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miércoles, 19 de septiembre de 2012

PALABRAS ENCENDIDAS (V)

Ya refresca por las mañanas y por las noches, pero durante el día el calor sigue sin darnos tregua. Continuamos también desde aquí avivando las llamas con un recorrido por la literatura erótica del siglo XVII, Barroco por excelencia.

No es posible empezar por otro autor que no sea don Francisco de Quevedo (1580-1645), único en el tratamiento de lo erótico. Aunque escribió también algunos de los poemas amorosos más bellos de la poesía española, su tratamiento humorístico y satírico de lo obsceno es sobresaliente. Maestro de la procacidad, Quevedo nos deja en sus versos desmitificaciones de los dioses mitológicos ensalzados por los clásicos o algunas de las mejores descripciones que hace la literatura de la unión sexual. "Alzó Venus las faldas por un lado, / de que el herrero súcio enternecido / por el botín que descubierto vido / quiso subir hasta lo más cerrado. / Arrojó las tenazas denodado / lleno de tizne y del hollín vestido, / tentó la hornaza do formó á Cupido, / y echó las bragas y el mandil al lado. / (...)" (Soneto VIII, Alzó Venus las faldas por un lado.) O: "Los brazos de Damon y Galatea / nueva Troya torciéndose formaban, / que yo lo ví viniendo de el aldea: / Sus bocas se abrasaban, / y las lenguas trocaban, / en besos á las tórtolas vencían, / las palabras y alientos se bebían / y en suspiros las almas retocaban. / Mas él estremeciéndose decía: / Yo muero, vida mía: / Y ella, vueltos los ojos, le mostraba / en su color lo mismo que le daba. / (...)" (Madrigal I, "Pinta ejecuciones de amantes") O también: "Primero es besalla y abrazalla / y con besos un poco entretenella; / primero provocalla y encendella / para que entre con brío en la batalla. / Primero es el por fuerza aregazalla, / metiendo piernas entre piernas della; / primero es acabar esto con ella, / después viene el deleyte de gozalla. / (...)"

Eterno enemigo del anterior y constante competidor, Luis de Góngora y Argote (1561-1627) escribió igualmente versos que caben en este repaso erótico. Si bien es más conocida su poesía culta, las letrillas y otras composiciones menores no tienen despercidio. "Decidme, dama graciosa: / ¿qué es cosa y cosa? / Decid, ¿qué es aquello tieso / con dos limones al cabo, / barbado a guisa de nabo, / blanco y duro como un hueso? / De corajudo y travieso, / lloraba leche sabrosa. / ¿Qué es cosa y cosa? / (...)" O: "Soy toquera y vendo tocas / y tengo mi cofre donde las otras. / Es chico y bien encorado / y le abre cualquier llave, / con tal que primero pague, / el que abriere el tocado: / que yo no vendo fiado / como otras toqueras locas. / Lo que más todos le alaban / es que no consiente clavo, / que los hinca hasta el cabo, / y al momento se desclavan."

Y como no hay dos sin tres, incluimos al atolondrado Lope de Vega (1562-1635), cuya vida dio, sin duda, para escribir algunos versos encendidos: "Cuando se muestra el lucero / viene de campo mi esposo, / de su cena deseoso; / siéntele el alma primero / y salgo a abrirle la puerta, / arrojando el almohadilla; / que siempre tengo en la silla / quien mis labores concierta. / El de las mulas se arroja, / y yo me arrojo en sus brazos; / tal vez de nuestros abrazos / la bestia hambrienta se enoja, / (...) Revuélvela en el pesebre / y allí me vuelve a abrazar; / que no hay tan bajo lugar / que el amor no lo celebre." (Fragmento de "El comendador de Ocaña")

Aparte de esta terna, mencionamos también a Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo (1581-1635), quien con La hija de la Celestina se muestra como un autor hipersatírico, de una ironía corrosiva e inquietante. Su enfoque del erotismo es de tristeza, como si fuese una lacra más de la sociedad del momento. Elena, hija de Celestina, es una prostituta cuyas andanzas nos narra el madrileño. Algunos pasajes: "Tres veces fui vendida por virgen. La primera fue a un eclesiástico rico. La segunda a un señor de título. La tercera a un ginovés, que pagó mejor y comió peor. Este fue el galán más asistente que tuve: porque mi madre envió un día, valiéndose de sus buenas artes, en un regalo que le presentó, bastante pimienta, para que se picase de mi amor toda su vida; andaba el hombre loco, y tanto, que habiendo destruido con nosotras toda su hacienda, murió en una cárcel habrá pocos días, preso por deudas." "El señor, el amado esposo, no faltaba a lo capitulado: antes con su mucha modestia animaba a los amantes cobardes que se atreviesen, y los traía de la mano hasta dejallos sentados con su mujer en el mismo estrado. Procuraba arrimarse siempre al lado de hombres de sustancia, más en la bolsa que en el ingenio..."

Viajamos ahora hasta Francia para encontrarnos con las Fábulas libertinas de Jean de La Fontaine (1621-1695), que siendo seguidor de Esopo y Fedro con sus fábulas para niños, cultivó también el género licenciosamente. Estos cuentos, publicados en cuatro series entre 1665 y 1675, fueron prohibidos en su país por deshonestidad, corrupción de las buenas costumbres e incitación al libertinaje, aunque siguieron circulando clandestinamente por toda Europa gracias a las reediciones que se realizaron en Amsterdam. En realidad, La Fontaine no cae nunca en la chocarrería, sino que sus fábulas son sutiles y se desarrollan en un continuo eufemismo que sólo al final revela su fuerza erótica. "Alcibiades y Axioco, compañeros / de cuerpo juvenil, bello y fornido, / concertaron sus ansias y pusieron / semillas de su amor en igual nido. / Sucedió que uno de ellos, diligente, / trabajó tanto a la sin par doncella, / que una niña nació, niña tan bella, / que los dos se jactaban igualmente / de ser el padre de ella. / Cuando ya fue mujer y rozagante, / pudo seguir la escuela de su madre. / Al par los dos quisieron ser su amante, / ninguno de ellos quiso ser su padre. / Ah, hermano, dijo el uno, a fe os digo / que es de vuestras facciones un dechado. / ¡Error!, el otro dijo: es vuestra, amigo; / dejadme a mí cargar con el pecado." (Fábula I, "Los dos amigos") 

Nos detenemos también en Portugal, porque Mariana de Alcoforado (1640-1723) es la autora de Cartas de amor de una monja portuguesa, cinco misivas amorosas que la religiosa escribió al marqués Noel Bouton de Chamilly, de quien se enamoró perdidamente. El noble, que llegaría a mariscal de Francia, se convirtió en el amante de la joven, pero atosigado y desbordado por un amor impetuoso, fruto tal vez de la falta de experiencia de Mariana -recluida en un convento a los dieciséis años-, acabó abandonándola. Aunque se duda de la autoría de la religiosa, lo cierto es que aquí nos interesa su contenido, testimonio sangrante de la pasión amorosa. "Muero de terror al pensar que nunca sentiste de veras el íntimo deliquio de nuestros goces. ¡Ay, sí! Ahora conozco la falsía de todos tus transportes. Me traicionabas cuantas veces decías que tu supremo encanto era estar a solas conmigo. Sólo a importunidades debes tus éxtasis y tus raptos."

Parada obligada también en Inglaterra, para recordar a Daniel Defoe (1660-1731) y su Moll Flanders, la historia de una mujer hermosa obligada a prostituirse debido a su precariedad económica. La fuerza del dinero es tal que a ella se amoldan el sexo y los sentimientos. Sin embargo, el autor dota a la obra de cierta ternura, indagando en el interior de la protagonista, rebajando el nivel de cinismo que producen las crueldades que sufre Flanders. Finalmente, el sexo no genera culpa en la mujer, que acepta a todos sus "amantes"a lo largo de su vida. El erotismo, en definitiva, se despoja de burlas o moralismo, porque ni siquiera los engaños rebajan a quien los padece. "Nos levantamos y, sin dejar de besarme, nos tumbamos en la cama otra vez. La pasión se apoderó de los dos. La decencia no permite que refiera aquí lo que sucedió, sin que yo lo evitara y sin que él dejara de hacerme ofrecimientos. Pero la verdad es que no llegó a exigir de mí el máximo favor. Lo mismo sucedió en otras ocasiones en que estuvimos juntos: se estaba un buen rato conmigo y al marcharse me llenaba de dinero..."

Y, sabiendo como siempre que hemos dejado cosas en el camino, acabamos en China. Allí tenemos Jou Pu Tuan, de Li Yü (1611-1680) Es ésta una novela especial en la historia de la literatura erótica, pues lo que pretende finalmente es el ascetismo. Su autor publicó la obra con veintitrés años. El protagonista de la novela -aficionado a los placeres de alcoba, llamado Estudiante Antes de Medianoche- busca su realización a través del sexo. Para poder entregarse por completo a sus apetitos, el joven se implanta trozos del miembro de un perro y dotado así de una desproporcionada potencia, se da al libertinaje feroz. Un sabio ermitaño prescribe a Antes de Medianoche que encontrará su camino en jou pu tuan ("la esterilla de oraciones de carne") Tras una alocada vida, en que abandona a su esposa y seduce a cuanta mujer se le pone por delante, comienza la caída con el suicidio de una prostituta que resulta ser su primera compañera. El Estudiante acude entonces a Cumbre Solitaria (el ermitaño) y, después de castrarse, inicia una vida de oración y penitencia. Así, el desengaño erótico lleva a la espiritualidad. "Y continuó embistiendo hasta que el cielo y la tierra sintieron terror y amenazaron con perder el equilibrio. Los gritos ahogados de ella de "queridísimo" y "oh, me muero" se volvieron más frecuentes y la hierba y los matorrales alrededor de su portal se humedecieron con el rocío del placer."

Nos adentraremos el próximo día en el siglo XVIII, pero no puedo cerrar esta entrada sin citar a Miguel de Cervantes, que además de ser un maestro en la pintura de los bajos fondos- como se demuestra en Rinconete y Cortadillo-, nos deja en su Quijote también algunos pasajes dignos de figurar aquí: "Suspendióles la blancura y belleza de los pies, pareciéndoles que no estaban hechos a pisar terrones, ni a andar tras el arado y los bueyes, como mostraba el hábito de su dueño; y así viendo que no habían sido sentidos, el cura, que iba delante, hizo señas a los otros que se agazapasen o escondiesen detrás de unos pedazos de peña que allí había. Así lo hicieron todos, mirando con atención lo que el mozo hacía, el cual traía puesto un capotillo pardo de dos aldas, muy ceñido al cuerpo con una toalla blanca. Traía asímismo unos calzones y polaina levantadas hasta la mitad de la pierna, que sin duda alguna de blanco alabastro parecía. Acabóse de lavar los hermosos pies, y luego con un paño de tocar que sacó debajo de la montera se los limpió, y al querer quitársele alzó el rostro y tuvieron lugar los que mirándole estaban de ver una hermosura incomparable, tal que Cardenio dijo al cura con voz baja: "Esta, ya que no es Luscinda, no es persona humana, sino divina". El mozo se quitó la montera, y sacudiendo la cabeza a una y otra parte se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos que pudieran los del sol tenerles envidia. Con esto conocieron que el que parecía labrador era mujer, y delicada, y aun la más hermosa que hasta entonces los ojos de los dos habían visto, y aun los de Cardenio, si no hubieran mirado y conocido a Luscinda, que después afirmó que sóla la belleza de Luscinda podía contender con aquella. Los luengos y rubios cabellos, no sólo le cubrieron las espaldas, mas toda en torno la escondieron debajo de ellos, que si no eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecía: tales y tantos eran. En esto les sirvió de peine unas manos, que si los pies en el agua habían parecido de pedazos de cristal, las manos en los cabellos semejaban pedazos de apretada nieve: todo lo cual en más admiración y en más deseo de saber quién era ponía a los tres que la miraban." (Cap. XXVIII)

Prometidos más voyeurismo y provocación.

CDR

3 comentarios:

  1. Incluso Quevedo, con su manía a las mujeres, conocido es por su misoginia. Mucho erotismo en en esta época barroca. Buena información.
    Tati.

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    1. Cierto, y bastante manía le tengo por eso. Pero hay que reconocer que escribía bien el tío.
      Gracias, Tati.

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  2. Un pormenorizado paseo por la liteatura erótica de todos los tiempos, y al final tendremos una hermosa visión del género literario más criticado o censurado, pero siempre presente en la páginas de nuestra hermosa literatura de antes y de hoy.
    Pmd.

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