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domingo, 24 de marzo de 2013

EL PAPEL DEL AZAR

Es indiscutible el hecho de que el progreso científico ocurre muchas veces gracias al azar. Es frecuente que, tras largas e infructuosas jornadas  en el laboratorio, de repente un día la más pura casualidad produzca un descubrimiento sorprendente. Como afirmó el matemático Henri Poincaré, tras el fracaso de un espinoso problema matemático que logró resolver de pronto mientras caminaba por un risco: "... se me ocurrió la idea de manera repentina y certeza inmediata... El papel del trabajo inconsciente en la invención matemática me parece incuestionable." No por misteriosas e impredecibles, son menos comunes estas explosiones de perspicacia creativa, con lo que queda bien demostrado este curioso fenómeno. Y es que la creatividad es un asunto divertido. Puede uno estar años bregando en un esfuerzo estéril, pegándose cabezazos contra la pared para hacer surgir una idea, y después dar con la solución de repente, como caída del cielo.

Un ejemplo bien claro de esto es el que a continuación les explico. Se trata de Joseph Priestley y el descubrimiento del oxígeno. Este científico dio con la existencia de dicho anfígeno sin tener una idea clara de lo que estaba haciendo. Él mismo confesó que el experimento que le otorgó un lugar eminente en los anales de la ciencia no estaba planeado: "... me hallaba tan lejos de haber formulado ninguna hipótesis que condujera a los descubrimientos que hice al realizarlos, que me hubieran parecido improbables si me lo hubieran dicho." E incluso después de hacer su histórico descubrimiento, fue incapaz de reconocer su verdadero significado, pues todavía creía en el conocimiento aceptado en su época, según el cual el aire ordinario (el que respiramos) se hallaba saturado con una sustancia llamada "flogisto" cuando ya no podía sostener la combustión o la vida. Se pensaba que el flogisto se transfería durante la combustión y la respiración; era esta una idea unificadora en la química del siglo XVIII. Inconscientemente, Priestley preparó el camino para desterrar para siempre esta teoría.

Nacido en Yorkshire (Inglaterra), en 1733, Joseph Priestley fue pronto separado de sus progenitores. Su madre murió cuando él apenas tenía seis años, y su padre, un comerciante de lanas, incapaz de hacerse cargo de una familia tan numerosa (tenía seis hijos) pronto se deshizo del mayor, llevándolo a vivir con sus tíos maternos. El chico era un prodigio; a los dieciséis años ya dominaba el griego, el latín y el hebreo. Después, aprendió por su cuenta francés y alemán. Tras graduarse, probar suerte con el sacerdocio e impartir clases de idiomas, y sin haber mostrado hasta entonces interés por la ciencia, él joven Priestley acudió a una serie de conferencias sobre química práctica que un prominente cirujano impartió en Warrintong. Sin duda, este le causó gran impresión y despertó en él la fascinación por lo científico.

Desde 1773, en que, estudiando el aire, inventó el agua de soda, hizo otros hallazgos, como el amoníaco o el dióxido de azufre, hasta que dio con el "aire común" -así denominado por Priestley-. Fue Lavoisier quien aprovechó este descubrimiento, cuando se dio cuenta de que no era un mero elemento, sino un componente del aire que él había estado buscando en sus investigaciones. Con la pieza que le faltaba en el rompecabezas, en 1789 Lavoisier le puso a esta sustancia el nombre de oxígeno.

Si les ha gustado esta anécdota, que aquí les he resumido someramente, pueden ampliarla y disfrutar con otras muchas que han supuesto una revolución científica en la historia de la humanidad, en ¡Eureka!, un ameno libro de Leslie Alan Horvitz. Un viaje fascinante desde la teoría de la gravedad de Newton, hasta la invención de la geometría fractal; doce grandes descubrimientos marcado en buena medida por la intuición y el azar.

CDR

2 comentarios:

  1. Curiosidades científicas y humanas y, para que quienes no somos muy dados a la ciencia, no dejan de sorprendernos... Estupenda entrada.
    Pmd.

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  2. Estupendo. Te sugiero que otro día escribas sobre el azar "más humano", ese de: por azar, encontré a la persona con la que compartiría el resto de mi vida o, eso creía. Lo cierto es que de azares está la vida llena.
    Tati.

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