Vistas de página en total

miércoles, 20 de septiembre de 2017

SALUD MENTAL

No recuerdo exactamente en boca de quién, pero en una conferencia a la que asistí hace unos años el ponente afirmó que las enfermedades mentales serían el gran mal del siglo XXI y que, si de carreras con éxito asegurado hablamos, podemos aconsejar a nuestros hijos que estudien psiquiatría, que clientes no les van a faltar. Y tristemente me doy cuenta de que así es. Cada vez hay más diagnósticos, lo que se traduce en más y más personas -adultos y también niños- medicados por razones de salud mental.

Traigo este tema a colación hoy porque precisamente me he tropezado con una entrevista al doctor Jorge L. Tizón (psiquiatra, psicoanalista, psicólogo y neurólogo, profesor de la Universidad Ramón Llull de Barcelona), que asegura que la enfermedad mental no existe como tal. Y es lo que yo creo, al menos de algunas de ellas, como el TDHA -trastorno por déficit de atención e hiperactividad-, que no deja de ser una invención para simplificar determinados problemas infantiles y medicar a los niños con psicoestimulantes. Ya no solo como profesora, sino que en mi entorno privado cada vez conozco más casos. Y me parece muy triste, desalentador. Pero sobre todo, grave, muy grave. Porque estos medicamentos inciden directamente sobre el cerebro del niño, inhiben su comportamiento, merman sus capacidades emocionales y condicionan para siempre su futuro y su vida. Les damos anfetaminas de niños y luego les prohibimos que tomen drogas en la adolescencia, que beban y/o fumen cuando sean mayores y en definitiva, después de enseñarles que con una sustancia química todo tiene arreglo, esperamos que se conviertan en adultos sanos y resilientes. En esta sociedad nuestra lo que se busca es la solución fácil y rápida, y en este sentido han encontrado filón las farmacéuticas, que ofrecen sin remordimiento toda una gama de medicamentos para evitar que los niños sean inquietos, que les cueste concentrarse, que se enfaden... ¿Pero cómo van a concentrarse si están sobreestimulados? ¿Cómo puede un niño estar seis horas diarias sentado en un aula asimilando datos? ¿Es posible prestar atención tanto tiempo si los dispositivos móviles les permiten estar continuamente conectados sin estar centrados en nada realmente? ¿No es normal que estén irritados los niños que desde que nacen tienen múltiples cuidadores? ¿Es raro que estén agobiados si tienen agendas tan apretadas como altos ejecutivos? Y un largo etcétera. Me parece que existen muchas vías para solucionar estos problemas antes de recurrir a la pastilla diaria. Claro que eso es lo más fácil, lo más rápido, lo más rentable para la gran industria que crece cada día y nunca tiene bastante.

Además, lo cierto es que exactamente lo mismo es aplicable a los adultos.Según el doctor Tizón, España es el primer país del mundo en consumo de hipnosedantes y el segundo en antidepresivos, sin dejar atrás los neurolépticos. Hoy hay pastillas para todo. No reflexionamos sobre la realidad, sobre nuestra situación, no nos escuchamos, no nos permitimos estar mal, tenemos que ser invencibles, permanentemente felices, sin tregua. Empezando por la importancia de los primeros vínculos y experiencias en la infancia -cosa que si bien ya no podemos cambiar sí podemos reconocer y sanar-, hasta la gestión de las emociones, pasando por multitud de causas (además de las que puedan ser biológicas), como sociales o relacionales, hay que tener en cuenta que los trastornos mentales son complejos y van más allá de un simple diagnótico psiquiátrico y consiguiente receta. No digo que no exista la depresión, por ejemplo, solo digo que está sobrediagnosticada y por tanto, peor diagnosticada. Y que somos humanos, que debemos poder vivir a veces con pena, con angustia, con miedo... que hay que asimilar y dejar fluir también lo negativo, canalizarlo, no camuflarlo ni acallarlo. ¿De qué me sirve una pastilla que me ayude a dormir si no acepto aquello que me lo impide? Tampoco niego que haya veces que sea necesario tomar algo, hablo del exceso, de la hipermedicalización, de la cronificación, contraria a la curación.

Como en tantas otras cosas, respecto a esta cuestión mental, el problema está en que se atiende al beneficio económico inmediato. No seamos ingenuos y pensemos que el sistema vela por nosotros. Ante la actualidad imperante, de horarios incompatibles con la familia, agendas sobrecargadas, conexión ad infinitum... hemos de retomar en la medida de lo posible las riendas de nuestras vidas, cuidar nuestra alimentación, hacer ejercicio, cultivar las relaciones personales, colmar de amor a nuestros hijos, disfrutar con lo que hacemos, tomar el sol, respirar, ser conscientes.

Porque el modelo social imperante está caduco, no sirve, atenta contra nuestro desarrollo personal y el de nuestros niños y jóvenes. La situación, de verdad, es injusta y peligrosa.

CDR

1 comentario:

  1. Nuestra vida actual está mayoritariamente teledirigida, por poner tanto , como bien dices, tomar las riendas de nuestra vida es imprescindible.
    Tati.

    ResponderEliminar