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sábado, 18 de agosto de 2012

PALABRAS ENCENDIDAS (I)

Desde siempre me ha interesado la literatura erótica y de ella me dispongo a hablar hoy y en los próximos días. En el momento actual, en que parece que tanta libertad sexual hay, en que cada vez son más explícitos los contenidos en anuncios, películas, conversaciones, no deja de ser este un tema tabú. No recuerdo haber estudiado este apartado de la literatura durante mi carrera, especializada precisamente en materia literaria, y por supuesto no aparece como tal en los libros de texto que hoy manejamos en los institutos, si bien su presencia es insoslayable. Desde las primeras jarchas del siglo X hasta hoy, lo erótico ha sido fuente literaria. Y eso si nos ceñimos a la literatura española, pues es innegable la presencia del erotismo en la Biblia, en nuestras raíces grecolatinas y musulmanas, así como en la amplia tradición oriental..

Lo primero, diferenciaremos entre erotismo y pornografía, ya que evidentemente no es lo mismo. Estoy de acuerdo con el poeta y crítico argentino Aldo Pellegrini, para quien lo erótico está siempre ligado al amor y a la plasticidad y es antagónico por completo a la obscenidad y vulgaridad, que convierten al erotismo en una simple caricatura. Dos ejemplos ilustrativos de lo dicho: "La mano del amor nos vistió en la noche con una túnica / de abrazos que rasgó la mano de la aurora." (Ben Jafacha de Alcira, 1058-1138) o cualquiera de los sonetos pornográficos de Giorgio Baffo (1694-1768), que no reproduzco aquí por no herir sensibilidades. Vamos a ocuparnos del primer estilo citado.

Atendiendo a los textos eróticos más antiguos de la literatura, observamos que el eros aparece en ellos como una mera pulsión. Así ocurre en el fragmento del Papiro Doulacq (1500 a.C. aprox.), "Setna y Tbubui", cuyo enamoramiento es tan fuerte que, anhelante de gozar de la sacerdotisa Tbubui, Setna no vacila en asesinar a sus hijos, por expresa petición de ella. Vemos pues la fuerza incomensurable del deseo. "-Ahora hagamos aquello para lo que hemos venido aquí, puesto que todo cuanto has pedido ha sido realizado para ti.- Ella declaró: -Vamos a esta alcoba.- Setna penetró en la estancia y se acostó en un lecho de marfil y ébano, para que su amor obtuviera recompensa y entonces Tbubui se echó a su lado. Setna la tocó con la mano y ella gritó en voz alta."
También el Antiguo Testamento esconde un gran número de pasajes eróticos, como el de Abraham, que utiliza a su esposa Sara, haciéndola pasar por hermana, para obtener beneficios personales (entrando a Egipto, Abraham temió que lo asesinaran por la hermosura de Sara) a cambio de entregársela al Faraón y a Abimelec. O la escena en que las hijas de Lot emborrachan a su padre y se acuestan con él. O la prostitución de Tamar con su suegro Judá. Y, en especial, destacamos el texto bíblico "El Cantar de los Cantares", de singular belleza y sensualidad. "Todas mis vestiduras me he quitado, / ¿cómo me vestiré, que temo el frío? / Y habiéndome también los pies lavado, / ¿cómo me ensuciaré yo, amado mío? / Con su mano mi Esposo había probado / abrirme la puerta con gran brío; / por entre los resquicios la ha metido, / y en mí el corazón se ha estremecido." (Cap. V)

No podemos dejar de mencionar el erotismo presente en la obra de Homero  (s. VIII a.C.), el gran poeta griego. Como ejemplo, los fragmento en que Hera seduce a Zeus para dormirlo y así poder ayudar a los griegos en su lucha con los troyanos, de la Ilíada; y en que la infidelidad de Venus con Marte es descubierta por el astuto Vulcano, de la Odisea. Además del humor que dota a estos pasajes de cierto tono picante, se da la metáfora de los momentos álgidos del acto amoroso con la naturaleza. "Dijo así y en sus brazos estrechaba / a su esposa el hijo de Crono; / y por debajo la divina tierra / hacía que brotase para ellos / hierba reciente y loto / bañado de rocío y azafrán / y jacinto a la vez espeso y blando / que, a una cierta altura recostados, / a ellos dos del suelo protegía. / Allí sobre las flores se acostaron / y sobre sí, a modo de cubierta, / se echaron una nube áurea y bella, / de la que, al escurrirse, iban cayendo / resplandecientes gotas de rocío." (Ilíada)
Imposible pasar por Grecia sin nombrar a la poetisa Safo de Lesbos (600 a.C. aprox.), consumida por la pasión, refinada en sus versos, en los que descubrimos amor y sensualidad en estado puro. "Eso, no miento, no, me sobresalta / dentro del pecho el corazón; / pues cuando te miro un solo instante, ya no puedo / decir ni una palabra, / la lengua se me hiela, y un sutil / fuego no tarda en recorrer mi piel, / mis ojos no ven nada, y el oído / me zumba, y un sudor / frío me cubre, y un temblor me agita / todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba, / pálida, y siento que me falta poco / para quedarme muerta."

Obviando, inevitablemente, a autores como Anacreonte o Aristófanes, cuyas obras abundan en contenidos eróticos, paramos ahora en Platón (428-347 a.C.) Son sus diálogos Fedro (o de la belleza) y El banquete (o del amor) tratados erótico-amorosos, desde un punto de vista filosófico. Sin entrar en detalles sobre la teoría de este complejo pensador, diremos que Platón consideraba el amor, la belleza y el erotismo como una de las formas de la locura divina. Hay, según él, dos tipos de erotismo: uno vulgar, afectado por los apetitos de la carne, dominio de la Afrodita Pandemo; y otro más elevado que parte de la belleza, perteneciente a la Afrodita Urania. Este último ámbito derivaría en lo que hoy conocemos como amor platónico, es decir, idealizado y sin entrega física.
En cuanto a Catulo (87-57 a.C.), su poesía demuestra que no existe nada innombrable. Sus versos, rebosantes de lirismo y ternura, son incapaces del eufemismo, poderosos y abiertos. Estamos de lleno en la Roma del siglo I a.C. con su libertinaje amatorio. "Por favor, dulce Ipsitila mía, delicias mías, encanto de mi vida, invítame a ir a tu casa a pasar la tarde. Si me invitas, hazme otro favor: que nadie ponga el cerrojo a tu puerta de afuera, y tú ten a bien no marcharte; quédate en casa y prepárate a hacerme nueve veces seguidas el amor. Pero, si accedes, invítame ahora mismo; pues acabo de comer, me he echado y, saciado y boca arriba, atravieso la túnica y el manto."
Y qué decir de Virgilio (70-19 a.C.), el gran poeta latino del amor. En su Eneida, el amor de Dido por Eneas es ardiente y apasionado como ningún otro. Sin embargo, destaca el pudor del escritor a la hora de describir los escarceos sexuales, lo que potencia precisamente el erotismo de las escenas y contribuye a inflamar la imaginación del lector. "Dido y el caudillo troyano llegan a la misma cueva; la Tierra la primera y prónuba Juno dan la señal; brillaron los relámpagos y se inflamó el éter, cómplice de aquel himeneo, y en las más altas cumbres prorrumpieron las Ninfas en grandes alaridos. Fue aquel día el primer origen de la muerte de Dido y el principio de sus desventuras, pues desde entonces nada le importa de su decoro ni de su fama; ya no oculta su amor, antes le da el nombre de conyugal enlace, y con este pretexto disfraza su culpa."
Tampoco ha de faltar en este recorrido Ovidio (43 a.C.-17 d.C.), -con perdón de Horacio, dejado atrás-, pues son Las Metamorfosis y el Arte de Amar obras imprescindibles en la literatura erótica. El lenguaje ovidiano, más sugerente que descriptivo, nos lleva a recorrer caminos amorosos inusuales, fruto de la vasta cultura mitológica del autor, así como de su propia experiencia. Bellísimo pasajes los de la historia de Afrodita contada por Alcitoe o el que muestra la pasión de Pasifae por el toro de Cnosos. Y sin desperdicio los consejos a las mujeres para conquistar a los hombres. "Ten cuidado sólo de no ser descubierta cuando finges; procura la verosimilitud por medio de tus movimientos y por las mismas miradas. ¡De que ello es un placer, que resulten convincentes los quejidos y la respiración entrecortada! ¡Ay, siento vergüenza! Esta parte tiene unas connotaciones de iniciación. / La que pida un regalo a su amante después de los placeres de Venus es que no quiere que sus ruegos tengan fuerza alguna. Y no dejes entrar la luz a la alcoba con las ventanas de par en par; hay muchas partes de vuestro cuerpo que sacarán provecho de la ocultación." (Arte de amar)

Continuará.
Me parece suficiente dosis de erotismo por hoy... con la temperatura que marca ya el mercurio a estas horas.

CDR   

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