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domingo, 23 de junio de 2013

BESOS

Besos hay de muchos tipos, seguro que no les descubro nada nuevo. Y sin embargo, una sola palabra para nombrarlos a todos. Porque a ver quién es el que hoy conoce (y menos usa) el vocablo ósculo, que más que un sinónimo, se refiere a un beso concreto, de respeto o afecto.

Lo cierto es que nuestros antepasados romanos sí usaban tres palabras distintas para designar el beso: saevium (beso amoroso), osculum (beso de amistad y religioso -de ahí nuestro cultismo-) y basium (beso entre amantes o como saludo.) Explicado por Servio, el osculum pertenece a lo sagrado, puede dársele a los niños sin mesura, el saevium se utiliza para el placer, y el basium queda reservado para la esposa. Los matices son importantes.

Como explica Ramón de Campoamor en la siguiente definición:
En la mejilla es bondad,
en los ojos ilusión,
en la frente majestad,
y entre los labios pasión.

O, como dice la célebre canción: "Le puede dar usted un beso en la mano, o puede darle un beso de hermano, así la besará cuanto quiera, pero un beso de amor no se lo da a cualquiera."

En cuanto al origen del beso, ¿se lo han preguntado alguna vez? Algunos antropólogos sostienen que el hombre primitivo, a imitación de los animales, lamía la cara de sus congéneres en señal de cariño. Otros estudiosos afirman que se trata de la transformación de un acto materno, tal como lo hacen los pájaros con sus crías. En diversas especies de primates se desarrolló el beso como una vía de alimentación en la que la madre premasticaba el alimento para depositarlo en la boca de la cría, ya que esta era incapaz de masticar lo sólido por ausencia de piezas dentales.

Por contra, también hay quien se aferra a que lo que nos distingue de los animales, precisamente, es la capacidad de los besos (y las caricias).

Históricamente, el beso entre humanos representa un elemento fundamental en el estudio de los patrones en las relaciones sexuales de la actualidad. La evidencia más antigua que describe la práctica de la unión de labios como componente imprescindible en las relaciones extrapersonales de carácter sexual se remonta a la cultura india hacia 1500 a.C.

Más recientemente, Sigmund Freud, en una de sus teorías sobre la sexualidad exponía: "Individuos que besan con pasión los labios de una bella muchacha no podrían emplear sin repugnancia su cepillo de dientes, aun no teniendo razón alguna para suponer que su propia cavidad bucal, que no les produce asco, esté más limpia que la de la muchacha."

Se sabe, por otra parte, que en algunas civilizaciones orientales, como la japonesa, el beso se desconocía hasta que descubrieron las películas norteamericanas. Sin embargo, entre los musulmanes el beso sí era cosa deseada y apreciada. Leemos en unos versos del andalusí Ibn Quzman (1078-1160): "Boca pequeñita y dulce saliva, cielo garantizado para quien la besa."

Sea como sea, el beso es un acto maravilloso que quizá hoy en día se prodiga en exceso. Al menos eso pensaría Bécquer, quien escribió: por un beso... ¡yo no sé / qué te diera por un beso!

CDR

2 comentarios:

  1. Curiosa pequeña historia del beso, y pese a todo algunos nos consideramos "besucones", ¡qué le vamos a hacer!, eso sí, claro, con cariño, con mucho cariño detrás...
    Pmd.

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  2. No soy besucona, pero me sumo a Bécquer, en algunos momentos: "por un beso...¡yo no sé/ qué te diera por un beso!"

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