica: “Existían las canciones perfectas (…) pero ¿de cuántas personas podía decirse algo parecido? ¿Cuántas ofrecían su resplandor intenso y cumplían la fascinante promesa contenida en él sin que la luz oscureciera finalmente?” “Los discos, como la vida, estaban formados por un número variable de composiciones, de capítulos independientes. Nadie recordaba ya en qué discos fueron incluidas las grandes canciones clásicas que todo el mundo tarareaba. Los discos, como la vida, eran una penosa construcción incompatible con la aspiración del arte a la permanencia. Existían porque había que ordenar los temas de alguna manera. Recordábamos canciones.”

Y precisamente con la memoria de una canción da comienzo cada capítulo, como una música de fondo que nos acompaña en la lectura. Pero el verdadero tema de la novela es la soledad; la melodía del fracaso es la banda sonora de los personajes, pues es esta una historia de múltiples actores. El protagonista es acompañado de un coro de secundarios, identificados todos ellos con cada canción, de dolor, de derrota, de decepción. Como el engaño que representa Brenda Lee, con voz sensual de mujer y cuerpo de niña, así las apariencias son engañosas en este universo literario y las mentiras alimentan y tranquilizan, al menos superficialmente, a sus moradores.

Tras una magnífica aportación al relato breve, con El síndrome Chéjov (2006) y Quédate donde estás (2009), que seguro seguirá creciendo, y El corazón de los caballos (2009), una novela totalmente distinta a esta, Miguel Ángel Muñoz se revela como un autor original, que no está dispuesto a estancarse y que busca cambiar de registro en cada obra y superarse. El resultado es esta novela de capítulos cortos, que se suceden como escenas en una película del Buñuel más surrealista, escrita con la mejor herencia de Cervantes, de tintes fuertemente eróticos, pero delicada, sutil y suave en su cadencia de palabras. "Un cuerpo no es más que un amasijo de sueños y aspiraciones." 

Para disfrutar de la lectura.

CDR

viernes, 7 de junio de 2013

A MIS ALUMNOS

Quiero hoy dedicar esta entrada a mis alumnos, ahora que está a punto de acabar el curso y este año, por motivos excepcionales, me he dado cuenta, más que nunca, de lo que significan para mí. Y les dedico estas palabras no solo a los de este curso académico (aunque inspirada en ellos en este momento), sino a todos los que he tenido hasta ahora y también, seguro, a los que tendré en el futuro.

Creo que se merecen este homenaje porque ha podido parecer en ocasiones que mi opinión sobre los jóvenes, basada en mi experiencia como profesora, es totalmente negativa, y he hablado aquí de pequeños tiranos, de seres insensibles y egoístas, generación de la inmediatez, etc. Cuestiones tratadas de las que ahora no me desdigo, tuvieron su motivo y su justificación. Pero, como saben, nunca he generalizado, y por eso hoy hablo de aquellos alumnos, que tampoco son todos, por los que vale la pena cada día acudir al centro de trabajo.

Muchos son los que se diluyen en mi memoria y apenas conservo sus rostros, como para ellos yo seré una profesora más. Pero otro número considerable, por valioso, son los que se quedan grabados en el corazón por su cariño, su respeto, su interés y, sobre todo, por su calidad humana. Independientemente de su capacidad académica o de que les guste o no mi asignatura. Independientemente de que intenten copiarse en tus exámenes. Independientemente de que sus ideas y sus afanes vayan por senderos muy distantes de los tuyos. En algunos casos, te toman como modelo, te conviertes en alguien cercano, día tras día, hora tras hora. En otros casos es más sencillo aún, simplemente te cogen aprecio, se da algo inexplicable entre ellos y tú. Pero en todos, siempre acaban sorprendiéndote, con una palabra, un detalle, un gesto, incluso alguna confesión. A estas edades en que tan difícil resulta explicarse, son capaces de decirte abiertamente lo que significas para ellos. En esta época en que parece que no sienten respeto alguno por el docente, son capaces de empatizar contigo cuando pasas por un mal momento. Y conseguir que tu trabajo, tu paciencia, tu cansancio tengan sentido.

Gracias a todos ellos por todo esto.




Y para terminar, una cita, como las que les pongo cada día en la pizarra y que, a pesar de mis dudas, algunos me demuestran que sirven para algo. Una visión positiva de Vicente Blasco Ibáñez: "La juventud es la edad de los sacrificios desinteresados, de la ausencia de egoísmo, de los excesos superfluos."

CDR

miércoles, 5 de junio de 2013

FEDERICO: UNA VOZ ÚNICA

Este blog tiene hoy una cita ineludible con el aniversario del nacimiento de Federico García Lorca, pues fue un 5 de junio de 1898 cuando vino al mundo el que sería el escritor español más conocido del siglo XX.

Nacido en Fuente Vaqueros (Granada) y fallecido a la temprana edad de treinta y ocho años, fusilado tras la sublevación militar de la Guerra Civil, Lorca fue extraordinariamente prolífico y polifacético, consiguiendo una impresionante producción que va desde la prosa, el teatro y la poesía hasta el ensayo, el dibujo e incluso la música. A dónde hubiera llegado de no ser por su cruel muerte, es incomensurable, dada su trayectoria, si bien es cierto que precisamente este hecho (sin restarle mérito alguno, por supuesto) ha ejercido una continua atracción hacia su obra. El oscuro destino de García Lorca, junto a su controvertida personalidad, hacen de él casi un mito.

Se trata de uno de los autores más analizados e interpretados de nuestra literatura, destacado miembro de la Generación del 27, cuya producción literaria suele enfocarse desde dos puntos de vista diferentes aunque no inconexos. Por un lado, desde la vertiente colorista y folclórica, remarcando el sino trágico. En este sentido destacan, por ejemplo, numerosos estudios sobre el Romancero gitano (1928) o sobre la trilogía de dramas de mujeres, con Bodas de Sangre, YermaLa casa de Bernarda Alba, escritas en los años treinta. Y por otra parte, desde una perspectiva academicista, centrada en desentrañar la complejidad de sus textos, plagados de metáforas, fuentes heterogéneas y, cómo no, de su propia vida. Mención aparte merece el estudio de Ian Gibson, obra maestra de la investigación literaria. Posiblemente esta erudita biografía sobre Federico es lo que más ha servido para arrojar luz sobre su obra, tanto en España como internacionalmente.

Puesto que, evidentemente, todo está dicho ya sobre Lorca, no voy aquí a desvelar nada nuevo. Así que quisiera celebrar hoy su aniversario, resaltando una faceta de su obra que me parece muy interesante. Y es su modernidad. Su valentía. En una época de intransigencia hondamente arraigada, el autor granadino se atrevió a expresar su disidencia sexual, su respeto por las diferencias culturales, su desacuerdo con la opresión a la mujer, etc. El inconformismo de Lorca era la fuente de su crítica radical a la sociedad y al poder. Además, me parece imprescindible reivindicar la condición de su sexualidad, pues se suele levantar un muro de silencio alrededor de la homosexualidad de Lorca, mientras que esta puede ser clave para comprender su obra en todo su espectro de significados. El poeta se guardó de no dejar testimonio escrito de su mundo íntimo e incluso sus amigos más cercanos han sido muy discretos respecto al tema, pero hay constancia de ello y a estas alturas no debemos negarlo. Sus obras más abiertamente homosexuales son El público (1930) y Sonetos del amor oscuro (1936), que permanecieron bajo secreto oficial hasta los años ochenta y solamente podían ser leídas en ediciones clandestinas. Tampoco es desconocido el hecho de que su "dudosa sexualidad" fue un motivo adicional para su ejecución.

Termino este modesto homenaje con unas palabras de Vicente Aleixandre, amigo íntimo de Lorca:
"Federico pasó mágicamente por la vida, sin detenerse siquiera para respirar; iba y venía ante la mirada de sus amigos como un genio alado que dispensa su gracia, trayendo el placer de su presencia y llevándose la luz de nuevo al marcharse; Federico parecía, por encima de todo, el mago poderoso, el que deshacía la tristeza y el dolor y repartía palabras de felicidad, conjuraba la alegría, dominaba a las sombras, que él mismo disolvía con su sola presencia..."

Sin duda, una personalidad arrolladora. Una voz única en nuestras letras.

CDR

martes, 4 de junio de 2013

EL MEJOR REGALO

Quienes me conocen saben que me gusta mucho hacer regalos. Lo hago de manera instintiva, sin afán de comprometer a nadie, sino al contrario, por demostrar mi cariño, agradecimiento, que me he acordado de alguien en un momento dado, para celebrar un cumpleaños, etc. Pero, por otra parte, sé que el mejor regalo que se puede hacer y recibir no se compra con dinero.



Más allá de cualquier detalle material, el mejor regalo creo que es el tiempo. Este está hecho de la misma esencia que la vida, más aún, es la vida misma, de ahí su riqueza. Por eso es tan importante darnos tiempo a nosotros mismos y ofrecer el nuestro a los demás.

Si no damos tiempo, paradójicamente, no es que lo podamos acumular, simplemente es que no lo tenemos y eso es muy triste. Aquel que no ve posibilidad de hacer una pausa y dedicar un momento a los demás o incluso a sí mismo, está atrapado en una espiral difícil de romper. Pasar un día con los amigos, hacer compañía a un enfermo, dedicar una tarde a tu hijo... ese es el verdadero regalo. Además, es un don gratuito. Es un gesto de generosidad, de amor, de amistad. Y no se espera nada a cambio, porque el momento compartido es recíproco, conforme se da, se recibe. Así pues, dando además ganamos.

Ligado a este maravilloso regalo del tiempo está el diálogo. Si además de estar juntos, compartimos una charla animosa o seria, según las circunstancias, estaremos ante el regalo perfecto. Seguro que todos han disfrutado este delicioso obsequio.

Entonces díganme, ¿puede haber un regalo mejor que el de dar tiempo?

CDR

domingo, 2 de junio de 2013

AMORES EN LA MITOLOGÍA (I)

La Mitología siempre me ha interesado, en algún momento de mi vida estudiantil fue uno de mis temas favoritos, y aún hoy sigo leyendo de vez en cuando alguno de los libros que he ido acumulando sobre el tema.

En estos días comparto el malestar de aquellos compañeros de la asignatura de Griego que ven su materia en peligro de extinción con la nueva Ley Wert. Y me pregunto cómo podemos ser tan incultos en este país, cómo podemos menospreciar un legado que es imprescindible para entender nuestra cultura y que ha dejado una huella indeleble en nuestra lengua, tanto en la etimología de infinidad de palabras que usamos, como en multitud de expresiones y de concepciones. Lo que mejor se nos da aquí es eliminar la riqueza cultural.

Así que, partiendo de estas premisas, se me ha ocurrido que estaría bien compartir en este blog algunas historias mitológicas. Empiezo, pues, una nueva serie dedicada a las grandes historias de amor que se cuentan en la Mitología griega. Y lo hago con la de Adonis, que, por cierto, es un personaje que ha dejado en nuestro léxico la acepción de "joven hermoso".

Cuenta el mito que...
Cencreis, la reina de Pafos, había ofendido a Afrodita al pretender que su hija Mirra fuera más hermosa que la diosa. Esta, encolerizada, la castigó entonces, desatando en Mirra un deseo incestuoso e irrefrenable hacia su padre. La muchacha se horrorizó por su imprevista pasión e intentó quitarse la vida ahorcándose, pero su nodriza Hipólita la convenció de lo inútil de su acción y le aconsejó que diera cauce a su pasión. Lo cierto es que, no se sabe muy bien por qué, Mirra cambió de parecer. Tanto es así que, efectivamente, se entregó a su padre, en la penumbra, sin que este la reconociera, durante doce noches. Pero la última noche, el padre descubrió la identidad de su amante y la persiguió con un cuchillo. La muchacha, aterrorizada y avergonzada por su incesto, se escondió en el bosque e imploró la ayuda de los dioses.
 
La misma Afrodita, compadecida de la desgracia de la joven, realizó el prodigio de convertirla en un árbol, precisamente el árbol de mirra. Fueron pasando los días y nuevos fenómenos extraordinarios se produjeron, pues el árbol fue cambiando paulatinamente, como si en su interior se estuviera gestando un ser. La corteza fue levantándose hasta que a los nueve meses estalló y del interior del árbol, que había sido una mujer, nació un niño sumamente bello: Adonis.
 
La diosa Afrodita, al ver la belleza del niño, quedó deslumbrada y para protegerlo de los peligros del bosque lo encerró en un baúl y se lo entregó en secreto a Perséfone para que lo criara. Pero esta también se encandiló con el niño, de manera que cuando llegó el momento de devolverlo, se negó. Pronto se enteró Zeus, como no podía ser de otra manera, de la disputa entre las diosas y fue él quien decidió la suerte del niño: Adonis pasaría cuatro meses con Adrodita, cuatro meses con Perséfone y el resto del año podría hacer lo que quisiera. El trato fue aceptado, si bien Afrodita salió ganando, porque Adonis finalmente compartió con ella también el tercio del año que tenía libre.
 
Sin embargo, Adonis no tuvo una suerte favorable, ya que su cercanía a Afrodita despertó los celos de Ares, quien concibió una estrategia para deshacerse del muchacho. Así, una de las primaveras, época en que Adonis estaba con la diosa del amor, Ares se convirtió en jabalí o en becerro o en toro (según las versiones) y arremetió contra Adonis durante una cacería, quitándole la vida. Aunque supuestamente Afrodita supo de esta trampa y avisó al joven de que no se separase de ella, él gustaba tanto de la caza que no pudo evitar adentrarse en el bosque -en busca de su fatal destino.- Cuenta la historia que la diosa derramó tantas lágrimas como Adonis gotas de sangre y que de cada lágrima de Afrodita brotó una rosa y de cada gota de sangre de Adonis, una anémona.
 
La diosa, en honor de su amado Adonis, instituyó una ceremonia fúnebre que después las mujeres celebrarían cada año. En vasos y vasijas plantaban semillas y las regaban con agua caliente para que crecieran más pronto. Esos recipientes eran llamados "Jardines de Adonis". Pero las plantas así forzadas se secaban rápidamente y morían al poco tiempo. Entonces las mujeres comenzaban a llorar por el trágico final de Adonis.

Las interpretaciones posteriores del mito han sabido entrelazar el pecado del incesto con el infortunio y el castigo de la muerte. Pero más allá de eso, es el amor el que imprime su fatídico sino, el mismo que en tantas otras ocasiones, como veremos, en que los dioses caen en sus redes.

CDR