Hoy rendimos homenaje a Ernesto Sábato, magnífico escritor, físico, pintor y símbolo de la democracia en Argentina, que por
poco no llegó a cumplir los cien años (junio 1911-abril 2011) Quizá no del todo reconocido, más bien
de moda en un momento dado, Sábato acabó recluyéndose en su casa para esconder
su vejez, asimilar su incipiente ceguera y dejar de crearse enemigos, cosa que,
según él, tan bien se le daba.
Hijo de inmigrantes italianos,
Ernesto Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, un día de San Juan, en
1911. Fue el décimo de once hijos varones, en una familia de clase media, cuyo
progenitor era tan severo que el propio Sábato declaró tenerle terror. Se llamó
Ernesto por su anterior hermano, que falleció días antes de nacer él. Después
de estudiar en la escuela primaria de Rojas, realizó sus estudios secundarios
en La Plata y
posteriormente, en 1929, ingresó allí en
la Facultad de
Ciencias Físico-Matemáticas. Aunque en un principio simpatizaba con el
movimiento anarquista, ya desde 1933 fue militante del movimiento de Reforma
Universitaria, de tendencia comunista; ese mismo año fue elegido secretario
general de la
Federación Juvenil del Partido Comunista. Pero más tarde comenzó
a tener dudas, desilusionado con el rumbo que había tomado el gobierno de
Stalin en la Unión
Soviética. El Partido, advirtiendo este cambio, resolvió
mandarlo a las Escuelas Leninistas de Moscú para “purificarlo”. Antes debía
pasar por un Congreso contra el fascismo y la guerra en Bruselas y allí conoció
el horror de los procesos de Moscú. Así pues, temiendo no volver vivo de allí,
escapó a París, donde más tarde trabajaría en el Laboratorio Curie. Regresó a
Buenos Aires en 1936, para casarse por lo civil con Matilde Kuminsky Richter, a
la que había conocido con apenas diecisiete años y que dejó a su familia para
irse con él. Ella fue la madre de sus dos hijos, y con la que vivió hasta su
muerte en 1998. Finalmente, tras un dilatado recorrido vital, una vasta carrera
literaria e ideológica, falleció Sábato en su hogar adoptivo de Santos Lugares,
muy cerca de la capital porteña.
Hasta 1945 se dedicó Sábato a la
ciencia, entre Zúrich, Buenos Aires y París, pero su contacto con el movimiento
surrealista francés, así como una profunda crisis existencial -en el
Laboratorio Curie se sentía vació, preso de una inercia sin sentido-, además
del germen que cultivó ya en él su profesor Pedro Henríquez Ureña, lo llevaron
definitivamente a consagrarse en exclusiva a la literatura. A partir de 1940
fue profesor en la
Universidad Nacional de Buenos Aires, pero cinco años después
se vio obligado a dejar la enseñanza, a raíz de la publicación de unos
artículos en el periódico La Nación , atacando al
régimen de Perón. El retiro docente dio lugar a su primer libro, Uno y el universo (1945), colección de
artículos político-filosóficos en los que censuraba la moral neutral de la
ciencia heredada del siglo XIX y alertaba sobre el proceso de deshumanización
que conlleva una sociedad tecnológica. Este descreimiento sobre la ciencia, lo
llevó a la experimentación con las posibilidades que ofrecía la literatura para
explicar los problemas existenciales. También fue decisiva en estos años su
relación con el Grupo Sur, donde
conoció a Victoria Ocampo, directora de la revista, a Adolfo Bioy Casares y,
por mediación de este, a Jorge Luis Borges.
Destaca el argentino por el rigor en
la construcción de sus obras y por la densidad de su contenido, sujeto incluso
a problemas de interpretación. Así pues, se puede considerar a Sábato como un
novelista intelectual, bastante influido por el existencialismo. En esta
corriente filosófica se enmarca precisamente su primera novela, El túnel (1948), corta y sencilla aunque
vibrante, sobre el amor, los celos y la obsesión; un retrato sobre la paranoia
y la descripción de un proceso psicológico que lleva del amor al odio. En fin, una
novela que entusiasmó en su momento a Albert Camus y que sigue provocando
fascinación y desasosiego en el lector por su dureza y su acierto literario. Posteriormente aparece Sobre héroes y tumbas (1960), que incluye el famoso Informe sobre ciegos, publicado en
ocasiones como texto independiente y llevado al cine por el hijo del escritor, Mario
Sábato. Esta novela relata la historia de una familia de la aristocracia
argentina venida a menos, en el contexto de las guerras civiles del siglo XIX
hasta 1955, exponiendo el desgarramiento sufrido por el país. El retrato intimista
que aparece sobre la muerte del General Juan Lavalle, héroe de la
independencia, pretende mostrarnos el corazón contradictorio del ser humano; Sábato
afirmaba que todos somos una mezcla de términos opuestos: bondad y maldad,
generosidad y egoísmo, valentía y cobardía. Por último, concibió Sábato el
complejo mundo de Abbadón, el
exterminador (1974), de corte autobiográfico y tema apocalíptico, con una
estructura narrativa fragmentaria. Además de mezclar sucesos autobiográficos
verdaderos y fantásticos, con análisis filosóficos e incluso crítica literaria,
el autor recrea hechos nefastos de la historia de Argentina, aunque también
está muy presente el drama mundial del siglo XX. El propio autor es uno de los
personajes principales, además de retomar a algunos de la anterior novela. El
protagonista mira al mundo y se mira a sí mismo, reflexiva y críticamente,
generando una visión abarcadora: confusión, ruptura, corrupción, degradación,
para denunciar un mundo en que triunfa el mal. Esta novela recibió el premio al
a Mejor Novela Extranjera en París, en 1976. En estos años se sucedieron los galardones,
como la Gran Cruz
al mérito civil en España, en 1978, o la distinción en Francia como Comandante
de la Legión
de Honor, al año siguiente.
En 1984 obtuvo merecidamente el
Premio Cervantes. En su discurso, Sábato afirmó que ante sus personajes se
sentía como ante seres de carne y hueso, tan reales que casi conseguían
asustarlo, como muestra de la difícil relación entre el autor y los personajes
por él mismo creados. Además, acérrimo admirador de la obra magna de Cervantes
y de su protagonista, Sábato alegó ver en don Quijote a un simple mortal que
creía una obligación aventurar la vida por la libertad y la honra.
Mucho más amplia es su obra
ensayística, que viene a girar en torno a la misma obsesión: la condición
humana, aunque también escribió sobre crítica literaria y temas argentinos.
Algunos de sus ensayos más importantes son Hombres
y engranajes (1951), El escritor y
sus fantasmas (1963), donde expone sus ideas sobre la finalidad de escribir
ficciones y esboza la posibilidad de una literatura nacional, además de hacer
crítica a la escritura de autores como Sastre o Sarraute; La cultura en la encrucijada nacional (1973); Diálogos con Jorge Luis Borges (1976), hermoso libro en el que se
demuestra la gran amistad que le unió a Borges, a pesar de haber mantenido siempre
una relación conflictiva por motivos políticos; Apologías y rechazos (1979), siete ensayos en los que desafía la
censura impuesta por la dictadura, tratando sobre los males de la educación; Los libros y su
misión en la liberación e integración de la América Latina (1979); o Entre la letra y la sangre (1988). De 1999 es su libro de memorias, Antes
del fin, donde expone su propia vida, presintiendo ya a sus ochenta y ocho
años un próximo final. Pero aún tuvo tiempo de escribir La
Resistencia (2000), que apareció en la página digital del
diario Clarín y España en los diarios de mi vejez (2004).
Sábato no pertenece a ninguna
escuela estética ni literaria, sin embargo sus obras siempre han tenido gran
número de lectores y han sido traducidas a más de veinte idiomas, además de
haber sido invitado a disertar en Universidades de América y de Europa.
Posiblemente la razón de este éxito sea su testimonio de vida, la búsqueda a
los interrogantes que acompañan la existencia de todo ser humano: la vida, la
muerte, la soledad, la desesperación, la esperanza. Escritor instintivo, Sábato
afirmaba que la razón no sirve para la existencia, por eso siempre escogía el
tema de sus libros por instinto, porque el alma del ser humano no es algo que
se pueda abordar desde lo empírico. Como él mismo se definía, Sábato era un
anarquista cristiano.
La vida y la importancia de Ernesto
Sábato no se comprenden sin tener en cuenta su compromiso contra la dictadura
militar argentina y su lucha por los derechos humanos. Más allá de partidismos
y posturas políticas, siempre ha defendido fehacientemente valores éticos como
la dignidad, la libertad o la democracia. Tras el derrocamiento del segundo gobierno
del General Perón, Sábato fue uno de los primeros en interpretar este gobierno
en su ensayo El otro rostro del peronismo
(1956), en el que alude al resentimiento histórico como germen del carácter
peronista. En ese mismo año sale también a la luz El caso Sabato. Torturas y libertad de prensa, edición particular,
que contiene los documentos sobre la intervención militar a la revista Mundo argentino, donde él colaboraba.
Después de esto, Sábato presentó su renuncia por problemas con la libertad de
prensa y eso supuso el choque con el gobierno de Aramburu. En 1958, tras la
elección como presidente de Arturo Frondizi, Sábato es nombrado Director
General de Relaciones Culturales, cargo al que renunciará también poco después
por discrepancias políticas. En mayo de 1976, Jorge Rafael Videla organizó un
almuerzo de intelectuales argentinos, entre los que se contaban Ernesto Sábato,
Horacio Esteban Ratti, Jorge Luis Borges o el padre Leonardo Castellani. Unas
declaraciones de Sábato a la prensa sobre una conversación mantenida con el
Presidente de la Nación
crearon una gran polémica e incluso algunos compañeros lo acusaron de
hipocresía; si bien Sábato fue siempre contrario a la sumisión y continuó
escribiendo duros ensayos críticos contra la dictadura. Una vez terminado este
periodo, pasó a formar parte de la Comisión Nacional de la Desaparición de
Personas (CONADEP), creada por el primer presidente democrático de Argentina,
Raúl Alfonsín. Las investigaciones llevadas a cabo por esta comisión sacaron a
la luz casi nueve mil desapariciones y la existencia de unas trescientas sedes
de detención ilegal y tortura. A raíz de estos datos, Sábato escribió el famoso
informe Nunca más (1984), que fue
entregado al presidente en un acto público, inolvidable para los argentinos.
Ese informe originó el procesamiento y la condena de los máximos responsables
de las juntas militares de la dictadura. Posteriormente, Sábato siempre se
opuso a las leyes de indulto. Así pues, el escritor fue sujeto a numerosas
presiones y, finalmente, decidió autoexiliarse a un pueblo de provincias. Su
última aparición pública fue en 2004, en un homenaje con motivo del III
Congreso Internacional de la Lengua Española.
Como marcado por un destino fatal, según
él mismo creía, Ernesto Sábato pasó a lo largo de su vida por numerosas crisis
existenciales, filosóficas, políticas. Su niñez estuvo sellada por la muerte de
su hermano, por lo cual su madre le procuraba excesivos cuidados y desvelos, y
él siempre sintió como si hubiera venido a reemplazar al otro. La severidad del
padre, a menudo durísima, le enseñó a cumplir con el deber y a ser consecuente
y riguroso consigo mismo, pero también motivó su espíritu propenso a la
tristeza y a la melancolía. Aunque formado desde joven en las Ciencias, su
constante búsqueda y su revisión crítica le hicieron virar hacia la Literatura , ya que
encontró en la palabra una vía para canalizar su angustia. Dominado siempre por
las pasiones y las contradicciones, no puede decirse que Sábato fuese estrictamente
un intelectual -en cuanto al dominio de la razón-, pero sí un predicador
convincente, en tanto que encarnaba los sentimientos de la mayoría. Sábato se
recordará como icono de la cultura argentina, con todo lo positivo y lo negativo
que ello conlleva, pues supo dejar tras de sí la estela del escritor
atormentado que luchaba contra tinieblas y fantasmas, los de su país y los
propios. Hasta su voz era cavernosa, de acento pesimista, como para dar
expresión a las tinieblas de su mundo, aquel plasmado en sus escritos y
pinturas. Atormentado y horrorizado por
la desaparición de personas durante la dictadura, Sábato pensaba que el hombre
es el animal más siniestro que existe. Además, la muerte de su hijo mayor,
Jorge, en 1995, en accidente de tráfico, supuso un duro golpe para el ya
anciano Sábato. Y pocos años después también falleció su compañera de toda la vida,
Matilde, a la que él consideraba una mujer fuerte, como las de la Biblia , lo que le supuso el
dolor más fuerte de su vida. Tras varios años de reclusión y una larga
enfermedad a la que ya no pudo plantar cara con casi un siglo a sus espaldas, ahora descansa en paz Sábato y nos espera al otro lado del túnel.
CDR
Buen trabajo, un excelente escritor de culto para una lectura inteligente.
ResponderEliminarPmd.
Excelente información. Sábato se la merece. Lo veremos, desde luego, al otro lado del túnel.
ResponderEliminarTati.