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jueves, 24 de abril de 2014

UNA LECCIÓN

Hoy, un pequeño relato que encierra en su corta extensión una gran lección. Como la mayoría de sabios cuentos que con su moraleja nos hacen reflexionar y nos evidencian cosas en las que quizá no habíamos reparado -o simplemente preferimos obviar.-

Se trata de una fábula de Odo de Cheriton, titulada "La tortuga voladora" y dice así:

Una tortuga, lenta y pesada, le dijo a un águila: “¡Ay, si hubiese nacido yo con alas!”. El águila le respondió, medio en broma: “Dime, pequeña tortuga, ¿qué me darías a cambio, si te llevara a volar por los aires?”. “Te obsequiaría todas las maravillas del Mar del Este”, repuso la tortuga. “Entonces, te enseñaré”, dijo el águila, y la cargó boca arriba. Estaban más allá de las nubes cuando el águila soltó a la tortuga, que cayó en la cima de una montaña con tanta fuerza que el impacto destrozó su caparazón. Con el último suspiro, la tortuga alcanzó a decir: “Lo tengo bien merecido. De qué podían servirme las nubes y las alas cuando ya me costaba bastante moverme en tierra firme.”

Aquí les dejo este cuento para pensar... Cómo algo escrito en el siglo XIII sigue teniendo plena vigencia.

¿Por qué nunca nos conformamos con lo que tenemos?... ¿con lo que somos?

CDR

2 comentarios:

  1. Quizá debamos conformanos con lo que somos, más que con lo que tenemos, ¿verdad?
    Pmd.

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  2. ¿Y quién no se tambalea en tierra firme?
    Tati.

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