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martes, 21 de enero de 2014

MUJERES: PROFUNDA MIRADA

Una de las mejores escritoras de la segunda mitad del siglo XX es la italiana Elsa Morante (Roma, 1912-1985), nombre poco conocido en nuestro país, pensaremos que por escribir en lengua extranjera y no, como tantas otras, por el hecho de ser mujer.

Hija ilegítima de una maestra judía llamada Irma Poggibonsi y el empleado de correos Francesco Lo Monaco, fue reconocida por su padrastro, Augusto Morante, un vigilante de un reformatorio para jóvenes, y será éste el apellido que ella utilizará.

Pasó su infancia en el popular barrio romano de Testaccio y al finalizar el liceo se mudó a vivir sola. Empezó a cursar estudios superiores en la rama de Letras, pero no consiguió terminarlos por falta de medios económicos. Elsa comenzó a escribir desde muy joven, cuentos, fábulas, poesías, que fueron publicándose desde 1933 hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, en revistas como Il Corriere dei Piccoli, Il Meridiano di Roma, I Diritti della Scuola y Oggi, compaginando esta actividad literaria con la impartición de clases de italiano y latín. Su primer libro (Il Gioco Segreto), publicado en 1941, fue una recopilación de estos escritos.

En 1941 se casó con el escritor Alberto Moravia, a quien había conocido seis años antes y que le dio estabilidad económica -pero no emocional, como se vería más adelante-. Durante la represión nazi, el matrimonio se refugió en Fondi, un pequeño pueblo al sur de Roma. Esta zona de Italia meridional será escenario frecuente de sus narraciones.

Al margen de sus escritos breves y en verso, la obra fundamental de Elsa sería la novela. Escribió su primer relato largo en 1948, Mentira y sortilegio (en español, por Lumen, 2012), siendo muy bien acogida y que sería distinguida con el Premio Viareggio. Con esta historia, Morante recrea parte de su existencia a través del personaje de Elisa, una muchacha huérfana para quien la literatura funciona como tabla de salvación y refugio de felicidad.

Su círculo de amistades se vio ampliado con un gran número de grandes escritores y artistas. Su casa, un ático de la vía de la Oca, llegaría a ser uno de los más frecuentados lugares de encuentro, destacado en el mundo intelectual romano. En 1957 se publica su segunda novela, La Isla de Arturo (en español, por Espasa-Calpe, 2004), que gana el Premio Strega.

Elsa y Alberto no tuvieron hijos y el matrimonio se separó en 1962, cuando ella ya era una escritora conocida. A partir de ahí, continuó escribiendo sólo de forma esporádica y trabajando durante años en una novela que no se publicó jamás: Senza i conforti della religione. Su tercera novela, quizá la más importante, llegaría en 1974, La Historia (en español, por Círculo de lectores, 1992), que obtendrá un enorme éxito de público, en la que pretende combinar los puntos de vista cristiano y marxista. Se trata de una obra coral que narra el drama de las víctimas anónimas de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Su exhibición de posturas políticas, sobre el fascismo y la dictadura, le valió a esta novela la censura franquista en nuestro país.

Su última novela, Araceli (en español, por Gadir Editorial, 2008), publicada en 1982, obtuvo el Premio Médicis de novela extranjera en 1984. Es una novela "española" en cierto sentido, pues el narrador es hijo de una almeriense, Araceli, que dejó su tierra natal al casarse con un italiano. Tras la muerte de su madre, Manuele emprende un viaje en busca de sus raíces y su perdida infancia feliz, pues ella le cantaba y le hablaba en español cuando era niño. La acción se sitúa en noviembre de 1975, durante la agonía de Franco, contexto que refuerza la reconstrucción de los recuerdos familiares de Araceli. Una rica historia, en la que la memoria, la búsqueda de la identidad e incluso la sensualidad son los hilos conductores. 

Elsa Morante era una mujer guapa, con un rostro juvenil en el que se dibujaba una sonrisa tímida o irónica. Vivió rodeada de animales. Ya enferma, una fractura de fémur la obligó a pasar sus últimos años en cama, sin poder caminar. Después de un intento de suicidio en 1983, falleció el 25 de noviembre de 1985 en Roma por un infarto, tras una segunda operación quirúrgica y un largo y penoso internamiento en hospitales. Un premio literario lleva su nombre.

Como vemos, esta mujer escribió mucho. Y pese a la riqueza y variedad de sus temáticas, lo que se repite por encima del resto es su voluntad de dar cabida a una parte de la humanidad generalmente excluida de las grandes generalizaciones que la historia del mundo teje. Su escritura denuncia la invisibilidad y vulnerabilidad de las víctimas, de todos los inocentes, en un sentido existencial y amplio, frente a la supuesta razón de los acontecimientos que, en determinados momentos, esgrime la narración oficial, incompleta e injusta, que la sociedad da de sí misma.

Una mujer desgraciada en lo personal, eclipsada durante años por la celebridad de su marido, comprometida con los problemas de su época, autora de algunas de las páginas más sobresalientes de la literatura de final del siglo XX. Hoy su recuerdo, la relectura de sus obras, nos enriquecería y serviría para rescatar a los personajes secundarios del mundo, a los seres minúsculos que ella quiso mostrar -pues sigue habiéndolos ahora como entonces, víctimas anónimas de nuestro sistema-. Al menos, como forma simbólica de justicia.

CDR

2 comentarios:

  1. Curiosa mujer, efectivamente. Olvidada como tantas otros grandes escritores/as del mundo.
    Pmd.

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  2. Escuchamos Alberto Moravia y enseguida pensamos en el escritor, quizá no ocurra lo mismo con el nombre de Elsa Morante.

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