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lunes, 26 de noviembre de 2012

UNOS TANTO...

"La educación es la puerta a los demás derechos." (Katerina Tomasevski)
 
Eva es una chica afortunada, aunque ella todavía no lo sabe. No valora lo que tiene. A sus catorce años, da por hecho recibir la paga todas las semanas, conseguir los caprichos que quiere. Y por supuesto, odia el instituto. Le parece un supremo aburrimiento, va a clase cada día obligada y se fuga todas las horas que puede, las justas para no desencadenar una bronca demasiado fuerte en casa. Ahora ha encontrado la excusa perfecta y le argumenta a sus padres que la gente no para de hablar de crisis, de que no hay trabajo ni para los que estudian, de que no hay futuro. Si hasta vosotros mismos estáis asqueados de esta puta vida, se les encara. Su madre le recrimina su forma de hablar y su padre se hace el sordo, le dice que tiene que aprobar y ya está, discusión zanjada. No la deja seguir, no puede decirle que no le interesa estudiar, que ya se buscará la vida. 
 
Hoy Eva se ha levantado de mal humor, no le gusta madrugar, menos aún para ir a clase. Se encamina al instituto despacio, con desgana, si no fuera por el frío que hace en la calle sería capaz de quedarse dormida mientras camina, va pensando. A primera hora tiene tutoría, lo que faltaba, se le pasa por la cabeza no entrar, pero es casi final de mes y ya lleva acumuladas unas cuantas faltas. Últimamente su padre le está recortando la tarifa del móvil, eso no le interesa, entrará a ver qué cuenta el muermo de Gonzalo. Ella está acostumbrada a no hacer gran cosa en la hora de tutoría, hora de estudio la mayoría de veces, algunos cuestionarios, algunos debates, actividades con el ordenador. Pero este curso eso ha cambiado, su tutor se curra las sesiones, la verdad, les pone videos, los hace que opinen e intenta que piensen por ellos mismos, bueno, eso dice él, como no están acostumbrados, los alumnos pasan. No le ha tocado un buen curso al pobre hombre. Con todo este galimatías en la cabeza llega Eva al instituto y allí se demora en la puerta con sus amigos, ha oído el timbre de lejos por el camino, pero ninguno tiene prisa por entrar.
 
Al fin entra Eva en clase porque si no el profesor la mandará a jefatura y eso será peor que no haber aparecido. Buenos días, dice Gonzalo, elevando la voz sobre el jaleo que hay formado en el aula. Nadie le contesta, él insiste hasta que alguno ya por no oírlo más le responde indiferente. Gonzalo pasa lista y comienza a explicarles en qué va a consistir la tutoría de hoy. Van a hablar sobre el derecho a la educación. ¡Menudo rollo! El profesor les lanza unas preguntas que deben contestar, respetando el turno de palabra, de forma sincera. Pero nadie levanta la mano, como siempre. Gonzalo tiene que azuzar mucho el ánimo de sus alumnos para sacarles alguna opinión, ni digamos para que ésta sea razonada. Vosotros no queréis estudiar, prosigue el tutor, creéis que estáis perdiendo el tiempo, no entendéis que la educación es la única salida posible en la vida, para ser lo que quiera que deseéis ser. Y tras algunas escasas intervenciones, en voz casi inaudible, forzadas, Gonzalo pone el video que cambiará la concepción de Eva sobre las cosas.
 
Mientras se ven las imágenes de unos niños metiéndose en un río, Gonzalo les va explicando que en Vietnam hay niños que tienen que arriesgar su vida cruzando un caudaloso río para poder asistir a la escuela, que está en la otra orilla. En un primer plano aparece entonces una niña llamada Amina que pasa mucho miedo cada día porque en ese río había perdido a dos amigas, arrastradas por la corriente. Los chicos se quitan la ropa y la meten en una bolsa de plástico, junto a sus libros, y se lanzan a unas aguas cuya profundidad, dependiendo del día, podía llegar hasta a los tres metros. Luego tendrán que volver a casa, claro, por el mismo camino. Un simple puente solucionaría la situación, pero hay países en que no se atiende a las necesidades, ni siquiera de los niños, atentando claramente contra sus derechos fundamentales. Y de ahí pasa Gonzalo a recordarles la historia de Malala, la chica pakistaní a quien los talibanes habían disparado por su lucha para que las niñas pudieran estudiar, lo comentaron en clase. Y quizá ese hecho fuera mucho más impactante que lo del río, pero es justo eso lo que ha removido las entrañas de Eva. Ella no solía prestar atención a esas cosas, había tanta violencia cada día en la tele, le quedaba lejano, ajeno. Pero hoy no, hoy algo ha cambiado en su interior. Por eso contesta con interés a las preguntas del cuestionario que después del video les pasa Gonzalo. Siempre acababan teniendo que escribir su parecer e impresiones sobre la sesión de tutoría, ponerlo por escrito era más fácil que hablar allí delante de todos en voz alta.
 
Cuando Eva salió del instituto no se quedó hablando con sus amigos, sino que se puso a caminar rápidamente hacia casa. Iba pensando que sus malditas hormonas le habían jugado una mala pasada, estaba sensiblera, si casi se pone a llorar viendo a Amina y a los otros niños. Puede que fuera eso o que había madurado un poco. Lo cierto es que a partir de ese día se sintió afortunada por poder estudiar, por tener libre acceso a los libros, a la información, por contar con un techo bajo el que dormir, unos padres que se preocupaban de ella... tantas cosas. No fue un cambio radical, no dejó Eva de vivir riñas en casa, de dejarse llevar por su egoísmo adolescente muchas veces, de estudiar el último día algunos exámenes, todo lo propio de su edad. Pero sí empezó a mirar el mundo con otros ojos. Sus notas mejoraron. Y hasta decidió por esos días qué quería ser de mayor. Tendría que ver con ayudar a los demás.
 
CDR

4 comentarios:

  1. Hoy el cuento tiene final feliz. ¡Qué raro!

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  2. A vces, a la vida se le puede pedir un final feliz, sino...
    Buen ejemplo.
    Pmd.

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  3. Sí, tiene final feliz. Algo que a mí no me pasa y estoy hartica de contarle a mis niños historias parecidas, claro que los míos son demasiado pequeños. Confío en que cuando lleguen al instituto se encuentren con profesores, como los que aparecen por este y otros blogs, que les ayuden a reflexionar y trazar sus vidas por el camino adecuado.

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  4. Este final nos anima a seguir adelante, quizá todos los alumnos no reaccionen como Eva, pero desde el momento en que lo haga uno ya merece la pena nuestro esfuerzo.
    Tati.

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