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lunes, 2 de octubre de 2017

POTENCIAL

Hace poco leí este cuento de tradición budista -que tiene muchas versiones- y me ha apetecido compartirlo hoy aquí:

"Érase una vez un hombre que iba andando por el campo. En un hueco en la roca encontró un nido de águila real, donde la hembra y el macho estaban muertos y junto a sus cadáveres habían dejado un huevo. El hombre se llevó el huevo a su granja y lo metió en el gallinero con todas sus gallinas.

Las gallinas empollaron el huevo como si fuera de gallina, lo cuidaron y finalmente el pequeño águila nació. Al salir del huevo, empezó a imitar a las gallinas, a picotear, a andar igual que ellas… y vivió como una gallina durante años.

Un buen día, una sombra cruzó el gallinero, y al mirar arriba vio un águila real que sobrevolaba la granja a toda velocidad. Asombrado por su majestad, su figura y su velocidad le preguntó a la gallina más cercana qué era ese animal, a lo que la gallina contestó:

– Eso es un águila real. Alcanza velocidades de hasta 200 kilómetros por hora, ve con ocho veces la precisión de los hombres y puede cazar a su presa desde distancias totalmente impresionantes.

Mientras escuchaba la explicación, el pequeño águila real miraba admirado hacia arriba y la gallina prosiguió:

– Pero no mires así. Tú eres una gallina como yo, y nosotras las gallinas jamás podremos ser como ese águila, tan majestuoso.

Y durante muchos años, el águila vivió como una gallina, y al final de sus días murió como una gallina, siempre recordando admirado cómo había visto una vez un águila real sobrevolar su granja.”


¿Qué hubiera pasado si mamá gallina le hubiera dicho a su hijo que lo intentara? ¿No hubiera conseguido el águila descubrir su capacidad para volar, su verdadera naturaleza, si no hubiese sido víctima de unas creencias limitantes?

Numerosos factores en la vida provocan que creamos tener muros donde en realidad tenemos ventanas. Busquemos en nuestro interior para reconocer nuestro potencial y aprovechemos las oportunidades para desplegarlo.

CDR

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