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sábado, 10 de mayo de 2014

VELADA LITERARIA

Anoche tuvimos ocasión de asistir a un encuentro con el escritor valenciano Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, 1949), evento al que yo personalmente acudí con la seguridad de que se trataba de un lujo poder acercarnos a un autor de los más importantes dentro de la narrativa contemporánea y que, una vez pasado, diré que superó, sin duda, todas mis expectativas.

Lo primero que sorprende es la cercanía del escritor, que estaba en la librería donde se celebraba el encuentro, los minutos previos al comienzo del mismo, como uno más, mezclado entre la (poca) gente que acudimos, hojeando libros -incluso compró uno- y charlando con nosotros. Eso en cuanto a cercanía física (de la que también hablaba su sencillez en la vestimenta, su mochila, su libretita de notas en la mano). Y posteriormente, una vez acomodado en su lugar privilegiado de escritor que va a hablar sobre uno de sus libros, se mostró igualmente próximo, en lo que se convirtió -como bien anunciaba el cartel- en un ameno diálogo que se alargó casi dos horas, porque podría haber continuado toda la noche. Al final, fue más una reunión de colegas que la presentación de un libro o la charla de un envanecido escritor.

Rafael Chirbes es autor de nueve novelas, desde los años ochenta, entre las que destacan las dos ultimas: Crematorio (2007) y En la orilla (2013), reconocidas ambas con el Premio de la Crítica Narrativa. Por qué no es más prolífico, según explicó, no se debe a que tarde años en escribir una nueva novela, sino a que sí tarda bastante tiempo en cambiar de punto de vista sobre lo que escribe, pues cada obra es el resultado de una visión de su época, de la etapa en la que se encuentra, y de la desazón resultante ante la realidad. Es como un proceso de catarsis personal que culmina con una novela y que debe reiniciarse cada vez para escribir la siguiente. Así, Chirbes dice huir de los encasillamientos del estilo, si bien su narrativa destila una personalidad inconfundible, pero trata de mostrar perspectivas diferentes aunque el trasfondo siempre sea el mismo: el retrato de la sociedad española. Quizá las dos novelas mencionadas tengan mucho que ver, sean muy parecidas, más próximas en el tiempo, pero en el caso de Minoun (1988) -una exquisita novela corta sobre un profesor de español en Marruecos, una mirada a África cuando todos los ojos empezaban a estar puestos en la ansiada europeización-, o de otras más recientes, como La buena letra (1992) o Los viejos amigos (2003), poco tienen en común, más allá del pesimismo del autor, que refleja las distintas etapas por las que va pasando nuestro país. No en vano, Chirbes es historiador y considera que no somos más que historia.

Ajeno al mundillo literario, hombre solitario, vive en una casa en el campo -cerca del pantano de Pego, escenario de su última novela- con sus dos perros. Se considera realista en el más amplio sentido de la palabra, deudor de una infinidad de autores que nombró como sus maestros en la escritura, pero no en una lista aprendida, una mera enumeración, sino al hilo de la conversación, espontáneamente, porque forman parte de su experiencia vital. Si acudiera a los cócteles con escritores y estuviera siempre colgado al teléfono con los editores, no hubiese tenido tiempo de leer, afirmó. Y ha leído mucho, eso se nota. ¿Acaso no es eso la literatura? "La literatura que no es conocimiento no es nada". Chirbes opina (y así concibe él la literatura) que hay que ser uno mismo, pensar por uno mismo, averiguar la verdad, no dejarse manipular ni deslumbrar por el discurso mayoritario. (¿Cómo se puede ser socialista en un país en el que no se encuentra ni un solo libro de Max Aub, por ejemplo?) Por eso, aunque no gusta de los oropeles literarios en cuanto a promoción de los libros, sí se siente orgulloso de publicar sus libros, de que lleguen a lectores que puedan sentirse identificados con las inquietudes que plasma en sus obras y que, de alguna manera, reflexionen sobre lo que está pasando. Sin embargo, a priori, Rafael Chirbes no piensa en el lector que va a leerle, pues, como se ha dicho, la escritura para él es un proceso personal con el que busca liquidar un malestar íntimo en un momento determinado. Ni tampoco tienen sus novelas un plan preconcebido. ¿Se puede escribir un libro de más de cuatrocientas páginas sin haber esbozado siquiera un esquema? ¿No será esto falsa modestia? Hay escritores que, efectivamente, necesitan estructurar previamente lo que van a escribir, pero Chirbes se confiesa intuitivo, anárquico en ese sentido. Sus personajes son él mismo, todos y cada uno de ellos manifiestan una parte de él. Todo empieza con una pesadumbre que germina en su interior; la experiencia, el trabajo y el pulimento hacen el resto. Y observándolo, escuchándole hablar, no puede estar mintiendo.

Reivindicativo, extrañado, lúcido, firme... así se muestra este escritor valenciano ante la actual sociedad globalizada. Habla de un país que se dejó cautivar por los cantos de sirena europeos (alemanes) y ha ido perdiendo su masa industrial a pasos agigantados, que no es más que un pelele en manos de políticos sin escrúpulos, multinacionales extranjeras, y medios de comunicación manipuladores. Y los ciudadanos están cabreados, el problema es que el cabreo sin pasar por el filtro de la razón es muy peligroso, así que el futuro no parece demasiado alentador. Entonces, ¿es que no hay esperanza? Su papel como escritor no es ese (si quieren esperanza, pídansela al cura, o créanse las mentiras de los políticos, o vayan al psiquiatra) , simplemente es mostrar la realidad tal y como él la ve.

CDR

2 comentarios:

  1. Autores inmensos que confirman la validez de la literatura pese a los vaivenes de la vida, porque en la imaginación y la buena escritura se encuentra ese sentido que nos permite seguir sobreviviendo. Leo la cercanía de un autor que, desde siempre, he leído. Enhorabuena y gracias, maestro, por la buena literatura.
    Pmd

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  2. No siempre sale uno tan satisfecho de acudir a un acto literario. Me alegro mucho mucho, es un lujazo estar tan próximos a personas como Chirbes.
    Tati.

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