Si a fuerza de decir NO pudieran cambiar las cosas..., agotaríamos la respiración gritándolo.
Y a veces lo hacemos.
NO, NO, NO, repetido una y mil veces, pero no sirve de nada.
Cuando la vida, tozuda, el destino, inevitable, se empeñan, el NO se diluye en el aire y desaparece.
Ni siquiera esta palabra concisa, rotunda, que denota inexistencia de lo designado, puede variar lo que tiene que pasar.
NO, NO, NO, a veces las palabras no son más que eso, simples palabras, no traspasan el plano de la gramática, no adquieren valor real.
Decimos NO, no puede ser, NO, todo va a ir bien.
Y durante un tiempo el NO nos engaña, nos convence, nos consuela.
Decimos NO, mera estrategia de defensa para enfrentarnos a lo que nos duele.
NO, adverbio de negación.
Decimos NO, pero acaba siendo sí.
CDR
¡Pues, a veces, hay que decir NO, y bien grande!
ResponderEliminarMoriré sin saber decir NO.
ResponderEliminarTati.