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viernes, 3 de agosto de 2012

MUJERES: ESCRIBIR Y MORIR POR ÉL

En una ocasión escribí el siguiente nanorrelato:

Juan Ramón y Zenobia
Él era el genio,
ella sólo escribía.

En clara referencia al hecho de que Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez, tuvo que renunciar a su carrera literaria mientras favorecía la de él. No es que quiera quitarle mérito al genio modernista, sino reconocer el de ella. Una mujer que además diluyó su personalidad en la del esposo y sacrificó su vida por él.

Zenobia Camprubí nació en Malgrat de Mar en 1887 en el seno de una familia acomodada. Hija de un ingeniero catalán de origen navarro y una adinerada inmigrante puertorriqueña, fue la menor de tres hijos. A los nueves años, Zenobia viajó con su madre a Estados Unidos -el matrimonio estaba en proceso de separación- y allí vivió hasta 1909. Cuando regresó a España, la llamaban "la americanita" porque no parecía española. Era, efectivamente, una chica despierta, culta, bilingüe, moderna; algo no muy común en las mujeres de la época. En América inició sus estudios universitarios, a la vez que comenzó a desarrollar su vocación literaria -escribía cuentos infantiles en una revista- y entró en contacto con el feminismo. De vuelta, Zenobia organizó escuelas para niños campesinos y colaboró en diversas organizaciones benéficas. Fue un miembro destacado del Lyceum Club Femenino, posición desde la que reivindicó una mayor presencia de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad. En 1913 conoció a Juan Ramón Jiménez, en una de las conferencias celebradas en la residencia donde él trabajaba. El poeta se enamoró al instante de Zenobia, pero ella rechazaba su insistencia, le parecía un hombre triste y extraño. Además, Zenobia tenía muchos planes para su futuro. Las cartas que Juan Ramón le mandaba en esa época intentaban convencerla de que ella lo salvaría, de que la necesitaba. Pero lo que logró seducirla al fin fue el interés del poeta por su escritura. Zenobia sentía predilección por la obra del escritor indio Tagore y realizó la traducción de uno de sus libros, que Juan Ramón revisó y publicó con el nombre de los dos. Con esa promesa de colaboración creativa y literaria, Zenobia cedió. La pareja se casó en 1916, en Nueva York. A partir de ese momento, Zenobia no volvió a escribir nada que llevara su nombre.

Aunque los estudiosos de Juan Ramón Jiménez han tratado siempre a Zenobia como la esposa voluntariosa y entregada que realmente no tenía aspiraciones literarias y encontró en el poeta el ideal y la razón de su vida, lo cierto es que ella sufrió en una relación agobiante y opresiva. Finalmente se resigna, qué otra cosa podía hacer, pero da cuenta de la angustia, de la supeditación mutua en la que vivían en sus Diarios, memorias que comienza el día de su veintiún aniversario de bodas -publicados a partir de 1991.-

Zenobia recibía unas rentas de la herencia materna que ella, además, complementaba con diversos trabajos. Fue profesora de Lengua y Literatura en Estados Unidos y en Puerto Rico durante el exilio, regentó durante algún tiempo una tienda de artesanías en Madrid y, por supuesto, fue secretaria, agente, correctora y consejera de su marido. Ella se quejaba de la incapacidad de su esposo para ganar dinero, ya que sus ingresos eran escasos e intermitentes. Juan Ramón, como es sabido, era un enfermo. Nunca pudo superar la repentina muerte de su padre e ingresó por primera vez en un psiquiátrico a los diecinueve años. Era un hombre egoísta y maniático. No permitía que Zenobia viajara a Estados Unidos, donde ella tenía a su familia. Ponía trabas a todos sus planes, que ella siempre anulaba por contentarlo. Y cuando a su esposa le aparece un bulto en el vientre, no le consiente operarse porque eso supondría estar ingresada en el hospital y por tanto, lejos de él. Ella -contagiada ya también de dependencia- aguantó alimentando su tumor. En 1951 sí tiene que ser intervenida de un cáncer de útero, en Boston. Tres años después se le reproduce, pero como Juan Ramón no se encontraba bien, ella decide no volver a operarse y someterse a radioterapia en Puerto Rico. Ese será su final, porque cuando regresa a Boston en 1956, los médicos quedan espantados de las quemaduras provocadas por el tratamiento y ya es imposible operarla. Le dan tres meses de vida.

Dos días después de otorgarle el Premio Nobel a Juan Ramón Jiménez, como si ya hubiese visto al menos compensado su esfuerzo y dedicación, Zenobia fallece. Su esposo, loco literalmente de pena, es internado de nuevo, no escribirá nada más y morirá año y medio más tarde.

Es una historia digna de ser conocida, desde luego. Pero con el enfoque adecuado y justo, porque realmente, ¿es una bella historia de amor como siempre se ha querido mostrar?

CDR

7 comentarios:

  1. Creo que fue una entrega total y sin condicones por parte de Zenobia, claro, hacia Juan Ramón.
    Las historias de amor las podemos interpretar cada uno a nuestra manera. Yo ésta la he visto siempre con cierta postura esgoísta, pretendida o no, de este gran escritor.
    Tati.

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  2. Aun, a tenor de ser considerado machista, ¿hubiera existido Juan Ramón Jiménez sin tener siempre a su lado a Zenobia? Claro, una cosa no justifica a la otra. Agradezcámosle por tanto a esa extraordinaria mujer, su entrega por darnos los versos de un extraordinario poeta. Y mi admiración por mujeres asi.
    pmd.

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  3. El artículo falsea la realidad que Zenobia y Juan Ramón y de sus vidas .
    Sabemos el inmenso amor que se la pareja se profesaba. Zenobia, extraordinaria mujer y decidida, gustosamente, le ayudaba y hacía la vida fácil para que él desarrollaron su gran talento. En su casa la que mandaba era ella, era la fuerte, él el débil. Fue pionera en tener el carnet de conducir y trabajar, en su tienda y en las asociaciones más avanzadas, dio clases en distintas universidades americanas y en Puerto Rico. Las clases eran sobre cultura y arte español.
    Es incierto que no la dejara viajar, lo hizo siempre y sin él, en España y en EEUU para ver a su hermanos y primos y el se quedaba solo, Por deseos de ella vivieron en ese país más de 11 años, cuando el poeta no hablaba ingles hasta que en 1952 ella decidió, por indicación médica, trasladarse a Puerto Rico porque esa incomunicación del poeta lo estaba matando. Él decía “siempre iré donde Zenobia quiera”.
    Estas frases escritas por Zenobia hablan por sí solas.
    “Juan Ramón es para mí, cada vez más, él mismo y más entrañable. Anoche mientras escuchábamos a Fournier, estábamos tan unidos en la música que ningún cambio hubiera sido para mí más perfecto”.
    “Juan Ramón es de una generosidad emocionante en que todo lo quiere dar y en que le da una gran alegría proporcionarle una satisfacción o un gusto a cualquiera”
    “…uno de sus defectos más graves es ocuparse tanto de ayudar a los demás que no le queda tiempo, ni pensamiento de ayudarse a sí mismo.
    “Juan Ramón estuvo estupendo. Estaba en voz y forma y hablaba con una energía extraordinaria. Desde mi silla lo veía como el mejor tipo de caballero español lleno de dignidad sobria. Juan Ramón ha ido depurándose de modo que me parece mucho mejor ahora que a los 30 años. Que Dios me lo guarde mucho “.
    “Nuestro amor ha sido mejor en la vejez que nunca”
    “Tú no me pareces otra persona sino yo misma”
    Cuando le concedieron el premio Nobel Juan Ramón quiso que todas sus palabras fueran para ella que, según él, era quien merecía ese premio ¿cuantos Nobeles han dado las gracias a sus mujeres ante todo el mundo?
    Juan Ramón padeció toda su vida depresiones y entonces no existía el Prozac. Durante esos periodos, el poeta como cualquier otro depresivo, tuvo variaciones de carácter, que se normalizaba cuando volvía a recuperarse.
    Tuvieron infinidad de amigos, mujeres se enamoraron del poeta y en su familia fue el más amado y admirado. ¿Es posible eso con un ser tan odioso como lo describen?
    Lo que más ofendía a Zenobia es que alguien ofendiera s su marido como lo hace este artículo, le enfadaba más que a él.

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  4. Estimado anónimo/a que te escondes bajo un anonimato, no sé muy bien dónde has estudiado o leído acerca de Juan Ramón Jiménez, por cierto admirado poeta del siglo XX, cuya obra y vida sigue generando estudios, pero olvidas que era de carácter arisco, retraído e individualista, además de tener una profunda propensión al egocentrismo. Esto nada tiene que ver con su obra y la dimensión de la misma, y en la entrada de este blog se habla de Zenobia y de sus valores humanos, su fiel compañera, quien como señala José Ramón Fernández de Cano, al respecto, no resulta ocioso apuntar que la esposa del poeta influyó decisivamente no sólo en su vida sentimental, sino también en el resto de sus facetas, incluidas la creativa y la intelectual).
    Pedro M. Domene

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  5. LLevo estudiando a Juan Ramón toda mi vida, porque es un miembro de mi familia y creo conocerlo muy a fondo por ser la responsable de su legado. Mi padre vivió con él mucho tiempo y él me trasmitió todo su saber sobre Zenobia y Juan Ramón. Y de arisco nada, lo sería con aquellos que le atacaban o sus enemigos, que los tuvo, como todo el mundo. Era un ser cariñoso y afectuoso, más que otros miembros de mi familia. Prueba de ello es el precioso libro que dedicó a su familia: ELLOS
    Era especialmente tierno con los niños, a los que adoraba, de hecho su muerte vino provocada por querer recibir a un grupo de niños, estando ya muy delicado de salud.
    La muerte de los niños, en especial la de una tía mía, Mª Pepa, lo apartó de Dios y para ella escribió hermosos poemas en verso y prosa: La niña muerta.
    Y no sólo lo conozco por ser de mi familia, sino que he hablado con gran parte de las personas que lo conocieron y trataron en España y América y todos coinciden. En Puerto Rico no entienden por qué en España tienen ese concepto de él, para los que lo trataron allí era una persona llena de cordial, generosidad y tremendamente agradecida.
    Leo todo lo suyo porque ese es mi trabajo, tengo en mi poder todo su archivo y creo poder hablar con gran conocimiento.
    Para defender a Zenobia, esa gran mujer, la mejor, no es necesario atacar al poeta. Ambos fueron geniales y cada cual tuvo su valía, de forma independiente y conjunta.
    Zenobia influyó en su vida, por supuesto y nadie niega eso, mi prioridad fue siempre darle el lugar que le correspondía, publicando sus escritos y sus cartas, de las que preparamos dos volúmenes más. Ahora acabamos de publicar "Diario de dos reciéncasados"
    No tenía razón Mª Teresa León, esposa de Alberti, cuando dijo, que Zenobia vivió con la luz, pero eligió ser la sombra. Ella nunca fue la sombra, fue la luz que iluminó el camino del poeta para hacérselo más fácil.
    Mi nombre es Carmen utlilizo el anónimo porque estoy en mi derecho y lo prefiero así.
    No suelo contestar a los ataques contra el poeta porque no haría otra cosa, y merece la pena dedicarle todo mi tiempo a su obra, que es lo que realmente importa, y que a todos conozcan el enorme legado que nos dejó.

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  6. Sobre su tumor: "Mi primer deseo y más ardiente es ir inmediatamente a la clínica más cercana para que me operen de mi molesta protuberancia." Y sigue: "Si no pesaran sobre mí tantas tradiciones idiotas iría sin más ni más y ya podría J.R. retorcerse las manos. Es ridículo imponer algo tan mortificante a otra persona."
    Sobre su viaje a EEUU: “Típico de él cuando lo mueve el ánimo, no pensar nunca en mi determinación y en su promesa de pasar un mes en los Estados Unidos, lo que he anhelado por 21 años” Y sigue: "Realmente no sé cómo tolero estar aquí teniendo a mi familia entera y a mis amigas tan cerca." Y sigue: "Si no me decido a ir sola voy a encontrar que con J.R. estaré más atormentada, pues él nunca quiere hacer nada que yo quiera hacer y siempre quiere que yo haga lo que él quiere." Y sigue: " Hay un obstáculo cada vez que quiero hacer algo y recuerdo que los pocos días en Nueva York estaba ansiosa de que terminaran. Es horrible." Y sigue: "No tiene sentido que me sacrifique en balde por el egoísmo de él. Llorar le quita a una todas las energías."
    Sobre las manías del poeta: "Me puse nerviosa encerrada en el baño mientras J. R. dormitaba, pues el día estaba bellísimo."
    Sobre las rabietas del poeta: “Ayer me dictó uno de los poemas más bellos que jamás haya escrito. Hoy lo cambió de su forma universal a un bello poema sobre España. Le pedí que no tirara la primera versión. Pero dudo que la haya guardado. Así es de arisco.”
    Sobre sí misma: "yo soy, en parte, dueña de mi propia vida y J.R. no puede vivir la suya aparte de la mía. Y yo no acabo de ver ningún ideal que valga el arrojar una vida, pese a todo lo que se proclama. En esta empresa nuestra, yo siempre he sido Sancho."
    Que lo ama, por supuesto: "Él es queridísimo aunque me vuelva loca."
    (De Diario I Cuba: 1937-1939, Zenobia Camprubí)
    Si extraemos citas sueltas, fuera de contexto, igual podemos demostrar que Zenobia adoraba a su esposo como que estaba atormentada y sometida a él. Y creo que ambas visiones serían sesgadas.
    Por eso, este artículo del blog sólo pretende enfocar el objetivo hacia Zenobia, desmitificando un poco al poeta. Simplemente es un pequeño homenaje a una mujer que, a mi entender, siendo ella efectivamente la luz vivió a la sombra. Y, por qué no, cuestionar un amor tan patológico, pues la dependencia no es sana.
    No tengo conciencia de haber ofendido a nadie.

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