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sábado, 9 de febrero de 2013

FEMINIDAD

¿Cuántas mujeres siguen, en pleno siglo XXI, bajo la mirada omnipotente y omnipresente del hombre? ¿Es ese nuestro destino como descendientes de Eva, de Lilith, de Gea? Afortunadamente, existen voces como la de Alja Adam (Liubliana, 1976) que se alzan con una feminidad apoteósica y autosuficiente, como un fuerte golpe en la mesa de lo convenido. Licenciada en Literatura Comparada y Sociología de la cultura, y doctorada en teorías feministas, la verdadera vocación de esta eslovena siempre ha sido la poesía. En su segundo libro, Por qué mencionar a Aquiles, de 2008, publicado ahora por la editorial e.d.a., se nos muestra el mundo a través de unos ojos de mujer, reivindicando el hecho de no aceptar los mitos -básicamente masculinos-, para sumergirse en los recuerdos de la niñez, reflexionar como adulta y vislumbrar una inevitable vejez. Poemas de una esencialidad tal que se cuelan en nuestro interior a la vez que respiramos mientras los leemos.
El amor, la rutina, la vida, la muerte, el miedo, el mundo actual son temas candentes en estas poesías íntimas y directas. Alja Adam se desvincula de los yugos masculinos y vuela libre por unas páginas cargadas de sensualidad y crudeza.
Como una marrana en el barro
me revuelco en tu impotencia,
cada observación
crítica que te dedico
es la moneda que clavas
en mis entrañas oscuras.
("La lucha")
Una lírica atravesada en ocasiones por la narrativa, siempre por la frescura y la visión personal de su joven autora.
CDR 

viernes, 8 de febrero de 2013

AHORA, A LAS 20 Y 20

Hoy he escuchado en televisión una noticia que me ha llevado a reflexionar sobre cómo domina en nuestro mundo el interés comercial, por encima de la seguridad y el bienestar de las personas si hace falta.

Según estudios recientes de expertos americanos, cambiar la tradicional posición de las 10 y 10 al coger el volante del coche por la de las 20 y 20 mejoraría la seguridad en la conducción. Entonces he pensado en cómo lo hago yo y no es que conscientemente ponga las manos en la posición horaria exacta, pero se acerca bastante a la primera; si alguna vez he sujetado el mando desde la parte inferior, he notado menor holgura y menor control. Claro que yo no soy experta en el tema, pero sí conduzco bastante, lo cual me da derecho a opinar.

Enseguida una imagen a colación de la noticia me ha hecho entender que esta nueva postura puede deberse a la mayoritaria existencia de tecnología en los vehículos, que se podrá manejar mejor con los dedos pulgares, si sujetamos el volante desde abajo. En fin, con el falso argumento de mejorar la seguridad nos quieren colar un cambio que en realidad tiene que ver con el negocio automovilístico.

Afortunadamente, esta sugerencia de momento no es más que eso. Ojalá no llegue a ser una imposición. Aunque a la larga, como la especie se adapta, acabaremos ajustando nuestra postura a los modernísimos mandos llenos de botones. Los que aún tenemos un volante clásico, nos apañamos bien conduciendo a las 10 y 10, accionando el intermitente o el limpiaparabrisas como toda la vida. No me cabe en la cabeza que esté prohibido usar el móvil al volante y cada vez sean más las complicaciones (y distracciones) que se permiten en aras de la tecnología. Ah, sí, es que van muy a la mano, exactamente a las 20 y 20.

CDR

miércoles, 6 de febrero de 2013

ÉXITO

Dijo el genio Jorge Luis Borges que el éxito y el fracaso son dos impostores. Y qué cierto es, pues el éxito es algo tan relativo, tan sujeto a las convenciones sociales, a las ambiciones personales. Efímero en cualquier caso, sobre todo entendido como suele entenderse.

Hoy he tropezado casualmente con una preciosa definición de éxito y la reproduzco a continuación como ejemplo de lo que para alguien puede significar una vida plena y llena de sentido:

"Reír a menudo y mucho; ganar el respeto de personas inteligentes y el afecto de los niños; conseguir el aprecio de los críticos sinceros y soportar la traición de los falsos amigos; apreciar la belleza; encontrar lo bueno de los demás; contribuir a un mundo mejor, bien con un niño saludable, un jardín, o una condición social redimida; saber que al menos una persona ha  vivido mejor porque tú has existido. Eso es tener éxito en la vida." (Ralph Waldo Emerson, escritor, poeta y filósofo estadounidense.)

Parece sencillo y barato y ¿utópico? Creo que cada cual se fija sus metas en la vida, la llave del éxito se encuentra en nosotros mismos.




CDR

martes, 5 de febrero de 2013

EXPLICACIONES

El Diccionario de la Real Academia Española define el vocablo explicación como sigue:

1. Declaración o exposición de cualquier materia, doctrina o texto con palabras claras o ejemplos, para que se haga más perceptible.

Nótese la expresión subrayada. Paradójicamente, algunas explicaciones carecen de dicho término, aunque pretendan ser aclaraciones.

2. Satisfacción que se da a una persona o colectividad declarando que las palabras o actos que pueden tomar a ofensa carecieron de intención de agravio.

Nótese que la expresión resaltada en negrita brilla por su ausencia en algunas explicaciones, aunque pretendan convencer a quienes escuchan.

3. Manifestación o revelación de la causa o motivo de algo.

Nótese que la acepción al completo es simplemente inexistente en algunas explicaciones.

Ya saben a qué explicaciones me estoy refiriendo. Nunca como ahora, en boca de nuestros políticos, las palabras estuvieron tan vacías de contenido.

Blablabla. Esas son sus explicaciones.

CDR

lunes, 4 de febrero de 2013

NÍTIDOS RELATOS

Aunque no es esta de hoy una entrada de la serie "Mujeres", bien podría serlo, pues la autora del libro que vamos a comentar se merecería un homenaje como mujer excepcional, que quizá se haga en el futuro.

Hace ya casi dos años que Josefina Aldecoa (León, 1926-Cantabria 2011) nos dejó, sin embargo sigue con nosotros a través de su obra, como ocurre siempre con los grandes de la literatura. Porque ella lo es, aunque su apellido sea el del marido, Ignacio Aldecoa, un genio de nuestras letras que no menoscaba en nada el mérito de Josefina. Además, su labor como docente suma valía a esta mujer emprendedora e independiente que estudió Filosofía y Letras, se doctoró en Pedagogía, formó parte del grupo que constituyó la revista Espadaña, trabajó como traductora en Revista Española  y fundó el Colegio Estilo en Madrid, además de escribir numerosos relatos, novelas y ensayos.

Son sus relatos los que se reúnen por primera vez en un libro de la editorial Alfaguara bajo el título de Madrid, otoño, sábado (2012), nombre del último de los cuentos que lo componen, un total de veinticuatro. El volumen recoge sus colecciones A ninguna parte (1961) y Fiebre (2000), más los relatos Cuento para Susana y El mejor, ambos de 1998. En estas historias se reconoce el estilo de la narrativa de Aldecoa, sencillez e intimidad en una prosa fluida y diáfana. A pesar de que la autora trata de una manera brutal el duro realismo plasmado en sus cuentos, nunca deja de lado la belleza de la existencia. Los temas que toca no tienen nada de novedoso, la infancia, la amistad, las relaciones familiares, el amor, el abandono, la esperanza, la guerra, la muerte, pero su talento creativo y su sensibilidad dotan a los relatos de un aire único y personalísimo. El telón de fondo de estas historias es el mismo que vio la infancia de la autora, su pueblo del norte, y más tarde su juventud, en el Madrid de la posguerra y la dictadura. Cuentos cargados de paisajes luminosos y evocadores. Si algo impresiona profundamente en estos relatos es la capacidad de Josefina Aldecoa para captar los instantes y poblar nuestra mente de imágenes mientras leemos, envolviéndonos en la atmósfera particular de cada historia.

Una recopilación de textos escritos en fechas tan distantes tiene la virtud de mostrar la evolución de la autora. En los primeros relatos (“El niño y los toros”, “Los viejos domingos”, “El cuarto oscuro”, “Voces amigas”), Aldecoa evoca historias de señoritos y criados, de indianos que retornan a casa, episodios como la revolución minera en Asturias, desigualdades sociales, inquietudes de los jóvenes de la época, o la difícil situación de la mujer en esos años, así como la educación sentimental que esta recibía. En todos ellos aparece de trasfondo el campo, las flores y sus aromas, domingos de misa y niñas de uniforme. Estos cuentos están escritos en un tiempo en que Josefina aún firmaba con su apellido de soltera, Rodríguez, era joven, ya había tenido a su hija Susana y se dedicaba por completo a la dirección de su colegio, basado en la Institución Libre de Enseñanza. Sin embargo, a partir de “El mejor” –la historia sobre un joven y prometedor futbolista, narrada por su abuela-, la escritora se encuentra ya en su madurez, en la etapa literaria que reinició tras la repentina muerte de su marido y el periodo de silencio en que se sumió. Los personajes femeninos se van adueñando de los relatos y el papel de una mujer sometida al hombre progresa al de independencia y libertad, al compás de los tiempos. Este contraste se ve claramente reflejado en las dos protagonistas de “¿Te acuerdas?”, “Happy end” y “Madrid, otoño, sábado”, Julia y Cecilia, en sus ilusiones juveniles y en cómo la vida ha llevado a cada una por un camino, para entender al final que la felicidad es algo efímero, muy difícil de encontrar y más aún de retener. En el caso de “Cuento para Susana”, aunque está escrito en ese segundo ciclo que se ha mencionado, la autora rememora aún su infancia en el pueblo, exponiendo a su hija la diferencia entre su vida y la del momento presente.

En general, la narrativa de Josefina Aldecoa rezuma autobiografía a la vez que muestra muy acertadamente la sensibilidad femenina. Perteneció a la llamada generación de “los niños de la guerra”, junto a Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Rafael Azcona y el propio Ignacio Aldecoa. Escritores nacidos en torno a los años veinte y que vivieron en su infancia una guerra que destruyó, además de otras cosas, el desarrollo cultural del país. Aunque quizás la enseñanza fue su gran pasión, siempre compaginó su trabajo docente con la escritura. Su carrera literaria se compone de obras tan significativas como la trilogía Historia de una maestra (1990), Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997) o su libro de memorias, Los niños de la guerra (1983), entre otros. Además, fue una auténtica defensora de la obra de su marido, luchando por que se reeditaran sus obras y escribió sobre él Ignacio Aldecoa en su paraíso (1996) También es autora de importantes ensayos sobre pedagogía, como La educación de nuestros hijos (2001)

Josefina Aldecoa fue una mujer comprometida, implicada con su trabajo y que además supo plasmar de una manera única la naturaleza humana y las emociones en sus textos. Tener ahora recogidos sus relatos en un mismo volumen nos ayuda a descubrir (o a redescubrir) a una autora imprescindible para una visión más completa de la literatura española del siglo XX.

CDR

domingo, 3 de febrero de 2013

PALABRAS ENCENDIDAS (VII)

Inmersos de pleno en el invierno, continuamos avanzando por nuestro camino erótico-literario, antes de que nos alcance la primavera, que ella por sí sola ya es capaz de alterar la sangre.

La primera parada es obligatoria en la Historia de mi vida, del veneciano Giacomo Casanova (1725-1798). Estas memorias, escritas en 1774, no se publicaron hasta 1838, momento en que fueron consideradas como máximo ejemplo del libertinaje ilustrado. Hasta tal punto adquirió fama amatoria este autor, que pronto quedó acuñado el término "ser un casanova." El patrón que sigue la obra es el instaurado por Rousseau en sus Confesiones, donde se concede la misma importancia a la trayectoria erótica del individuo que a los hechos políticos o culturales. Como ejemplo, hemos escogido un fragmento que trascurre en España, donde Casanova vivió en 1768. En este se describen las costumbres sexuales de los españoles: "Los hombres de ese país son de espíritu limitado por multitud de prejuicios, en tanto que las mujeres, aunque ignorantes, son en él espirituales; pero los dos sexos están tan animados de deseos, de pasiones tan vivas como el aire que respiran, tan ardientes como el sol bajo el cual viven. (...) La galantería, en aquel país, sólo puede hacerse con misterio, pues está severamente prohibida. Los hombres son más bien feos que hermosos, aunque hay numerosas excepciones, en tanto que, en general, las mujeres de allí son bonitas y las bellezas no escasean. La sangre que les bulle en las venas hace que sean ardientes en el amor, y que estén siempre dispuestas a prestarse a toda intriga que tienda a engañar a todos los seres que las rodean como para espiar sus andanzas. El amante más dispuesto a desafiar los peligros es siempre el preferido. En los paseos, en la iglesia, en los espectáculos hablan con los ojos a quien quieren, y poseen a la perfección ese lenguaje seductor. (...) Lo que me hechizó de aquel espectáculo fue que, hacia media noche, a los acordes de la orquesta y acompañamiento de palmadas, comenzó, por parejas, la danza más loca que pueda imaginarse jamás. Era el famoso fandango. Sólo lo había visto bailar en Italia y Francia en los escenarios; pero estos bailarines de aquí se preocupaban mucho de ejecutar los gestos propios para hacer de ella la danza más seductora y voluptuosa posible. No se podría describir. Cada pareja, hombre y mujer, no hacían nunca más de tres pasos y, tocando castañuelas al son de la orquesta tenían mil actitudes y mil ademanes de una lascivia que nada puede imaginar. Se encuentra en este baile la expresión del amor desde el nacimiento hasta el fin, desde el suspiro del deseo hasta el éxtasis del goce. Me parecía imposible que después de semejante danza, la danzarina pudiese negar nada a su pareja, pues el fandango tiene que producir en los sentidos toda la excitación de la voluptuosidad."

Tampoco podemos pasar de largo por El arte de las putas, de Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780), liberado de cualquier constricción a las reglas neoclásicas en esta obra festiva y libertina. Como si de un Arte de amar ovidiano se tratase, pero sometido al tamiz hispánico, la liviandad se convierte en escatología y las gráciles y ardientes muchachas romanas, en putas. La libertad expresiva de Moratín en esta obra es absoluta, obviando incluso el respeto a símbolos sagrados, como vemos: "En la ley natural no fue delito / ser los hombres más justos putañeros, / ni tuvo entonces tasa el apetito. / Del padre Abraham las venerables canas / con la mulata Agar reverdecieron, / y Jacob satisfizo a ambas hermanas, / y el justo Loth, después de bien debido, / de Segor en los senos más secretos / hizo a sus hijas madres de sus nietos (...)" (De "Historia del puterío.") No es de extrañar que la obra fuese prohibida por el Santo Oficio, en 1777. Otro ejemplo: " (...) Quedóse el fraile como si escondida / víbora hubiera hallado en su alpargata; / haciendo cruces de volverse trata, / porque el convento no se escandalice, / aunque no hay cirujano que no dice / que las bubas están en los conventos; / mas tal era la indómita lujuria / del sumamente reverendo padre, / desvirgador mayor de su colegio, / que discurrió enebrarlo son injuria / de su miembro, y quitando prontamente / de la cabeza, astuto, la capilla:/ -Si son las bubas multitud viviente / de insectos minutísimos y tiernos / como sienten los físicos modernos, / porque el mercurio a todo bicho mata, / la comunicación evitar quiero, / haciendo escudo de la ropa santa- / dijo, y calando a modo de sombrero / en su bendito miembro la capilla, / así lo mete. La pobreta chilla, / no enseñada a tan rígida aspereza. / Acabó el fraile y ve que se endereza / la comunidad toda hacia aquel puesto, / y por no dar ejemplo de inmodesto / se pone la capilla que chorrea, / jabonando el cerquillo y la corona, / blando engrudo, simiente de persona (...)" (De "El invento del condón.") Esta obra se publicó en muy raras ocasiones, pero el veto no impidió que el hijo del autor, Leandro Fernández de Moratín, siguiera los pasos literariamente lascivos de su padre.

Nos detenemos ahora en el controvertido Marqués de Sade (1740-1814), concretamente en La filosofía en el tocador, concebida como una obra didáctica que enseña la revolución por medio del sexo. Publicada en 1795, apareció supuestamente como "obra póstuma del autor de Justine", eludiendo así el nombre de Sade, perseguido por numerosos procesos abiertos contra él. En esta novela dialogada se conjugan erotismo y sadismo de una manera bastante equilibrada, sin la monotonía o la crueldad gratuita de otras creaciones del autor. Todos los temas sadianos están contenidos en esta obra: la necesidad de una víctima, predilección por la sodomía, el incesto, el voyeurismo, el sexo en grupo, etc.  A continuación reproducimos un fragmento de la doble desfloración de Eugenia (anal y vaginal): "DOLMANCÉ: Quisiera que Eugenia me la menease un momento. (Ella lo hace.) Sí, así es... un poco más rápido, amor mío..., tened siempre bien al desnudo esa cabeza bermeja, no la recubráis nunca... Cuanto más tirante pongáis el frenillo, mejor es la erección... nunca hay que cubrir la polla que se está meneando... ¡Bien...! Vos misma preparáis así el estado del miembro que va a perforaros... ¿Véis cómo se decide?... ¡Dadme vuestra lengua, bribonzuela!... ¡Que vuestras nalgas se posen sobre mi mano derecha, mientras mi mano izquierda va a cosquillearos el clítoris! (...) EUGENIA: ¡Oh, cielos! No ha sido sin esfuerzo... Mira el sudor que cubre mi frente, querida amiga... ¡Ay, Dios! ¡Jamás experimenté dolores tan vivos! SRA. DE SAINT-ANGE: Ya estás desflorada a medias, querida, ya estás en el rango de las mujeres; bien puede compararse esa gloria a cambio de un poco de dolor; además, ¿no te calman mis dedos un poco? (...)"

Inevitable también la mención a Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos (1741-1803), donde se funden la corriente libertina y la analítica del erotismo del siglo XVIII. Si hubiera que definir esta obra con una única palabra, esta sería "perversión". Los protagonistas, libertinos convencidos e impenitentes, producen en su camino una serie de víctimas, de las cuales proviene el erotismo de la obra. Lo que provoca el estremecimiento del lector es el uso de "carne humana" como moneda de cambio. La marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont, que fueron amantes en el pasado, compiten ahora por ver quién realiza las conquistas más arriesgadas e impúdicas, las cuales se cuentan en un detallado intercambio epistolar, con el telón de fondo de celos y provocaciones mutuos. Un ejemplo en que el frenesí se desborda al máximo es el fragmento en que la joven e inexperta Cecilia de Volanges cuenta cómo, en contra de su voluntad, sucumbe finalmente a la violencia de Valmont: "Ayer, el señor de Valmont se sirvió de esa llave para venir a mi habitación, mientras yo dormía; me pilló tan desprevenida que me asusté mucho al despertar, mas, como enseguida me habló, lo reconocí y no grité; y además primero pensé que quizá viniera a traerme una carta de Danceny. Nada más lejos de su intención. Al cabo de un momentito, quiso besarme; y mientras yo me defendía, como es natural, se puso de tal forma, que por nada del mundo habría querido que siguiera así. Mas él quería un beso antes de nada. Hube de dárselo, pues ¿qué iba a hacer? Ya había intentado llamar; mas, aparte de que no pude, no olvidó decirme que si alguien venía ya sabría él echarme a mí toda la culpa; y, efectivamente, era fácil, a causa de la llave. Después no crea usted que se quitó. Quiso otro; y ése, yo no sabía lo que me pasaba, pero me turbó por completo, y luego, fue aún peor que antes. ¡Oh! Caramba, esto está muy mal. En fin, después... me eximirá usted de decir el resto; mas soy tan desgraciada como se puede ser. (...)" ( De Cecilia Volanges a la marquesa de Merteuil.)

Y finalizamos nuestra etapa de hoy con Félix María de Samaniego (1745-1801), bien conocido por sus fábulas para niños. Sin embargo, éste mismo es también autor de El jardín de Venus, una colección de historias que exponen con frescura y humor temas eróticos. La ausencia de culpabilidad que desprenden estos relatos atiende a la etapa de normalidad -el libertinaje no se veía reñido con la moral- que se vivió en la Ilustración antes de la reacción conservadora que barrió España (y toda Europa) tras el estallido revolucionario de 1789. Samaniego tuvo que enfrentarse entonces a un proceso inquisitorial a raíz de estos relatos eróticos, por lo que en adelante se guardó de afirmar su autoría. Como ejemplo, "La postema": Érase una aldea / un médico ramplón, y a más casado / con una mujer joven y no fea, / la que había estudiado / entre los aforismos de su esposo / uno u otro remedio prodigioso / que, si él ausente estaba, / a los enfermos pobres recetaba. / Su caridad ejercitando un día / la señora Quiteria, éste es su nombre, / vio que a su puerta había / un zagalón, ya hombre / que a su esposo buscaba / porque alguna dolencia le aquejaba. / Parecía pastor en el vestido, / y a Febo en la belleza y la blancura, / mostrando en su estatura / la proporción de un Hércules fornido, / tanto, que la esculapia alborotada, / cayó en la tentación. ¡No somos nada! / Hizo entrar al pobrete, / ya con mal pensamiento, en su retrete, / en donde le rogó que la explicase / la grave enfermedad que padecía, / porque sin su marido ella podía / un remedio aplicar que le curase. / -¡Ay, señora Quiteria!, el zagal dijo, / yo por lo que me aflijo / es por no hallar medio suficiente / para el mal que padezco impertinente. / Sepa usté, pues, que así que me empezaron / las barbas a salir y me afeitaron, / también me salió vello / alrededor de aquello, / y cátate que, a poco, tan hinchado / se me puso que... ¡vaya! / no podía jamás tenerlo a raya. / Yo, hallándome apurado / y de ver su tiesura temeroso, / pensé y vine a enseñárselo a su esposo, / el cual me lo bañó con agua fría... / con que se me aflojó por aquel día; / pero después a cada instante / ha vuelto el humor a estar suelto / y es la hinchazón tremenda. / Dijo, y sacó un... ¡San Cosme nos defienda!, / tan feroz, que la médica al mirarlo / tuvo su cierto miedo de aflojarlo; / pero venció el deseo / de gozar el rarísimo recreo / que un virgo masculino la promete / cuando la vez primera empuja y mete. / A este fin, cariñosa, / dijo al simple zagal: -¡Ay, pobrecito, / una postema tienes! Ven hijito, / ven conmigo a la cama; haré una cosa / con que, a fe de Quiteria, / se te reviente y salga la materia. / El pastor inocente a la cura se apresta / y ella, regocijada de la fiesta, / le dio un baño caliente, / metiendo aquello hinchado / en el..., ya usted me entiende, acostumbrado, / con una habilidad tan extremada / y tales contorsiones, / que dejó la postema reventada / con dos o tres o más supuraciones. / Fuese el zagal, y, a poco, / volvió un día a la casa del médico, que estaba / sentado en su portal cuando llegaba; / y, viéndole venir, con ironía / díjole: -¡Hola! Parece, por tu gesto, / que se te ha vuelto a hinchar... Pues entra presto, / te daré el baño de aguas minerales / que suaviza las partes naturales. / A que el pastor responde: ¡Guarda, Pablo! / Para postemas, que reciba el diablo / ese baño que aplasta y que no estruja. / ¡Toma! Cuando arrempuja / la señora Quiteria, / me la revienta y saca la materia.

Queda claro que no es incompatible ni excluyente el talento para las historias infantiles con el ingenio erótico-festivo. Quedan emplazados para más sorpresas en el próximo tramo de este recorrido.

CDR    

viernes, 1 de febrero de 2013

SER UNO MISMO

Este primer día de febrero me ha dado por pensar en cuánto nos afecta que nos critiquen y cuánto nos complace que nos elogien. Visto así, parece lo más lógico. A todos nos gusta que nos regalen los oídos, mientras que nos duele no agradar a los demás. Sin embargo, si profundizamos en este hecho, veremos que no tiene la más mínima importancia, pues ni somos peores porque nos insulten, ni somos mejores porque nos alaben. Simplemente, somos lo que somos. Por tanto, ¿qué sentido tiene preocuparse de lo que piensen de uno?

Por el contrario, deberíamos fijarnos como objetivo ser la mejor persona que podamos ser, y sentirnos satisfechos con ello. Ser uno mismo, en definitiva, respetando a los demás y sus diferentes personalidades, opiniones y posturas. Agradar a todos es imposible, igual que a nosotros no todas las personas nos interesan, por un motivo o por otro. A lo largo de la vida vamos escogiendo a aquellas con quienes tenemos afinidades para compartir nuestro tiempo con ellas y andar el camino juntos. Los seres humanos no somos islas, pero tampoco somos (ni lo necesitamos) esponjas que todo lo absorben o imanes que todo lo atraen. Somos selectivos y eso no es malo, siempre, como he dicho, con el respeto y la tolerancia por delante.

Que otros no sean tolerantes a nosotros no debe importarnos, porque no es excusa el mal comportamiento de los demás para relajar el nuestro. Los pequeños gestos de cada uno son los que al final consiguen los grandes cambios generales.

Y, en último caso, si nos sigue afectando que nos vituperen, podemos aferrarnos a la siguiente afirmación de Churchill: "Quien habla mal de mí a mis espaldas mi culo contempla."

Repítase como si fuera un mantra en caso de extrema necesidad.

CDR