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miércoles, 30 de enero de 2013

PAZ


"La violencia es el último recurso del incompetente." (Isacc Asimov)




CDR

martes, 29 de enero de 2013

MÁS VIOLENCIA

Una película de más de dos horas de duración puede resultar un tostón si no tiene los ingredientes necesarios para enganchar al espectador. Seguramente, muchos de los que hayan visto La cinta blanca (Alemania, 2009) pensarán esto mismo. Sin embargo, aunque carente de acción y por tanto bastante lenta, considero que es todo un acierto de Michael Haneke, su director. Así como que el reparto es soberbio y la fotografía, la puesta en escena, el montaje son excepcionales.

La gravedad del tema que trata este filme requiere mucha sutileza, pero también mucha frialdad para el enfoque, porque presenta unos personajes mezquinos con actitudes despreciables. Y lo que hace Haneke es plantear preguntas al espectador para que él mismo busque las respuestas. Más que una película, parece una sucesión de fotografías de época. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el argumento se desarrolla en un pequeño pueblo alemán dominado por el poder del terrateniente. Unos misteriosos incidentes, rayanos en el crimen, comienzan a perturbar la tranquila vida de los habitantes del pueblo. Narrada con la voz en off del maestro, la historia muestra la rigidez moral de la educación de la época, la sórdida concepción sobre el sexo, el autoritarismo salvaje al que se sometía a los niños. Por tanto, no es difícil interpretar que la violencia genera más violencia y, más aún, se puede entender como una crítica al germen del nazismo, pues estos niños, afectados por el determinismo de su educación, no podían ser de otra manera.

La cinta blanca que el predicador ata a sus hijos para dar pábulo a su inocencia no es más que una señal de la hipocresía dominante. Los padres se abandonaron a sus vicios y pecados al abrigo de la oscuridad, mientras que los hijos actuarán orgullosos a plena luz del día, ensalzando su propia concepción de la pureza. Cuando llega el momento de asumir las consecuencias, es demasiado tarde. En una sociedad donde prevalece el castigo y la risa está condenada, todo es engaño y falsedad, violencia contenida, hasta que estalla.

No es, en fin, una película de entretenimiento, se ve como se admira un cuadro o se escucha una pieza de música sin intención alguna de bailar y divertirse. Sin embargo, es una propuesta sobre algo que tal vez nunca nos habíamos planteado, con la que podemos estar de acuerdo o no, sin quitarle el valor artístico que tiene la obra a nivel cinematográfico.

Una auténtica película en blanco y negro del siglo XXI.

CDR  

lunes, 28 de enero de 2013

ETERNO TOLSTÓI


La eternidad no es algo inalcanzable. Algunos autores la logran a través de sus escritos. Es el caso de Liev Nikoláievich Tolstói, popularizado como Leon Tolstói (1828-1910), al que sin duda todos reconocen como el autor de Guerra y paz y de Ana Karenina. Pero este escritor, uno de los mejores novelistas de la literatura rusa y universal, no sólo es un excelente representante del realismo ruso, sino que su filosofía de vida y su propia existencia fueron un ejemplo a seguir por muchos otros hombres ilustres, como Martin Luther King o Gandhi. Su influencia, en fin, va mucho más allá del ámbito literario.
De descendencia noble, hijo de una princesa y un conde, quedó huérfano a temprana edad y pasó parte de su juventud, junto a sus tres hermanos y hermana, con sus tíos paternos. Quizá su falta de orientación hace que la primera etapa de su vida se desarrolle entre la impulsividad y la duda. En 1843 empezó sus estudios de Letras en la Universidad de Kazán, que abandonaría poco después para terminar Derecho en San Petersburgo. Su experiencia estudiantil lo dejó insatisfecho, ante un método de enseñanza anticuado a sus ojos, de modo que a partir de ese momento se caracterizará Tolstói por ser un escritor autodidacta. Una de las obras que más influyó en él fue la Biblia, al igual que las doctrinas de Pushkin y Rousseau, entre otros.
A partir de 1851 se une a su hermano en el Caúcaso, para poco después ingresar en el ejército ruso. De esta vivencia saldrán obras como Sebastopol (1855-1856), historia basada en la guerra de Crimea, de la que él fue oficial; Dos húsares (1856); o Los cosacos (1863), donde el autor ruso realiza una comparativa entre la sana vida al aire libre de estos guerreros con el cansancio y la apatía de la juventud moscovita . En los últimos años de su vida rememorará estos momentos en un bellísimo relato terminado en 1904 pero publicado póstumamente, Hadzí Murad. Además, en la primera parte de su vida escribió su obra autobiográfica, que incluye Infancia (1852), Adolescencia (1854) y Juventud (1856). Interesado también por otros temas, publica Felicidad conyugal (1858), que habla de la relación más compleja y plena que puede darse entre una pareja, el matrimonio por amor como proyecto de futuro; una obra basada en la propia vida de Tolstói. La pedagogía fue igualmente ámbito de su interés, de modo que en sus viajes por Inglaterra y Alemania estudió los modernos métodos didácticos que posteriormente aplicaría en la escuela por él fundada en Yásnaia Poliana, su pueblo natal, y que dará título a otra de sus obras.
En 1862 contraerá matrimonio con Sofia Andréievna Bers, hija de una culta familia moscovita, con la que tendrá quince hijos. Sus ocupaciones como padre de familia y esposo, así como administrador de numerosas propiedades, no mermaron su capacidad creativa. Y es precisamente en estos años cuando escribe sus novelas principales: Guerra y paz (1865-1869) y Ana Karenina (1873-1877), publicadas inicialmente como folletín en la revista “Ruskii Véstnik” (“El mensajero ruso”). El propio escritor consideró Ana Karenina como su primera novela, quizá por el cariño personal hacia la protagonista, seguramente inspirada en Maria Hartung, hija de Pushkin, y sin duda, desde el punto de vista literario, una obra en que el estilo tolstoiano aparece en pleno apogeo.  Ahondando en las costumbres de la sociedad rusa, con unos personajes magníficamente conseguidos, Tolstói pretendía además un ambicioso mensaje moralizador, si bien el valor literario de estas obras eclipsa en cierto modo este fin. En este sentido, se puede decir que Tolstói es a la vez un cronista de su tiempo, historiador y moralista, pues narra con realismo sobrecogedor momentos históricos mientras que da a los lectores lecciones de moralidad cristiana.
Es importante conocer la evolución ideológica sufrida por Tolstói a lo largo de los años, ya que fue víctima de la contradicción entre su vida y sus convicciones morales. Desde un joven noble liberal, Liev Nikoláievich evolucionó a una edad adulta de insatisfacción y a una madurez en la que encontró por fin aquello que no hallaba en los placeres de la aristocracia rusa, propiciado por el descubrimiento íntimo de la fe verdadera. Quizá esta transformación interior sea el germen de la actitud crítica del escritor, que muestra en los otros las carencias que él ya ha conseguido suplir. En esta línea ético-espiritual están Confesión (1882), Sonata a Kreutzer (1889) o Resurrección (1899), también magistrales análisis de la sociedad rusa.
Comprometido con los siervos de sus tierras en mejorar las condiciones de trabajo y de vida, Tolstói prometió hacer reformas desde su posición de aristócrata. Su convicción más profunda llegó a ser que la salvación sólo podía estar en Dios y esto lo llevó a rechazar también las instituciones y las creencias religiosas rusas, así como a fijarse un ideal de pobreza voluntaria, trabajo manual y abolición de la propiedad. Sin embargo, siempre se vio presionado por su familia, que le impedía deshacerse de sus bienes. Pensamientos plasmados en sus Diarios (escritos entre 1847 y 1894). Es en estos textos íntimos donde conocemos verdaderamente la dimensión humana del escritor, sus preocupaciones, su dificultades. Infatigable en su trabajo hasta los últimos días de su vida, en octubre de 1910 abandona su casa en compañía de su hija Alexandra, su favorita, y un discípulo, para vivir como un mendigo y paliar así su vergüenza ante los campesinos por sus privilegios. Sin saberlo, Tolstói coge el tren hacia la muerte, pues cuando llega a la estación de Astápovo no puede proseguir, tiene fiebre y la neumonía avanzaba rápida y letal por su organismo. Y así, el 20 de noviembre de 1910 muere Leon Tolstói, en la humilde cama de un jefe de estación.
Más de cien años después de su muerte, sigue siendo imprescindible leer a este autor de mágico estilo, en palabras de Nabokov, cuya capacidad para describir lo que ve, para transmitir la psicología de los personajes y para entusiasmar al lector con su amor por la naturaleza aún no ha sido superada. La vitalidad y la fuerza de Tolstói, que impresionó a sus contemporáneos, quienes veían en aquel anciano de barbas blancas a un titán, a una especie de profera majestuoso, a un mago de las palabras, llega hasta nosotros a través de su impresionante legado literario.
Lo dicho: eterno.
CDR

domingo, 27 de enero de 2013

MOTIVOS

Causas o razones que mueven para algo:

Un bello amanecer.

El calor de la persona amada.

Una mirada.

Una sonrisa.

Una caricia.

Un beso.

Un abrazo.

El olor de la lluvia.

Los rayos de sol.

Las flores

Los árboles.

Los pájaros.

El azul del cielo.

Un nacimiento.

La familia reunida.

El cariño.

(...)
 

Para vivir, sobran los motivos.

CDR

miércoles, 23 de enero de 2013

ÁNIMOS

En muchas ocasiones nos hace falta que nos den ánimos, porque el desaliento nos atenaza y no encontramos sentido a nada de lo que nos rodea.

Desde aquí queremos contribuir al desánimo generalizado con un repaso, a modo de "pequeñeces", a los ánimos que podemos poseer, encontrar, recibir, sentir, pues los hay de diversos tipos, derivando todos ellos del mismo origen: del latín animus y este del griego ἄνεμος, que significa soplo.

En cuanto es principio de la actividad humana, el ánimo se entiende como alma o espíritu. Los que crean que sólo somos materia física, pueden prescindir de esta acepción.

También entendido como valor, esfuerzo, energía, es normal que nos flaquee el ánimo cuando nuestro empeño y afán vienen a dar continuamente con un muro de hormigón.

La intención y voluntad es ánimo igualmente, como el que mueve la mayoría de nuestros actos.

Con tranquilidad y serenidad, tanto en los sucesos adversos como en los prósperos, se toman la vida los que tienen presencia de ánimo.

Si se encuentran profundamente tristes, depresivos, abatidos, entonces sufren de pasión de ánimo.

Cierto es también que nadie se encuentra siempre en el mismo estado de ánimo. Sujeto a tantas condiciones, es uno de los aspectos más volubles del ser humano.

Por eso decimos ¡ánimo! como una interjección de buenos deseos, aunque sepamos que es en vano en momentos de gran desconsuelo. Siempre se agradece una voz amiga que nos lo diga.

Ya lo manifestó el sabio Salomón:
"El ánimo gozoso hace florida la vida; el espíritu triste marchita los sucesos."

CDR

domingo, 20 de enero de 2013

EN EL VACÍO

Jon era escalador desde niño, desde que su padre lo llevó por primera vez a la Peña Roja y lo puso ante sus paredes, llenas de pequeñas hendiduras invisibles a sus inexpertos ojos, pero que poco a poco se iban descubriendo al tacto de sus dedos y las puntas de sus pies de gato.
 
Llevaba unos diez años trepando por las vías más complicadas del Pirineo y abriendo otras nuevas con un osado atrevimiento cuando ocurrió el trágico accidente. Uno de los seguros saltó, a pesar de la meticulosidad con que los colocaba, y Jon cayó con tan mala fortuna que su cabeza primero y después su espalda dio fuertemente contra la roca antes de quedar suspendido, sujeto por el siguiente anclaje instalado. Quedó inconsciente y sólo el sexto sentido de su padre, que pensó que algo iba mal cuando Jon no volvía a la hora de comer, logró salvarle la vida. El equipo de rescate pudo llegar hasta él, porque afortunadamente llevaba el reloj localizador que su padre le regaló en su último cumpleaños. A Jon no le gustaban los móviles ni las tecnologías en general, pero su padre le convenció de que era imprescindible llevar ese aparato para su seguridad.
 
Cuando informaron a Luis de que su hijo quedaría tetrapléjico, con daños irreversibles en la función cerebral, el mundo se le vino encima. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue que gracias a Dios su esposa no tendría que pasar ese trago, pues había fallecido dos años antes. Ella temía tanto su amado deporte. Aceptaba a duras penas que él lo practicara porque sabía que era su pasión, pero no podía soportar el sufrimiento de imaginarse a Jon colgado de una pared de roca. ¿Cómo afrontaría ahora la culpa de haberlo iniciado en la escalada y de este fatal desenlace? Al menos estaba solo para cargar con la losa que a partir de ahora llevaría. Y esa certeza le desgarró el alma y lo arrasó en lágrimas.
 
Aparentemente, Jon no se enteraba de nada, su cuerpo postrado en la cama, conectado al respirador, no era más que un montón de huesos y carne sin sensibilidad. La rehabilitación sólo servía para mantener el tono muscular, a lo que contribuía su juventud, y el trabajo de la especialista no estaba dando frutos a nivel cerebral. Sin embargo, Jon no estaba muerto ni era un vegetal, algo dentro de él seguía soñando con escalar las altas cumbres de los Alpes suizos, del Himalaya, se veía a sí mismo desafiando los abismos que se abrían entre las verticalidades que conquistaba. No tenía forma alguna de expresarlo, todo era tragado por el vacío de esa impotencia.
 
Luis salía a escalar cuando ya no podía resistir la presión que le oprimía el pecho, tras el trabajo y llegar a casa para encontrar un improvisado hospital que poco a poco iba extendiéndose por todas las estancias, para ver a su único hijo inútil ya para la vida. Entonces, se agarraba con fuerza a la roca, miraba hacia abajo y sentía deseos de dejarse caer, para desaparecer en el vacío. Pero no podía hacerlo, Jon le necesitaba.
 
CDR    

sábado, 19 de enero de 2013

PROTAGONISTAS

En la vida no perdemos amigos, sólo descubrimos quiénes son los verdaderos.

A aquellas personas que un día prometieron llamar y de las que nunca más se ha vuelto a tener noticia.

A aquellas personas que tanto te querían y hoy no quieren ni verte, sin motivo conocido.

A aquellas personas que envidian tus éxitos y ensalzan los suyos en una estúpida competición imaginaria.

A aquellas personas que no maduran a pesar de la edad y siguen estancadas en un eterno enfado con el mundo.

A aquellas personas que se muestran ante los demás como imprescindibles porque en el fondo carecen de autoestima y de confianza en su valía.

A aquellas personas que anteponen tontos prejuicios, ideas ofuscadas, falsos testimonios a una amistad que podía haber sido verdadera y valiosa.

A aquellas personas que no encuentran su verdadero lugar en el mundo y vagan en sus casas, en sus trabajos como ánimas en pena, con falsas sonrisas, lágrimas de cocodrilo y una simulación agotadora.

A aquellas personas que se sientan identificadas al leer esta entrada, para que sean hoy las protagonistas, pues no es otro el objetivo de sus vidas.

Un aplauso, por haberse mostrado al fin tal y como son y no hacernos perder más tiempo con ellas.

"Cuanto más pequeño es el hombre, más necesita hacerse notar." (José Narosky)

CDR