Vistas de página en total

martes, 29 de agosto de 2017

OPINIONES

La verdad no puede imponerse.

Todos vemos e interpretamos la realidad de forma subjetiva y es muy prepotente creer que nuestra visión del mundo es la verdadera. La dualidad en la que nos han educado -que rige el mundo en general-, bueno/malo, es totalmente subjetiva, depende de cada uno, de los valores que nos hayan inculcado, de la cultura en la que estemos imbuidos, se basa, en definitiva, en nuestro sistema de creencias. Al identificarnos con este, asumimos que el mundo debería ser como nosotros pensamos.

Si no admitimos opiniones diferentes a la nuestra y entablamos batalla para convencer a quienes manifiestan otra postura, esto supone dos cosas: estamos juzgando su forma de pensar y en realidad solo buscamos tener razón. Demostrando así, además, nuestra falta de madurez emocional.

La conciencia moral, pues, no sirve para nada más que como filtro distorsionante de la realidad. Y es porque en ella se acumulan nuestros prejuicios y estereotipos, basados, por supuesto, en nuestras interpretaciones subjetivas y nuestros pensamientos egocéntricos. De ahí precisamente surgen tanto los pequeños desencuentros como los grandes conflictos que destruyen la paz entre los seres humanos.

Sin embargo, si cuestionamos y trascendemos los condicionamientos que han forjado nuestra moral, crecerán nuestro conocimiento y nuestra comprensión. Entonces basaremos nuestras opiniones, y aún mejor, nuestras decisiones, en la conciencia ética -que etimológicamente alude al modo de ser, al carácter, a la predisposición a hacer el bien-. Dejaremos de etiquetar las cosas como buenas o malas, como blancas o negras, y apreciaremos todos los matices entre uno y otro extremo. Esto es especialmente importante en la actualidad, cuando tanta división y confrontación existen. Debemos comprender y aceptar opiniones distintas a las nuestras, es más, debemos dejar de perder el tiempo juzgando y criticando, y cultivar la humildad y el respeto, elegir nuestros pensamientos y seleccionar con cuidado nuestras palabras y acciones.

Porque hoy en día resulta tan fácil opinar, alegre e inconscientemente, no hace falta más que un clic, para posicionarnos sin reflexionar, sin examinar los datos, sin contrastar nada. Esto es muy peligroso, recibimos una ingente cantidad de información, estamos informados, sí, pero, ¿pensamos? El exceso de información nos vuelve perezosos, nos evita buscar ideas propias, asumimos posturas ajenas, alimentamos nuestro egocentrismo y reforzamos aquellas ideas con las que nos sentimos afines, sin más.

Sea cual sea el tema a opinar, desde política o terrorismo -por nombrar dos de los que más dividen, más complejos y a la vez más opinados-, hasta forma de vida, vestimenta u otro hábito cotidiano -por nombrar otros más livianos y también bastante mangoneados-, no deberíamos hacerlo de modo impulsivo, repetitivo, sino pausado, yendo más allá de los límites de nuestra mente condicionada. Incluso, por qué no, reconocer a veces que no tenemos opinión formada al respecto.

CDR

1 comentario: