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miércoles, 18 de septiembre de 2013

MOTIVACIÓN (I)

Primer día de clase. Entro a un aula donde se encuentran treinta y cinco niños y niñas. Bate el sol en las ventanas y no hay cortinas. Por supuesto, tampoco hay aire acondicionado. Hace calor. No queda ninguna mesa libre, en realidad es poco el espacio que queda libre en la sala. Paso lista con ciertas dificultades ante la variedad de apellidos y nombres.

Miro sus caras y me pregunto cómo voy a conseguir que esas personitas, todas a la vez, estén interesadas en lo que yo les diga cada día. Y viene a mi cabeza la palabra motivación. Es decir, dar a esos niños motivos para escucharme, disponer su ánimo para que entiendan lo que les explique y hagan gustosamente las tareas que les encomiende.

Suspiro. ¿Acaso estoy yo perpetuamente motivada? Como profesora, me veo obligada a asumir certezas y seguridades que no tengo ante unos ojos que me miran con lupa. Suspiro. Yo también me siento muchas veces cansada, aburrida, agobiada, desesperanzada y quisiera lanzar un grito de auxilio. Por favor, que alguien me explique cómo puedo atender a más de treinta niños a la vez, satisfacer sus necesidades, estimular sus capacidades y fomentar sus gustos. Por favor, que alguien me motive.

CDR

3 comentarios:

  1. Hay algo que se llama, vocación, y esta nos ayuda hasta en los malos momentos, con treinta y cinco niños, y en ocasiones hasta con con más de cuarenta. Claro, eran otros tiempos, cuando la ratio y las 18 o 20 horas no existían, y cumplíamos 21 o 22 o, incluso, algunas horas más, según necesidades.
    Y poco más, aguantar...
    Pmd.

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    1. Vocación no me falta, amigo. Y sin duda es esta la que nos hace aguantar. Aunque no me refiero en esta entrada al hecho de no poder manejarse uno en el aula con treinta y cinco o cuarenta alumnos, por suerte se me da bastante bien, sino a atender de verdad a cada uno de ellos. No a conseguir que estén en silencio y me escuchen aborregados, sino a conocerlos de verdad, a sacar lo mejor de cada uno, a potenciar sus habilidades. En cuanto a las ratios y a las horas, sé que ha habido tiempos peores... y no me parece bien que estemos retrocediendo hacia ellos.

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  2. Por desgracia estamos retrocediendo, esa es la triste realidad. Sin lugar a dudas no es lo mismo motivar, escuchar, atender... a diez, que a quince, que a treinta...alumnos. Nuestro interés, nuestra vocación o como queramos llamarlo, nos lleva a intentar hacer de profesores, en el amplio sentido de la palabra, eso conlleva mucho sacrificio y muchas horas de trabajo que casi nadie nos reconoce, cosa que no me importa. Pero sí me preocupa desconocer el sentimiento, la duda, la incertidumbre que puedan tener los alumnos que tengo delante y, cuanto más numerosos sean, menos posibilidades tendremos de llegar a ellos. Cruda está la cosa, políticamente hablando, pero aun nos queda la esperanza de la lucha y la protesta. Sigamos adelante. Quizá algún día alguien nos escuchará.
    Tati.

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