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sábado, 28 de junio de 2014

SILENCIO

Del latín silentĭum, significa falta de ruido y cada vez cuesta más encontrarlo en este mundo de hoy.

Con el ritmo de vida que llevamos, nos parece normal el ruido e incluso lo buscamos de forma inconsciente, llenando el silencio a toda costa, como si nos diera miedo enfrentarnos a él, como si fuera algo negativo, soledad, tedio, aburrimiento. Nos asusta apagar el móvil, la televisión, desconectar el ordenador... que el silencio nos invada.

Sin embargo, el silencio debe formar parte de la vida, no podemos obviar lo que el silencio nos dice de nuestro propio interior. Y si nos paramos a escucharlo, veremos que nos descubre algo grandioso, observaremos las cosas desde una perspectiva más amplia. Además, escuchar el silencio está al alcance de todos y no requiere de ningún entrenamiento, solo de disposición.

El silencio puede servirnos de brújula interior, pues nos permite escuchar nuestras sensaciones y emociones, nuestro cuerpo. Y por otra parte, podemos llegar a asombrosos descubrimientos mientras estamos en silencio, pues es en estado cuando se dan esos instantes de claridad e intuición en los que todo encaja de repente. La mente se relaja y accede a un espacio de mayor amplitud, permitiendo que surja la creatividad e incluso facilitando la resolución de situaciones conflictivas o difíciles. Aquietar nuestro interior aumenta la capacidad de decisión.

Pero, ¿es posible esto con la cantidad de estímulos externos que nos llegan durante el día? No solo sonidos, sino imágenes, prensa, publicidad, etc., que ya forman parte de nuestra vida cotidiana. Como se ha dicho, necesitamos voluntad, aptitud, querer hacerlo. No se trata de aislarnos, convertirnos en monjes ni cambiar a una vida de meditación, simplemente practicar de vez en cuando el silencio, escucharnos y no dejarnos llevar de forma automática por el ritmo impuesto por esta sociedad. Es algo tan sencillo como pararnos a contemplar el paisaje cuando salimos a caminar, sin accesorios ajenos (auriculares, por ejemplo), disfrutar de una comida sin tener la tele encendida, cerrar los ojos un minuto mientras estamos sentados en el sofá, asomarnos a una ventana en una noche silenciosa y escuchar... Tantas pequeñas cosas para las que ni siquiera hace falta estar solo, porque también se puede disfrutar del silencio en compañía. Compartir un rato de lectura, escuchar al otro con atención cuando habla y no adelantarnos a su discurso, porque el silencio también es un requisito de la comunicación.

Palabras, sí, benditas palabras, y bendita música, y benditos el murmullo del agua y el canto de los pájaros... pero no ruido que nos ofusque la mente, sino silencio esclarecedor, serenidad. Cuánta falta nos hace.

CDR

2 comentarios:

  1. Silencio, silencio... es es lo que necesitamos, y algo de humildad y humanidad para ver cuanto acontece a nuestro alrededor, ¡que hermoso es escuchar atentamente a alguien y disfrutar de una amena y agradable charla!
    Pmd.

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  2. Hay momentos de la vida que se necesita silencio, y mucho.
    Tati.

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