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domingo, 8 de julio de 2012

CUESTIÓN DE PERSPECTIVA

Sara y Laura eran amigas desde niñas. Habían ido al colegio juntas desde preescolar, habían estudiado en el mismo instituto y habían decidido realizar la misma carrera universitaria. Eran inseparables, hasta que Julio se cruzó en el camino de Laura. Esto no solo influyó en la relación de ellas, sino que Sara estaba convencida de que su amiga no era la misma desde que él había aparecido.
Laura dejó sus estudios y nunca trabajó fuera de casa. A los pocos meses de salir, ella y Julio se casaron, por más que Sara le aconsejó que se lo pensase, que no fuese tonta, que no echase su futuro por tierra. Nunca le había gustado ese tío. Por supuesto, Laura pensó que era envidia, que su amiga estaba obsesionada con el éxito profesional y que no era capaz de comprometerse con nadie. No como ella, que lo había abandonado todo por amor. Y eso mismo seguía pensando cuando se inspeccionaba los moratones escondidos en su cuerpo, cuando se hundía en un mar de lágrimas tras un portazo, cuando escribía cartas de despedida mientras esperaba que volviese. Siempre terminaba por justificarlo todo, por amor.
Sara terminó la carrera, hizo un Master en Estados Unidos y empezó a trabajar en una importante agencia de publicidad. El último año había conocido a Rober, con quien comenzó una relación demasiado vertiginosa. Decidieron vivir juntos, en el apartamento de ella, y Sara creía ser feliz los primeros meses. Pero últimamente se estaba dando cuenta de que aquello no funcionaba. Eran pequeñas cosas, aunque lo suficientemente importantes para dejarle un regusto amargo en la boca.
Sara llamó esa tarde a Laura porque necesitaba hablar con ella, contarle lo feliz que se sentía al haber tomado la decisión de dejar a Rober. Últimamente no se veían mucho, cada vez menos, por su trabajo, por la reticencia de Laura. Cuando Sara le proponía salir el fin de semana a tomar unas cervezas, Laura se negaba en redondo, siempre tenía alguna excusa. Pero esta vez Sara estaba dispuesta a insistir, a ir a buscarla a casa si era preciso. Tendría que empezar a preocuparse más de su amiga, de hecho. Las pocas veces que la veía y cuando hablaban, no podía dejar de pensar que algo le ocultaba.
Laura cogió el teléfono con ánimo, era uno de sus días buenos. Julio había cobrado un trabajo extra y llevaba varios días contento, más relajado, no la insultaba y se iba de casa sin molestarse en pegarle. Cuando escuchó a Sara con su típica jovialidad y cierta excitación añadida, sintió ganas de salir y reunirse con ella. Hacía tanto que no la veía, que no salía a la calle más que para las compras imprescindibles, en realidad. Y en un arrebato de locura decidió que sí, que podían quedar en la cafetería del parque en una hora. Estupendo, pensó Sara. No debo arreglarme demasiado, pensó Laura.
Sara se levantó a abrazar a su amiga y ambas se besaron y se apretujaron como cuando eran niñas. Estás estupenda, Sari. Y lo decía sinceramente. Tan contenta estaba Sara con el reencuentro, con la noticia, que no se fijó en las ojeras de su amiga, en su atuendo descuidado. Lula, no te lo vas a creer, he dejado a Rober. Así, sin más. De pronto me di cuenta de que estaba harta. Y siguió hablando y hablando, contando y contando. Pero Laura ya no la escuchaba. Porque aquello le sentó como un jarro de agua fría. Por lo que ella sabía, Rober era un chico cariñoso y atento, apasionado, que llevaba a Sara en bandeja. Y en ese instante sintió algo muy parecido al odio en la boca del estómago. Tengo que irme, Sara. Julio va a volver y no le he dicho que salía, se preocupará. Chica, no seas tonta, quédate un rato más y cuéntame tú algo. ¿Cómo te va? Muy bien, gracias. Todo bien, como siempre. Hizo ademán de pagar y Sara le dijo que de eso nada, que ella invitaba. Salieron juntas de la cafetería y se despidieron en la puerta.
Laura apresuró el paso, consultó el reloj inquieta. Al meter la llave en la cerradura, su corazón se aceleró. Julio había llegado antes que ella.
Sara dejó su flamante Mercedes en la cochera y cuando entró en el apartamento tuvo una sensación de vacío. Quizás la afortunada sea Laura. Una relación estable, una casa acogedora, un marido que te pregunta cariño, ¿de dónde vienes?

CDR

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