Viajar
es una de las mejores formas de conocer a los demás y es, sin duda, una
actividad en la que antes o después nos mostramos tal y como somos.
Especialmente si el viaje es en coche, si es prolongado, y si es de dos. El
espacio reducido del vehículo, el largo tiempo juntos, la toma de decisiones
comunes, son cosas que nos obligan a ver al otro y a nosotros mismos como si
dijéramos desnudos, sin escondites posibles, víctimas del silencio. Un viaje
largo es una prueba de fuego que toda pareja debería de pasar, pues una vez
superadas las peripecias que pueden ocurrir, es posible superarlo todo.
Esto
mismo nos demuestra la pareja de Clara y su marido en Viaje con Clara por Alemania (2010), de Fernando Aramburu. Después
de quince años de casados, emprenden un extenso itinerario para que ella tome
datos y escriba un libro que le han encargado. Y a partir de esa situación
excepcional, en la que seguramente la mayoría no nos habremos visto, podemos
encontrarnos retratados en los detalles más cotidianos y en las impresiones más
generales que ambos experimentan. Salen entonces a la luz las pequeñas cosas
que nos crispan de nuestra pareja; reconocemos que nosotros también nos
equivocamos de dirección y nos enfadamos por ello, aunque generalmente culpemos
a quien tenemos al lado; no nos ponemos de acuerdo en qué visitar, cuándo y por
qué; y finalmente nos damos cuenta de que no podemos vivir sin él o ella a
pesar de todo.
De cualquier viaje quedan los recuerdos, las fotos tomadas, los
suvenires inútiles comprados; pero, especialmente, la sensación de lo
compartido.
CDR
Aramburu es un excelente narrador, y una de las cosas que uno aprende cuando viaja es que o repites o jamás lo vuelves a hacer con esa (s) persona(s). Así que comparto detalles cotidianos, momentos especiales, impresiones generales, y equívocos irreconciliables durante un viaje.
ResponderEliminarPmd.
"Si quieres perder un amigo, viaja con él", se suele decir. Por experiencia digo que no siempre se cumple.
ResponderEliminarTati.