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domingo, 31 de agosto de 2014

AGOSTO

Expira el mes de agosto, último anochecer que anuncia el otoño por más que el verano se extienda hasta el 20 de septiembre. Los colores van cambiando, la luz disminuye y la vuelta a la rutina es inminente.

Octavo mes, mes dedicado al emperador César Augusto.

Mes seco y caluroso, al menos por estos lares, ni siquiera ha descargado esas tormentas imprevistas y aisladas características. Por aquí más bien agosto seca las fuentes y es septiembre el que se lleva los puentes.

Dicen que a final de mes refrescan las temperaturas, no lo he notado. Agosto fríe el rostro.

Mes de maduración de la fruta: melones, sandías, higos, uvas... aunque ahora tenemos todo el año. Aún así, en agosto prepara la tinaja para el mosto.

Mes de preparar  la tierra para la siembra, para aquellos que aún (mal)viven de eso. Porque las cosas no crecen en las estanterías de los supermercados. Quien en agosto ara despensa prepara.

Mes de cabañuelas, los doce primeros días representan el tiempo que hará los doce meses del año siguiente. Cuando se dice, por algo será. Agosto tiene el secreto de los doce meses completos.

Mes de sol, playa y vacaciones. Bien dice el refrán que en agosto, quien no goza de él es loco. Lástima que la vida no entienda de meses y siga su curso día a día, sin respetar tales mundanidades.

A partir de ahora, agosto será también el mes de la pérdida.

Pero otros, por supuesto, seguirán haciendo el agosto. Disfrutando agosto. Recordando aquel agosto. Esperando el próximo agosto.

CDR

viernes, 29 de agosto de 2014

PARENTESCOS INSÓLITOS: PIRÓMANO Y PIROPO

Voy a intentar seguir sorprendiéndoles con las curiosas relaciones etimológicas que se establecen entre las palabras de nuestra lengua. En esta ocasión, con dos vocablos que, admitirán, poco o nada parecen tener en común.

Pues veamos:
Pirómano es aquel que tiene una tendencia patológica hacia la provocación de incendios. ¿Y qué tiene eso que ver con la castiza costumbre, tan celtibérica, de lisonjear públicamente a las mujeres hermosas? Resulta que la indudable semejanza gráfica y fonética de ambas palabras nos remonta hasta el griego pyr, pyrós, que significa "fuego", de donde el castellano ha tomado directamente la pira funeraria y varios tecnicismos como pirómano, pirita, piromancia, pirograbado, pirotecnia o pirofosfato. Por su parte, en medicina se denomina pirosis a la desagradable sensación de ardor que asciende desde el estómago hacia la garganta, provocado por el contacto del contenido ácido del estómago con la mucosa esofágica. No es extraño, por supuesto, este uso metafórico del fuego, pues también en el lenguaje común es frecuente denominar "ardor" o "quemazón" a la sensación que produce la acidez gástrica. Algo parecido sucede con la fiebre, que, como comporta un aumento de la temperatura, se ha comparado desde antiguo con el fuego o el calor (está ardiendo de fiebre, me dio una calentura). De hecho, ya los médicos griegos acudían a la raíz pyr para dar nombre la fiebre (pyretós), origen de numerosas palabras de uso habitual en medicina, como antipirético (medicamento eficaz contra la fiebre), hiperpirexia (hipertemia o fiebre) o pirógeno (sustancia capaz de provocar fiebre), entre otras.

Bien, y ahora toca demostrar que todo esto tiene efectivamente relación con los piropos. En este sentido, encontramos que los romanos llamaban pyropus -del griego pyropos, "parecido al fuego"- a una aleación de cobre y oro de color rojo brillante, como el fuego. De forma similar, ya en castellano antiguo (siglo XV) se utilizaba la palabra piropo para designar una piedra preciosa de color rojo fuego, parecida al granate o al rubí, que pronto fue aceptada como metáfora y símbolo literario de lo brillante.

Así, por motivos evidentes, en la literatura y en el lenguaje apasionado de los enamorados, es usual comparar o identificar los rasgos del ser amado con piedras preciosas y otros objetos de gran valor (cabellos de oro, ojos verdes como esmeraldas, piel de marfil, las perlas de tus dientes...)

De esta forma, con el tiempo, la palabra piropo evolucionó a una comparación aduladora para una mujer bonita, hermosa, como una joya.

Por qué algunos piropos son tan vulgares y pasaron de los libros de poesía y las declaraciones románticas a los andamios, no es cuestión a tratar en esta entrada, pues nada tiene que ver con la etimología, sino con la condición humana. De ello hablaremos otro día.

CDR     

jueves, 28 de agosto de 2014

FINITOS Y MORTALES

Ser finitos y mortales nos limita. Pero precisamente gracias a esos límites podemos orientar nuestra existencia hacia un fin que debemos intentar llevar a cabo, y así dar sentido a la vida. Porque la vida es un proyecto y solo realizándolo podremos llenarla de sentido, a pesar de nuestras humanas limitaciones.

Existen muchos ejemplos en la literatura que nos muestran un mensaje claro: para que la vida sea tolerable, tiene que ser limitada. La protagonista de El caso Makropolus, de Karel Capel, condenada a vivir más de trescientos años, anclada en sus cuarenta y pico, solo anhela morir mientras ve pasar generación tras generación, sintiéndose ajena a todo y a todos. Marco Flaminio Rufo, del cuento "El inmortal" de Borges, viaja hacia la ciudad de unos trogloditas inmortales, donde reina un caos indescriptible, donde no existen la piedad ni el tiempo porque nada tiene fin. O el país de los Struldbruggs, al que llega Gulliver -el conocido personaje de Jonathan Swift- en uno de sus viajes. Son seres que nunca mueren, pero no escapan a los efectos del tiempo, envejecen física y mentalmente, la decrepitud les condena a la enfermedad y ansían desesperadamente la muerte. Ser inmortal es una condena.

Se podría decir que solo los límites estimulan el crecimiento. Ningún sabio, ningún filósofo o científico ha concebido nunca la inmortalidad como una bendición para el ser humano. No obstante, el deseo de desafiar a la naturaleza, derrotar el envejecimiento y lograr lo más parecido a la salud y la juventud eternas parece cada vez más fuerte en nuestra sociedad. Es difícil aceptar la muerte, la propia y la de los seres queridos que nos rodean, por mucho que la filosofía y la ciencia puedan razonarnos que la muerte no es temible, que la muerte biológica es incluso beneficiosa para la realización individual y el equilibrio del planeta, que la condición humana es finita por definición.

Sin embargo, nos olvidamos de todo ello, y pensamos en el envejecimiento como una enfermedad, un problema que de algún modo esperamos que la ciencia resuelva. Por supuesto que hay que luchar por la salud, es elogiable la labor científica de alargar la vida con una mayor calidad, así se intenta combatir la enfermedad, pero no la finitud. Lo descabellado es anhelar una longevidad sin fin, sin propósito. Heidegger definió al ser humano como "un ser para la muerte", y es esta declaración de impotencia la que nos explica que nuestra condición está orientada a un fin. Así, como hemos dicho, es la capacidad humana de elegir y preferir, pensando en el quehacer que es la vida, lo que da sentido a la existencia. A diferencia de los animales, que viven y se mueven arrastrados por el instinto, los hombres y las mujeres escogemos nuestra vida, y en ello reside nuestra dignidad.

Sobre esto último, me podrían discutir que nuestras posibilidades están limitadas. Cierto. Cada uno vive en el tiempo y en el espacio que le toca en suerte, por lo que su capacidad de elección está restringida. Pero aun así, cada ser humano sabe que su vida no está hecha de antemano, que es un compromiso de cada uno construirla y proyectarla. Cuando un niño alcanza la edad de la razón, se da cuenta de que es un ser autónomo y de que tendrá que tomar muchas decisiones a lo largo de su vida. Al hacerlo, dotará su vida de sentido. Bueno o malo, pero un sentido. Si no lo logra, vivirá en un estado caótico como el de la ciudad de Borges.

También es verdad que saber esto no implica que encontremos un sentido pleno y satisfactorio a nuestra vida. La perfección no es alcanzable, estamos destinados a vivir en un mundo sombrío a veces, por mucho que busquemos la luz. Más allá de los conceptos filosóficos, la realidad es que estamos sometidos al tiempo y nos vendría bien aceptar que nos desarrollamos dentro de esas limitaciones del espacio y el tiempo, entre las cuales están el envejecimiento y la muerte.

La Nobel de Medicina Rita Levi-Montalcini, escribió un libro cargado de entusiasmo a sus noventa años, El as en la manga, en el que expone que para que la vejez no nos coja desprevenidos ni nos sumerja en la amargura, hay que tener preparado un as en la manga que, a pesar de los años, nos abra siempre algún futuro. En sus propias palabras: "No debemos vivir la vejez recordando el tiempo pasado, sino haciendo planes para el tiempo que nos queda, tanto si es un día, un mes o unos cuantos años, con la esperanza de realizar unos proyectos que no pudieron acometerse en los años de juventud."

Es significativo, por otra parte, para la visión social de la vejez el título de los hermanos Cohen No es país para viejos, pues el aumento de ancianos se ve hoy en día como un auténtico problema social, se les relega a las clases pasivas y eso les condena a limitarse a esperar la muerte. Así, ya no hay fines que perseguir, ya no hay un quehacer. Y la vida, para muchos, deja de tener sentido precisamente por esto.

Aceptar la finitud es el primer paso para afrontar la vejez, pero no debe ser simple teoría, sino que implica proponerse objetivos y no dejar de hacerlo mientras se pueda. Es la inacción, no los años, lo que nos arroja a la desesperación y al aburrimiento.

Y por último, un resumen de todo lo dicho en palabras de algunos que entendieron esto:

"A vivir se aprende toda la vida, y toda la vida se ha de aprender a morir." (Séneca)

"Para envejecer bien hay que pensar en la vejez desde joven." (Cicerón)

"La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada." (José Ortega y Gasset)

"La vida es breve, pero cabe en ella mucho más de lo que somos capaces de vivir." (José Saramago)

CDR

viernes, 22 de agosto de 2014

CERTEZAS

En algún lugar de África sucedió la historia que a continuación les relato y que nos hace reflexionar sobre cómo cada vez que construimos la certeza de que algo horrible va a pasar, aun no sabiendo de qué forma (consciente o inconscientemente), nos ocuparemos de producir, buscar o no impedir que efectivamente suceda.

"Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo extrayendo minerales desde las entrañas de la tierra. De repente un derrumbe los dejó aislados del afuera sellando la salida del túnel. En silencio cada uno miró a los demás. De un vistazo calcularon su situación. Con su experiencia, se dieron cuenta rápidamente de que el gran problema sería el oxígeno. Si hacían todo bien les quedaban unas tres horas de aire, como mucho tres horas y media.

Mucha gente de fuera sabría que ellos estaban allí atrapados, pero un derrumbe como este significaría horadar otra vez la mina para llegar a buscarlos. ¿Podrían hacerlo antes de que se terminara el aire?

Los expertos mineros decidieron que debían ahorrar todo el oxígeno que pudieran. Acordaron hacer el menor desgaste físico posible, apagaron las lámparas que llevaban y se tendieron todos en el piso.

Enmudecidos por la situación e inmóviles en la oscuridad era difícil calcular el paso del tiempo. Incidentalmente solo uno de ellos tenía reloj. Hacia él iban todas las preguntas: ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Cuánto falta? ¿Y ahora?

El tiempo se estiraba, cada par de minutos parecía una hora y la desesperación ante cada respuesta agravaba aun más la tensión.

El jefe de mineros se dio cuenta de que si seguían así la ansiedad los haría respirar más rápidamente y esto los podía matar. Así que ordenó al que tenía el reloj que solamente él controlara el paso del tiempo. Nadie haría más preguntas, él avisaría a todos cada media hora.

Cumpliendo la orden, el del reloj controlaba su máquina. Y cuando la primera media hora pasó, él dijo: "ha pasado media hora". Hubo un murmullo entre ellos y una angustia que se sentía en el aire. El hombre del reloj se dio cuenta de que, a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicarles que el minuto final se acercaba. Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morirse sufriendo. Así que la próxima vez que les informó la media hora, habían pasado en realidad cuarenta y cinco minutos. No había manera de notar la diferencia, así que nadie siquiera desconfió.

Apoyado en el éxito del engaño la tercera información la dio casi una hora después. Dijo "pasó otra media hora"... y los cinco creyeron que habían pasado encerrados, en total, una hora y media, y todos pensaron en cuán largo se les hacía el tiempo.

Así siguió el del reloj, a cada hora completa les informaba que había pasado media hora.

La cuadrilla apuraba la tarea de rescate, sabían en que cámara estaban atrapados, y que sería difícil poder llegar antes de cuatro horas. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a los seis mineros muertos.

Encontraron vivos a cinco de ellos. Solamente uno había muerto de asfixia... el que tenía el reloj."

Evidentemente, si la situación hubiera durado diez horas, ninguno se habría salvado. La conclusión no es que una actitud positiva sea capaz por sí misma de evitar desgracias. Sino que cuando creemos y confiamos en que de alguna forma se puede seguir adelante, nuestras posibilidades de avanzar se multiplican.

Así que, adelante.

CDR

jueves, 21 de agosto de 2014

LLEGAR TARDE

Llegar tarde,
llegar la última.

Perderse muchas cosas
que los otros vivieron.

No ha sido tiempo suficiente,
por llegar tarde.

No es culpa de nadie,
las cosas vienen como vienen.
Pero duele.

Llegar tarde a las risas,
a los juegos,
a la plenitud.

Y aun dar gracias
por lo vivido,
por lo recibido,
por lo enseñado
y compartido.

Quizá es que nunca es suficiente,
que falta tiempo siempre.
Pero duele.

Llegar tarde,
llegar la última.

Y al final,
no estar.



CDR

miércoles, 20 de agosto de 2014

RETRATO FAMILIAR

Seguimos con lecturas recomendadas en este verano que vamos apurando -el mes de septiembre, por más que sea casi estival ya no es lo mismo- con la última novela de Enriqueta Antolín, una propuesta diferente, original, de una autora que desentraña con acierto la maraña de la memoria.

  
Enriqueta Antolín (Palencia, 1941) debutó en la narrativa a principios de los noventa con la trilogía La gata con alas, Regiones devastadas y Mujer de aire, demostrando desde el principio una gran capacidad para plasmar la nostalgia de la niñez y de la adolescencia con la mirada retrospectiva del paso del tiempo. Pero es con Qué escribes, Pamela (2012) -finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León en 2013-, cuando la autora muestra su madurez narrativa en esta novela originalísima, poco convencional.

Destaca Antolín por el acierto a la hora de trazar el perfil psicológico de sus personajes, las elipsis y alusiones que le permiten prescindir del relato continuo, así como los cambios de perspectiva que enriquecen la narración. A modo de diario, la voz de Pamela, ya adulta, evoca recuerdos, sensaciones, imágenes, retazos, en definitiva, que como si de un mosaico se tratase acaban componiendo la historia de su familia. Una historia de desencuentros, infidelidades, decepciones, rutina. En el relato aparecen solo los datos esenciales, con sucintas descripciones de lugares y personas, como dejando ver la irrelevancia de estos detalles cuando lo que importa son las acciones y los sentimientos que estas provocan. En este sentido, la sencillez -en cuanto a poca artificiosidad- de la narración, así como su pulcritud, es otra de las cualidades de esta novela.

Aunque el argumento gira en torno a muy pocos personajes (la madre, el padre, el profesor boliviano, la vecina), el continuo cambio de enfoques puede dar la impresión de que son más. Efectivamente, encontramos desde capítulos narrados en primera o en tercera persona, incluso en segunda, hasta algunos relatados desde la perspectiva de los diversos personajes, y numerosos saltos temporales que rompen la sucesión cronológica. Una técnica narrativa que consigue el efecto de unos apuntes no ordenados, de un esbozo inacabado, y que logra forzar la colaboración del lector, que en un momento dado necesita descubrir las interioridades de esta familia. Son precisamente las particularidades de la misma las que explicarían la complejidad psicológica y anímica de Pamela, sujeto de la historia a la vez que destinatario de la misma, ya que esta reconstrucción está más bien orientada a esclarecer los pasajes oscuros de su propia memoria que a pergeñar una crónica dirigida a lectores ajenos. De hecho, a la pregunta del padre, que da título a la novela, la hija responde: “Estoy escribiendo nuestra historia.”… “Pero tú no la vas a leer.” ¿No es eso al fin y al cabo un diario?

Esta novela, sin embargo, es algo más. Una historia de infidelidades, apariencias y de cómo la realidad puede tener varias interpretaciones. Pues Pamela indaga en el pasado de su familia, a partir de la crisis del matrimonio, e imagina lo que escribe en su cuaderno secreto, una forma como otra cualquiera de intentar comprender la situación e incluso de entenderse a sí misma. Porque a pesar del perspectivismo, la interpretación esencial es la de la protagonista.

Acertada propuesta de la editorial Menoscuarto con esta autora palentina que desgraciadamente falleció el pasado mes de noviembre en Madrid, donde residía.

¡Feliz lectura!

CDR

martes, 19 de agosto de 2014

PARA QUÉ

Hoy, buscando sentido a muchas cosas en mi vida, reproduzco la letra de una canción de Rosana, la cantautora canaria que, como saben, tantas veces ha dado voz a lo que siento. Falta de palabras propias, creo que esta canción expresa mi sensación de cansancio, sabiendo, sin embargo, que hay que seguir adelante porque, aunque en un momento concreto no entendamos nada, vale la pena vivir y luchar. 

¿Para qué?
Para nada.
¿Para qué?, ¿para qué?
Para nada.

¿Para qué andar descalza sin rumbo?,
¿para qué izar las velas del mundo?
¿Para qué?
Para nada.

¿Para qué rebajar la condena?,
¿para qué si te mata la pena?
¿Para qué?, ¿para qué?
Para nada.

¿Para qué echar perfume a la vida?,
¿para qué si te escuece la herida?
¿Para qué?
Para nada.

¿Para qué continuar viviendo deprisa,
buscando la suerte en la mierda que pisas?
Te vas a volver a quedar sin volar, ¿para qué?
Para nada, para nada.
¿Para qué?, ¿para qué?
Para nada.

¿Para qué fusilar el olvido?,
¿para qué si te pones a tiro?
¿Para qué?
Para nada.

¿Para qué una tregua de abrazos?,
ni matar ni morir a balazos.
¿Para qué?, ¿para qué?
Para nada.

¿Para qué continuar viviendo deprisa,
buscando la suerte en la mierda que pisas?
Te vas a volver a quedar sin soñar, ¿para qué?
Para nada, para nada.
¿Para qué? ¿para qué?
Para nada,
para nada,
para nada.
¿Para qué?, ¿para qué?

Para nada te vale una vida varada.

Hoy te toca romper la baraja,
porque anclado ni subes ni bajas.
Para ser, para estar, para echar a volar,
hoy te toca soltar las amarras.

¿Para qué emborracharte de olvido,
si te vas a beber lo vivido?

¿Cómo que para qué? Porque puedes,
y sé que si quieres te sobran la alas.

¿Cómo qué para nada?, ¿cómo qué para nada?
¿Cómo qué para nada?, ¿cómo qué para nada?




Espero que les guste la canción.
Y que encuentren respuesta a sus preguntas, que puedan soltar el lastre de sus vidas y echar a volar.

CDR

sábado, 16 de agosto de 2014

MUJERES: NOBEL DE LA PAZ

Avanza agosto sin remedio, y en esta mañana nublada queremos rendir homenaje a Jane Addams, la primera mujer americana distinguida con el Premio Nobel de la Paz (pues la primera realmente fue la astrohúngara Bertha von Suttner, en 1905). En esta semana en que otra mujer, Maryam Mirzakhani, ha sido la primera en recibir la Medalla Fields, considerada el "Nobel" en Matemáticas, ochenta y tres años después. Las mujeres tienen mucho que decir y aportar, pero todavía no están suficientemente presentes en las altas esferas del reconocimiento.

Jane Addams nació en Cedarville (Illinois) en 1860, la última de ocho hijos, cuatro de los cuales murieron por diversas desgracias. A los dos años perdió a su madre y fue su padre el encargado de educarla, lo que hizo que su relación fuese algo especial, una niña siempre pendiente de agradar a su progenitor. A temprana edad fue diagnosticada de tuberculosis, provocándole esta numerosos problemas en la espalda y una cojera de la que se sintió avergonzada durante su niñez y adolescencia. Con el tiempo superaría esta imagen negativa de sí misma gracias a su trabajo y a la gratitud que iba cosechando a su alrededor.

Jane era una lectora voraz que tenía el interés por los demás como vocación. Estudió en el Rockford Female Seminary de Illinois  y en 1881 comenzó la carrera de Medicina, a pesar del reto que suponía enfrentarse a las convenciones de su época, la sociedad en la que vivía, y a la oposición de su padre. Este decidió enviarla a Europa y fue precisamente en Londres donde la pobreza de los barrios marginales causó un gran impacto en su vida. Durante su estancia en el viejo continente visitó el centro comunitario Toynbee Hall, en Londres, que encendió su interés por el trabajo social. Resuelta a crear algo parecido en Estados Unidos, el año 1889 fundó en Chicago la Hull House, institución social dedicada a los inmigrantes, con guardería infantil y diversos programas de educación.

Junto a su labor en esta institución, que ofrecía toda clase de prestaciones sociales a los desfavorecidos y que dirigiría hasta su fallecimiento en 1935, trabajó en favor del voto femenino y del pacifismo, y presionó a los sucesivos gobiernos en defensa de los derechos de la mujer, de los niños y de la juventud. En 1910 fue la primera mujer que ocupó la presidencia de la Conferencia Nacional de Asistencia Social.

Ardiente pacifista, en 1915 fue presidenta del Congreso Internacional de Mujeres y colaboró en la formación de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, y de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles; sus esfuerzos en pro del sufragio femenino se vieron recompensados cuando en 1920 se aprobó la XIX Enmienda, que incluyó en la constitución americana el derecho a voto de las mujeres.

Jane Addams escribió, entre otras obras, Democracia y ética social (1902) y Paz y pan en tiempos de guerra (1922).

Addams fue una mujer extraordinaria que ofreció su vida para mejorar las del resto, que gracias a su esfuerzo y la confluencia con otras mujeres pudo ver muchas de sus metas alcanzadas y muchas de sus ideas cumplidas. Su aportación en el campo de la política internacional, a través de la Liga Internacional -en 1929 fue elegida presidenta honoraria-, es innegable. Fue una mujer con carácter fuerte y posturas que sin duda fueron revolucionarias y con gran incidencia. La defensa del bien común que orientó su vida se refleja en la siguiente frase: “El bien que conseguimos para nosotros mismos es precario e inseguro hasta que no lo es para todos y es incorporado en nuestra vida en común”.


Como se ha dicho, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1931 -que compartió con Nicholas M. Butler-.

Desde 1903, solo 45 mujeres han recibido el Nobel en alguna de sus categorías.

Y por último, otra interesante reflexión de Jane Addams: "Nada puede ser peor que el temor de haberse rendido demasiado pronto y no haber hecho un último esfuerzo que podría haber salvado el mundo”

CDR

miércoles, 13 de agosto de 2014

EVENTUALIDADES

Estos días de verano son apropiados, aparte de para la lectura -vetada la playa y otras diversiones- para ver películas. De todas se podría hablar, claro, pues, como los libros, no hay ninguna tan mala de la que no se saque algo bueno. Sin embargo, no me considero entendida en cine y por ello solo comento aquellas que verdaderamente me tocan alguna fibra, como hasta ahora llevo haciendo en este blog.

Es el caso de La familia Savages (The Savages), un largometraje de 2007, protagonizado por el recientemente desaparecido Philip Seymour Hoffman, Laura Linney -nominada al Oscar a la mejor actriz- y Philip Bosco en los papeles principales.

Jon y Wendy son dos hermanos que no han tenido una infancia fácil, su madre los abandonó y hace ya mucho que tampoco se hablan con su padre. Los tres llevan vidas independientes, la distancia emocional los ha llevado también a una distancia geográfica, cada uno vive en un extremo del país y ninguno se preocupa de los otros. Hasta que un día el anciano padre empieza a enfermar, su pareja muere y la familia de ella no quiere hacerse cargo de la situación, pues legalmente no es obligación suya. Así que los hermanos deben trasladarse a Arizona, recoger a su padre, decidir y afrontar qué hacer con él. Jon es un excéntrico catedrático de filosofía, que intenta escribir el ensayo de su vida sobre Bertol Brecht. Por su parte, Wendy es una autora teatral, freelance, cuya vida sentimental deja mucho que desear, cosa que tiene en común con su hermano mayor. Ambos son almas a la deriva que se verán unidas por las circunstancias. La repentina situación de su padre Lenny les ayudará a mejorar su relación fraternal e incluso la que mantienen con los demás. Las eventualidades que se les presentan les hacen reflexionar, volver al pasado, revisar su presente y en última instancia, hacer lo correcto con su progenitor a pesar de todo.

El traslado del padre, las cavilaciones acerca de dónde ingresarlo (la opción de hacerse cargo personalmente es inviable), las fluctuaciones emocionales por las que pasan los tres personajes, pues también el padre en su demencia tiene momentos de lucidez, y finalmente la muerte de Lenny, hacen que sin duda consideremos esta película como un drama. Sin embargo, existe en el desarrollo argumental un humor irreverente que no puede asociarse más que al realismo, porque la vida en sí suele mostrarse sarcástica.

Una historia cotidiana que intenta reflejar el individualismo, pero también la familia y sobre todo los sentimientos reprimidos. La directora y guionista Tamara Jenkins consigue un perfecto retrato realista de esta familia, cuyo peso recae en los hermanos pero con el padre como verdadero catalizador de su catarsis. Los magníficos diálogos, así como también las miradas y los silencios, nos van mostrando a un Jon pragmático que maneja la situación lo mejor que puede (la residencia de ancianos está próxima a su domicilio y aloja a su hermana en casa) y a una Wendy algo neurótica, vulnerable e insegura, que se siente culpable por dejar a su padre en una residencia. Lejos de todo sentimentalismo, sin embargo, los personajes incluso se podrían tildar de fríos en ocasiones, lo cual contribuye a la sonrisa en las situaciones más dramáticas. Magistral interpretación de los dos protagonistas en una película que nos hace reflexionar sobre el individualismo de la sociedad actual y que, sin llegar a la lágrima, nos deja un regusto amargo a pesar de la mejoría vital de los hermanos al final.

CDR    

sábado, 9 de agosto de 2014

QUÉ MUNDO

Se preguntaba Miguel Delibes en el libro La tierra herida ¿qué mundo heredarán nuestros hijos?, él mismo preocupado por las evidencias que su hijo Miguel Delibes de Castro le presentaba, como biólogo, sobre el rápido deterioro al que el ser humano somete al Planeta.

De eso ya hace unos cuantos años (2005) y las tremendas situaciones descritas en este magnífico ensayo divulgativo no han hecho más que agravarse. No somos conscientes de que no se trata de un daño a largo plazo -que también-, sino que estamos sufriendo ya las consecuencias de un fuerte cambio climático.

Sin embargo, a día de hoy, aquella pregunta retórica no solo deberíamos planteárnosla a nivel medioambiental, pues es tan catastrófica la situación del mundo en tantos ámbitos que, ahora que espero un bebé, esta cuestión me atenaza la mente continuamente. Y es que queremos lo mejor para nuestros hijos, ¿no? No dudo de que ha habido otras épocas complicadas, pero lo cierto es que actualmente me cuesta pensar que este sea el mejor de los mundos posibles. Lo veamos a gran escala (lo que parece que no nos concierne porque ocurre lejos) o a pequeña escala (lo que tenemos en casa o en casa del vecino): guerras -con su consecuentes matanzas-, conflictos, epidemias, catástrofes naturales, violencia doméstica, pérdida de derechos, coacción de la libertad, intolerancia, enfermedades cada vez más frecuentes, y un largo etcétera que todos ustedes imaginan, lo cierto es que resulta un poco angustioso pensar a qué mundo va a llegar el chiquitín.

Sí, como ya se dijo hace poco en este mismo blog, no podemos creer que estamos en los peores tiempos, hemos de reconocer los avances y ventajas de nuestro mundo moderno, el logro de generaciones que han luchado por libertades y derechos. Pero aún así, poner la televisión o echar un vistazo a la prensa resulta penoso. Y ese mundo es el que hay, por mucho que creamos que no nos afecta el conflicto en Rusia, las muertes en Palestina, el ébola, los huracanes y tifones al otro lado del planeta, los mares contaminados, la globalización informática, la comida industrializada... Porque cada cosa que ocurre tiene sus repercusiones para todos.

El amor, el bienestar del hogar, la educación es lo único que podemos ofrecer a nuestros hijos de forma individual. Con grandísima ilusión se trae un hijo al mundo, pero el mundo es ancho, no acaba en las cuatro paredes de nuestra casa, ni en los límites territoriales de nuestro pueblo, ni en las carreteras que separan nuestra comunidad de otras, ni en el mar que rodea nuestra Península. El mundo es la Tierra en la que todos habitamos. Y ahora mismo esa herencia deja mucho que desear.

No, por supuesto, por el Planeta en sí -bellísimo, acogedor; como decía Tagore: "La tierra es insultada y ofrece sus flores como respuesta."- Todos sabemos de quién es la culpa.

CDR