Bellísima
edición de Impedimenta para estas memorias literarias de Eudora Welty (Jackson,
Mississippi, 1909-2001). La palabra heredada
constituye no solo un homenaje a la autora sureña, sino también al traductor
Miguel Martínez-Lage, fallecido en abril de 2011 sin acabar el trabajo de
revisión del texto de una edición anterior. Por tanto una ofrenda póstuma, delicada
y cuidada al máximo, con la colaboración de la escritora y editora Elena Medel.
Esta obra se alimenta de las tres
conferencias que Eudora Welty dio en la Universidad de Harvard, en abril de
1983, para inaugurar el ciclo dedicado a William E. Massey. Dividida en tres partes
de epígrafe revelador: “Escuchar”, “Aprender a ver” y “Encontrar una voz”, Welty nos muestra cómo nació su amor por la
palabra y cómo se forjó en su interior la necesidad de contar. A través de
estas páginas descubrimos el germen del talento de esta gran autora, que supone
uno de los hitos de la literatura americana del siglo XX. El Pulitzer en 1973
por La hija del optimista (The Optimist´s
Daughter) o la Medalla Presidencial de la Libertad en 1980 son sólo algunos
de sus reconocimientos. Ya su primer cuento, publicado en 1936, llamó la
atención de Katherine Anne Porter, quien se convertiría en su mentora y
escribiría el prólogo a su primer libro de cuentos, Una cortina de follaje (1941). Formada en la universidad y dedicada
en principio a la fotografía publicitaria, la joven Eudora decidió entregarse
por completo a la escritura. Además de varias novelas y algunas obras de no ficción,
Welty escribió sobre todo relato corto, género al que contribuyó de manera muy
significativa. Forjadora, junto a Faulkner, Capote, Williams, Flannery O´Connor
o Carson McCullers, del denominado gótico
sureño, -aunque quizás la menos conocida de ellos- Welty ubica sus
historias en el profundo Sur, con personajes marginales o descarriados, con
ecos bíblicos y cierto influjo mítico. Pero por encima de cualquier tendencia y
más allá de su clara influencia chejoviana, destaca la escritora sureña por una
narrativa sutil y casi lírica. Con un lenguaje propio, que le supuso un
inconveniente para ser merecedora del Nobel, por considerarlo demasiado
regional, Eudora Welty se ganó a lo largo del siglo XX un merecido lugar entre
los cuentistas más importantes de la época.
En La palabra heredada, verdadera puerta de acceso al universo
personal y narrativo de Welty, encontramos a la primogénita de una familia con
dos hijos varones, de un matrimonio de emigrantes. Christian Welty y Chestina Andrews
no eran del Sur, pero se fueron a Jackson a mejorar su suerte. Y,
efectivamente, en pocos años, el padre pasó de trabajar en una empresa de seguros
a ser su presidente. Se recuerda Eudora a sí misma como una niña feliz, en una
casa en que se leía en voz alta y se escuchaban óperas de una habitación a
otra. De Chestina heredó la niña el amor por la lectura. Autores como Dickens,
Stevenson o las Brontë llenaban la fantasía de Eudora y la hicieron dueña de
una agilidad oral muy favorecedora para sus propias historias. De Christian
aprendió la afición por los telescopios, las lupas, cámaras y lentes diversas,
lo que, además de procurarle un oficio, le otorgó la capacidad de observar
todos los matices del mundo que la rodea y captar lo efímero de las cosas. Con
sus hermanos, Edward y Walter, compartió numerosos momentos inolvidables que
germinarán también en su imaginación. Los recuerdos fluyen de una manera
natural, las visitas de los abuelos, sus estudios en el Colegio Femenino de
Mississippi y en las Universidades de Wisconsin y Columbia, donde descubrió a
grandes autores, como Yates, y su vocación literaria, en fin. Al hilo de todas
estas vivencias, se van definiendo las claves de su narrativa, las relaciones
humanas como tema predilecto, la tierra, la familia, la creación de relatos a partir
de visiones retrospectivas, afinidades y relaciones entre personajes y cuentos
que se le irán revelando con el paso del tiempo. Eudora Welty escribió de lo
que veía y conocía, pero supo convertir todo eso en un universo literario con
resonancias colectivas.
Así se tejen estas deliciosas
memorias, escritas a los setenta y cinco años, mezclando recuerdos con la explicación
de la práctica literaria, con una prosa y un estilo inconfundibles. Esta obra,
con el título original de One Writer´s
Beginnings se convirtió en un best seller inesperado cuando apareció en
1984. Cuatro años después vio la luz en nuestro país de la mano de Montesinos,
con traducción de Martínez-Lage, que no quedó muy satisfecho con el resultado.
Por eso ahora cobra especial significado esta edición de Impedimenta. Como la
propia autora afirma: “… todo reto serio,
ambicioso, surge ante todo de nuestro interior.”
CDR
Excelente entrada; la literatura, en ocasiones, nos proporciona momentos de felicidad y bienestar.
ResponderEliminarPmd.
Al fin y al cabo, amor por la palabra.
ResponderEliminarTati.